Escribe Gustavo Burgos
Publicado en www.elporteño.cl, 30/6.
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El triunfo electoral de Jeannette Jara sorpredió a los medios que confiaban en la victoria de Carolina Tohá. Con una discreta participación electoral el gobierno de Boric rubricó su última derrota, revelando su incapacidad de imponer sus candidatos propios: Tohá o, de última, Winter.
Los medios burgueses oficiales han reaccionado con discreción. El Mercurio del sábado señaló que no había que alarmarse frente a un eventual triunfo de Jara porque de comunista tenía solo el nombre y lo que representaba era un programa socialdemócrata. Esta caracterización no merece reparos.
Por su parte, el Partido Comunista igualmente ha moderado su discurso en una clave electoral que le permita representar a la “centro-izquierda” como se ha cansado de explicitar su candidata. Esto también resulta explicable, se trata del viejo aparato estalinista que se dispone a exhibir sus credenciales democráticas de agentes del régimen.
Lo que resulta preocupante es la posición de la izquierda, que de una forma más o menos entusiasta ha valorado este hecho electoral como un triunfo de las masas.
Es verdad que tras el triunfo de Jara se esconde el hundimiento de la otrora Concertación y del propio Frente Amplio. También es verdad que mucho del voto a Jara fue un voto contra la campaña fascistizante de Carolina Tohá, la progresista que defiende la imagen de un fascista como Cumsille y propone como primera medida de gobierno la ocupación militar del país.
Sin embargo, ninguna de estas cuestiones transforman la naturaleza de clase de la figura de Jara, que reivindica sin ningún lugar a dudas al Gobierno de Boric -como que fue su ministra-, el cual ha protagonizado un feroz ataque a los trabajadores y propiciado el discurso de terror de la derecha y el imperialismo.
Podemos prever que buena parte de esta izquierda seguirá en consecuencia el derrotero del apoyo crítico a Jeannette Jara, reformulando la teoría del mal menor, ahora alimentada con la idea de un supuesto “clasismo” que representaría el PC. Estos izquierdistas se disponen a ocupar la primera línea en el enfrentamiento a la derecha fascista, defendiendo a Jara de los ataques anticomunistas de la derecha.
Hemos de decir que defender al PC no es lo mismo que enfrentar el discurso anticomunista de la burguesía. Quienes así actúan, confunden la lucha por las libertades democráticas con el posicionamiento junto a la burguesía liberal. No tenemos por qué defender a Jara -que se defiende sola perfectamente- porque con este gesto se alimentan las ilusiones democráticas en las que se apoyará una nueva derrota como la que en 2021 representó Boric.
Esta última cuestión será muy relevante en el debate político que abre esta candidatura, en la que se tensionan las ilusiones democráticas de un pueblo que quiere ver una candidata popular allí donde no la hay y en la que se despliega el programa liberal socialdemócrata del progresismo que representa Jara.
Que Jara reivindique la reforma pro AFP y la considere un «paso progresivo» y que valore la flexibilización laboral de la Ley de las 40 Horas son cuestiones que deben valorarse para entender qué propósito político capitalista se encolumna tras su candidatura.
Los procesos electorales son una expresión deformada de la lucha de clases. En ellos podemos observar la forma como el régimen capitalista se dispone a preservar su dictadura sobre el conjunto de la sociedad. No es irrelevante analizar estas cuestiones, al contrario, en momentos políticos como los que vivimos -de derrota popular y retroceso de las masas- es muy importante reflexionar sobre estas cuestiones.
Pero tal reflexión debe orientarse no a afirmar las ilusiones democráticas, sino al contrario, a denunciar el carácter de clase del régimen, a llamar las cosas por su nombre (aunque duelan) y a señalar que el camino de liberación de los explotados puede ocupar los espacios democráticos -incluso tal cosa puede suponer intervenir en las elecciones- a condición de orientarse hacia la organización y movilización revolucionarias. Clase contra clase.
Como dijo correctamente Fabiola Campillay «en estas primarias el pueblo no tiene candidatos» y no los tuvimos. Que el Gobierno patronal dirima sus candidaturas no nos libera del impostergable deber de construir una nueva alternativa trabajadora y de revolución social. Nuestra candidata es la clase trabajadora.