Escribe Patricia Urones
Cachemira y la Tercera Guerra Mundial.
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En el día de ayer el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de la India, Randhir Jaiswal, afirmó que las negociaciones comerciales y sobre los aranceles, con Estados Unidos, no habían influido en el alto el fuego dictado el pasado 10 de mayo. El gobierno de Modi salió, por segunda vez en quince días, a contrarrestar la campaña mediática de Trump acerca de su incidencia en la suspensión, momentánea, de hostilidades entre Pakistán e India. Es que esta campaña ha puesto de manifiesto dos cuestiones fundamentales: de un lado, que la política de neutralidad que Modi ha intentado construir es una quimera, y de otro, que la cuestión de Cachemira ha quedado absolutamente ligada al desarrollo de la guerra mundial.
Veamos. En el mes de marzo el Congreso norteamericano pidió un informe acerca del comercio de armas de la India. El informe menciona la trayectoria histórica de India como uno de los principales compradores de armas a nivel mundial desde la década de 1950 para detenerse en un punto fundamental: que desde 2008 a 2024, el 59 % de la importación de armas proviene de Rusia, seguida por Francia (12 %), Estados Unidos (10 %) e Israel (9 %). También pone de manifiesto las iniciativas llevadas a adelante en los últimos dos años por el gobierno de Biden, y reafirmadas ahora por Trump, con el objetivo de “alentar activamente a India a reducir su dependencia de artículos de defensa de origen ruso”. No solo se han hecho contratos de ventas de mayor armamento y más sofisticado, sino que se están llevando a adelante acuerdos entre empresas norteamericanas, como General Electric y General Atomic, y empresas indias, para el desarrollo de tecnología e industria de defensa. La compra de mayor armamento y la eventual fusión tecnológica de los sistemas de defensa de uno y otro país, no buscan, como dice el informe, “reducir la dependencia de Rusia” sino, cambiarla por una dependencia hacia Estados Unidos. Han aumentado también los ejercicios militares bilaterales, sobre todo en el mar. Estos acuerdos de venta de armas, que fueron ya discutidos en el congreso norteamericano, son los que se encuentran en plena tratativa hoy entre Modi y Trump. Los medios hablan de un tratado de comercio que llegaría a los 500 mil millones de dólares para las próximas dos décadas. India le ofrecería, principalmente, mercancías manufacturadas provenientes de China, pues se ha transformado en la intermediaria del comercio entre ambos gigantes. Algo la ha beneficiado, especialmente, en el desarrollo de esta manufactura, y es que luego de las sanciones impuestas por Estados Unidos y Europa a las mercancías rusas, Putín le ha vendido a granel petróleo y fertilizantes a bajo costo.
El interés de Estados Unidos por India se enmarca en su Estrategia para el Indopacífico, que tiene como principal objetivo reforzar su dominación política y militar en Asia. No es que Trump utilice los negocios para conseguir la paz; los negocios son una herramienta para reforzar la dependencia y forzar una alianza en la guerra, que Estados Unidos, y China, ya ven como una realidad. El alineamiento de India es fundamental para esta guerra. India comparte una extensa frontera con China y gran parte de ella es una región que se encuentra en conflicto por su estatus autonómico, la meseta del Tibet. China mantuvo un breve conflicto con India en 2017 por la construcción de carreteras e infraestructura en las líneas fronterizas en disputa entre ambos.
Por su parte, según una importante estudiosa de las relaciones entre Estados Unidos y China, Yun Su, China suavizó sus relaciones con India a partir de este mismo conflicto y de la conciencia de que Norteamérica se disponía a reforzar su presencia en Asia. China mantiene puntos de fricción con India respecto del abordaje de los grupos separatistas en Cachemira y la construcción de infraestructura de carreteras y represas en la Cachemira controlada por Pakistán. Sin embargo, también mantiene importantes acuerdos comerciales, pues la mayoría de las importaciones indias provienen de China, fundamentalmente circuitos integrados o chips. China busca con estas relaciones comerciales, mantener a India en una posición neutral, sin dejar por ello de reforzar sus propias relaciones con Pakistán. India forma parte de los BRICS, una ingeniería diplomática y comercial diseñada por China para hacer de contrapeso a Estados Unidos. La guerra comercial entre China y Estados Unidos y su colateral, la guerra en Ucrania, han colocado a la India, por su lugar estratégico en el sur de Asia y por su política de neutralidad, en un sitio privilegiado desde un punto de vista comercial. Pero es este mismo privilegio el que ahora expone a India a las mayores presiones políticas que ocasiona la guerra comercial.
