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De una década de peronización a los “brazos armados de la OLAS”, previo paso por “el partido obrero de Vandor”.
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Después de una década de peronismo explícito, la corriente morenista de Palabra Obrera (“bajo la disciplina del general Perón”) se fusionó, en mayo de 1965, hace sesenta años, con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericanista Popular, fundado en Santiago del Estero por los hermanos Mario y Francisco Santucho). Nació así el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El PRT desempeñaría un papel importante en la década siguiente, en especial cuando se convirtió en el PRT-El Combatiente y enseguida el Ejército Revolucionario del Pueblo, a partir de una ruptura entre Santucho y Moreno, quien convertiría a su fracción en el PRT La Verdad.
Terminada la experiencia de “entrismo” en el peronismo, con un resultado negativo en materia de reclutamiento y crecimiento, Palabra Obrera se embarcó en otra aventura, como fue el llamado a construir “el Partido Obrero de Vandor”, el burócrata sindical de la UOM que había comenzado a distanciarse de Perón, para acabar apoyando el golpe de estado de Onganía, el 28 de junio de 1966. Mercedez Petit, que escribió en el periódico de Izquierda Socialista en ocasión del 50° aniversario del PRT, olvidó convenientemente este episodio, para poner a Moreno en el camino de un entrismo que no comenta y un llamado a formar un partido revolucionario “único”, como si se pudiera hacer un partido revolucionario desdoblado, como se demostraría, sin embargo, ulteriormente. Nahuel Moreno había enviado una “carta abierta al compañero Vandor”, llamándolo a que formara un Partido Obrero.
La fusión se producía entre una de las corrientes más oportunistas que se haya conocido a nivel mundial, con una organización que destacaba su nacionalismo en su propio nombre. Ni Moreno ni Santucho desconocían el carácter político de uno y otro. Santucho era un ostensible enemigo de Vandor.
La formación del PRT se enmarca así dentro del hilo conductor de la política morenista: la búsqueda incansable por encontrar un sustituto a la construcción de un partido independiente de la clase obrera. El FRIP, por su parte, era una organización nacionalista regional. Si bien algunos meses antes de la fusión Santucho había reivindicado al maoísmo y al foquismo, fue bajo la influencia de Moreno que se convence de volcarse completamente a organizar un foco guerrillero.
Merecedez Petit señalaba en aquel artículo que “María Seoane (que había sido militante del PRT) en su biografía de Santucho señala específicamente que éste, por entonces, no visualizaba una estrategia de poder basada en la guerrilla. El historiador del PRT-ERP, Pablo Pozzi, lo confirma. Señala que los dirigentes del FRIP se volcaron hacia la unidad con Palabra Obrera para darle un carácter nacional a su organización, para unir y fortalecer la presencia de los revolucionarios en la FOTIA y por la atracción que para este grupo significó el encuentro con Moreno como teórico y como cuadro político”. La explicación de Petit exculpa a Moreno de haberse fusionado con una organización foquista y a Santucho de haberlo hecho con un seguidista de Vandor. Sin embargo, el abrazo del Moreno al foquismo fue total.
En 1967, apenas dos años más tarde, se realiza el III Congreso del PRT. Este Congreso tiene una importancia singular pues, a instancias de Moreno, declara históricamente perimida la tarea de construir un partido obrero y a disolver los partidos existentes en las “organizaciones armadas de la OLAS”. El Congreso sostuvo que los sindicatos estaban superados. Denunció, asimismo, que “el intento del Partido del Trabajo (maoísta) y de Política Obrera [de constituir el partido obrero revolucionario] es una utopía”. No dijo nada acerca de renunciar a la IV Internacional, que hubiera sido el corolario de esas tesis temerarias.
Durante este período, Moreno desarrolló la justificación de su pasaje al foquismo. Planteó que “el marxismo occidental, llevado por las circunstancias objetivas, se olvidó de la lucha armada”. Señaló ese es el “método permanente de las masas” y el que tiene la capacidad de transformar las condiciones objetivas desfavorables en favorables. En este sentido, siguió, “las revoluciones cubana y china comenzaron en circunstancias que los clásicos marxistas caracterizan como 'objetivas desfavorables': no hay grandes luchas sociales y un puñado de hombres empieza la lucha armada, Sin embargo, ese grupo transforma las condiciones en favorables”. Desde este punto de vista se puede “barrer con las clasificaciones de regiones maduras e inmaduras. Cualquier país, cualquier región, es apto para la revolución permanente” (citas de “La revolución latinoamericana”, de Nahuel Moreno, reproducido en 1971 para los cursos de formación del PRT). Moreno no hacía más, con estas elucubraciones, que presentar, con diez años de demora, una versión vulgar de la tesis del Che Guevara según la cual “las condiciones para la revolución no solamente se dan, sino que también se crean”. Trotsky ya había ido más lejos que Moreno y el Che, tres décadas antes, al afirmar, en el Programa de Transición, que “las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras, sino que han empezado a descomponerse”. La adhesión de Moreno a la lucha armada sin un partido, por lo tanto, sin programa, apoyada en condiciones desfavorables, o sea inmaduras, es una característica de la irresponsabilidad intelectual y del aventurerismo. Todo esto fue dicho y defendido dos años antes del Cordobazo, que puso a la clase obrera a la ofensiva en todos los años anteriores al último golpe militar. La “lucha armada” subsiguiente buscó reemplazar “la acción histórica independiente de las masas”, por los aparatos militarizados, incluida la consigna del “retorno de Perón”, de parte de Montoneros, pero sin la crítica de ninguno de los aparatos de izquierda.