Modi, por su lado, cree que su posición de buen comprador, de Rusia, de China y eventualmente, de Estados Unidos, le valdrá la neutralidad de las tres potencias en su guerra por retomar el control de la región de Cachemira. Sin embargo, los tres expresaron su rechazo por los enfrentamientos. Su partido, el Bharatiya Hanata Party, conocido por su exacerbado nacionalismo hindú, tiene como objetivo la recuperación del territorio históricamente disputado de Hamu y Cachemira. En el día de ayer Modi estuvo en Bangladesh Occidental, y criticó al partido gobernante en aquella provincia con el objetivo futuro de ganar ese bastión. Bangladesh occidental, es un territorio que limita con Bangladesh oriental, y forman parte de lo que fuera la región de Bengala, dividida durante la independencia y transformadas en la provincia de Bangladesh Occidental, controlada por India y Pakistán oriental, antes de la definitiva independencia, en la década del 70. Modi ha dicho en esta visita, que “La operación Sindoor no ha terminado”, quiere decir que el gobierno indio permanece en su intención de ir a una disputa abierta por Cachemira. Antes de explotar las tensiones el 7 de mayo, el reconocido medio internacional The Economist, había advertido que el gobierno indio no tenía pruebas para culpar al estado pakistaní por el atentado del 22 de abril. Narendra Modi había acusado a una organización terrorista ligada a Lashkar e Toiba y había establecido conexiones entre esta organización terrorista y el Estado pakistaní por los hechos del 22 de abril. Y sobre la base de esta acusación es que llevó a cabo el bombardeo de nueve sitios en territorio pakistaní, que declaró que eran “nueve campamentos pertenecientes a organizaciones terroristas con lazos con el servicio de inteligencia del propio país”. Lo cierto es que ninguna de estas organizaciones se autoadjudico el atentado. En la prensa internacional europea hay fuertes dudas de la autoría de este atentado por parte de estas organizaciones y, por lo tanto, de la responsabilidad del Estado pakistaní. Las sospechas parecen más bien inclinarse a las intenciones de Modi de recuperar la región.
Veinticuatro horas después del atentado del 22 de abril, Narendra Modi suspendió el tratado de Aguas del Indo. El tratado de Aguas del Indo es un tratado firmado en 1960 que sobrevivió a todos los enfrentamientos militares anteriores. Si bien algunos especialistas afirman que es muy difícil que India pueda llegar a modificar de una manera determinante el caudal de agua de la cuenca del Indo, con la infraestructura de la que dispone en la actualidad, lo cierto es que con la suspensión del tratado, se corta la cooperación en materia de información sobre el comportamiento de la cuenca, un insumo muy importante para que Pakistán pueda planificar año a año su actividad agrícola, la cual representa un factor fundamental de la economía del país. La cuenca del Indo incide en el 80 % de los cultivos de Pakistán. La suspensión de este tratado y también la negación de información estratégica para estos cultivos implica una provocación. Pakistán ya ha dicho que la modificación de los caudales del Indo son motivo de guerra. Por su parte, China ha acelerado la finalización de obras de infraestructura de aguas multipropósito en este país.
Pero las intenciones de Modi y el ultranacionalista BJP han comenzado a navegar en las aguas de las disputas internacionales. India salió a aclarar por segunda vez, que no hay ningún tipo de influencia de Estados Unidos en su decisión, porque el alto el fuego ha puesto en entredicho la viabilidad de la política de neutralidad de Modi y su autonomía para definir su política con sus vecinos. Es que la situación política de la región de Asia está fuertemente ligada a las disputas de quienes compiten hoy por la dirección política del mercado mundial. Es la conciencia de esta situación la que produjo el viraje de la Casa Blanca, que pasó de afirmar, por medio de J.D. Vance, que el conflicto por Cachemira “no era asunto de los Estados Unidos”, tan solo unos días antes del bombardeo, a decir por medio de Trump que “si había guerra con Pakistán no habría negocios”, cuando los bombardeos se acercaron al arsenal nuclear pakistaní. Las aspiraciones nacionalistas inmediatas de Modi y el ultranacionalismo hindú chocan, de momento, con la preparación de la guerra en la que se encuentran embarcadas las potencias imperialistas, pero, sin duda, el evento de Cachemira será el mojón para el reforzamiento de unos y otros en la región. Todos los conflictos territoriales preexistentes entre las naciones de Asia están subsumidos ahora al desarrollo de la tercera guerra mundial, incluida Cachemira.
Detrás del enfrentamiento entre India y Pakistán operan China y Estados Unidos Otro escenario de la guerra mundial. Por Patricia Urones, 08/05/2025.