Moreno alentó a otros partidos latinoamericanos, como el FIR peruano, a constituirse como organizaciones foquistas. En Bolivia, Moreno levantó la consigna de “todo el poder al ELN”, de la guerrilla del Inti Peredo. Pero, cuando Mario Santucho elaboró un documento llamando a organizar la acción armada, Moreno respondió que la lucha armada era viable “para algunas regiones de América Latina”, pero no en la Argentina, donde la lucha sindical y política debía “combinarse con las acciones armadas fuera del país”. En una de las revistas estudiantiles, el PRT explicaba que el “proceso de guerra civil continental ha sido comparado, con gran corrección, con el incendio de una casa de muchas habitaciones. Hay una habitación (Cuba) a la que el fuego ha incendiado totalmente. Hay otras en que el incendio ha comenzado. Hay algunas en las cuales ya se siente el calor. Y, por último, hay otras en las que apenas si llega el olor a quemado, como es el caso lamentablemente, de nuestro país en esta etapa. Pero lo importante es comprender que, independientemente de las diferencias de situación entre las piezas y los avances y retrocesos que hacen las llamas, lo que se quema es toda una única y misma casa”. Moreno sostuvo que “la dinámica organizativa de clase por el poder se concentra en: Todo el poder al ELN boliviano, las FALN venezolanas, y así por el estilo. Mientras no haya lucha armada concreta en un país latinoamericano, la dinámica organizativa de poder debemos hacerla propagandísticamente en base a los mismos temas: guerra civil continental, preparemos la lucha armada, viva la Olas y su lucha armada, etc., combinándolas con otras consignas de poder”.
En 1967/1968 se produce la ruptura entre PRT-El Combatiente, dirigida por Santucho y partidaria de organizar la guerrilla y no sólo hablar de ella, y el PRT-La Verdad, dirigido por Moreno, quien, debido a la incoherencia de su posición, quedó en una posición minoritaria. El IV Congreso del PRT, en febrero del ‘68, ratificó la línea del foco armado, indicando “la prioridad de la guerrilla rural” frente a un movimiento obrero “estancado”, defendió el “frente patriótico”, reconocía a la clase obrera como “la clase más revolucionaria”, pero defendía que “el sector de vanguardia indiscutido de la clase obrera es el proletariado azucarero tucumano… y el campesinado pobre”. El “frente patriótico” del PRT se expresará luego en el apoyo al frente Illia-Perón, que Política Obrera caracterizaría como “el reformismo y los fusiles”. Con más sensibilidad que teoría, Roberto Santucho acabó concluyendo que Moreno era “un cagón”. No se olvidó de señalar, sin embargo, el perjuicio que representaba un partido de rentados.
Todo este planteamiento se sostuvo poco tiempo antes de que la clase obrera encabezara el Cordobazo, que vino a dar por tierra con todas las caracterizaciones y pronósticos del PRT (ambas facciones). El PRT de Santucho (El Combatiente) caracterizaría al Cordobazo como espontáneo, o sea, imprevisible o salido de la nada, para proteger sus caracterizaciones previas y su política. Moreno, por su parte, pasó a apoyar la “institucionalización” (convocatoria electoral) que ofrecieron los militares, constituyendo en 1971 el PST junto con un ala del Partido Socialista que encabezaba Juan Carlos Coral. En adelante, olvidará por completo su paso por el foquismo y pasará a integrar los frentes multipartidarios que se gestaron para apoyar al gobierno peronista e incluso a solidarizarse “con el dolor de sus familiares y colegas” de los altos jefes militares que sufrieron atentados de los Montoneros o el ERP, y a negarse a plantear la libertad de los presos políticos guerrilleros.
El PRT se incorporó a la IV Internacional oficial, cuya dirección abrazó el foquismo en forma incondicional, bajo la batuta de Ernst Mandel. Santucho rompió finalmente con esta Cuarta y adoptó un internacionalismo castrista, que se había convertido en furiosamente antitrotskista a partir de un discurso de Fidel. El nacimiento del PRT, sobre la base del compromiso y la falta de principios de unos y otros, dio lugar a una organización que, debajo de su aparente determinación, fue carcomida por contradicciones insalvables.