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El 3 de septiembre, la multinacional británica-holandesa Unilever informó que, a partir del 3 de octubre, cerrará las líneas de producción de envasado de té y elaboración de productos de limpieza -en Santiago de Chile. Sin embargo, la medida incluye el despido de 200 trabajadores, repartidos en las plantas de Conchalí, Quinta Normal y San Bernardo.
Para abaratar costos, la empresa se limitará a la importación de sus propios productos, pues aseguró que seguirá comercializando sus productos en Chile en el mediano y largo plazo (sic). Según la compañía -que mantiene cerca del 50% del total de insumos de aseo disponibles en el mercado nacional-, el incremento de detergentes y jabones líquidos artesanales en ferias libres ha forzado la reducción de su producción en formato polvo “haciendo cada vez menos eficiente la elaboración de productos de limpieza”. Respecto a la decisión del cierre de su línea de empacado de té, la empresa señaló que responde a la necesidad de un abastecimiento competitivo para Lipton.
Ahora bien, aun cuando la patronal ladre lo contrario, las inversiones y flujos de capitales por parte de Unilever no han cesado. Recientemente, en junio de este año, Unilever acordó un traspaso a Carozzi por 20 millones de dólares en activos para la elaboración y comercialización de helados en Chile, así como también las marcas Melevi y Bresler. Además, en octubre de 2019, la empresa chilena ICB (fabricante y comercializadora de alimentos) acordó con la multinacional la adquisición de la marca Té Club mediante una compraventa que, inclusive, incluyó a la marca Emblem. Para tener una idea, en la actualidad, unos 2 billones de productos Unilever se consumen en el mundo cada día -ya que comercializa unas 400 marcas en más de 190 países.
Mientras la compañía sostiene que “trabajará un plan de salida responsable en conjunto con los sindicatos y con quienes no estén representados por ellos”, el presidente del Sindicato N°1 de Unilever, Claudio Urrutia, manifestó que el anuncio fue totalmente sorpresivo. “Nos avisaron hoy al mediodía sin previo aviso y sin ninguna señal anterior. Para los trabajadores es terrible noticia. Hay un contexto que es difícil de explicar y entender, porque esta empresa tiene productos en todos los locales de Chile y no está vendiendo ni externalizando la fábrica. Lo que la empresa está haciendo es traer los mismos productos que quiere que le sigamos comprando de otros países, sin dar trabajo”. Además, Urrutia indicó que, en marzo, el sindicato había ganado una demanda en contra de la compañía, y que los trabajadores vienen con un nivel de conflicto desde 2019 (sic). La multinacional Unilever ha naturalizado sus “procesos de reestructuración”, el cierre de plantas y los despidos que los acompañan; año a año, han alcanzado a varios cientos de trabajadores.
Frente a la medida de los capitalistas del cierre de plantas, por parte de los trabajadores está planteada la huelga y el impulso de su propio programa.
Este programa debe contemplar la lucha por el cese de despidos, suspensiones y recortes salariales; por condiciones sanitarias efectivas en los puestos de trabajo y por protocolos sanitarios votados por los mismos trabajadores y trabajadoras en sus asambleas; por negociaciones colectivas con aumentos reales que igualen el salario mínimo de 600 mil pesos, y eliminar los sueldos astronómicos de la gerencia -que se lleva toda la ganancia de la empresa, además de la plusvalía que extrae- para la nivelación en torno a este salario; lo mismo respecto del valor de las horas extraordinarias y de los bonos correspondientes.
También, debe aplicarse control obrero de la producción y exigir la apertura de los libros de contabilidad -para cerciorarse sobre las supuestas “pérdidas” que acusa la empresa- y, de este modo, demostrar su real incapacidad para satisfacer estos reclamos; de lo contrario, la fábrica debe estatizarse, es decir, pasar a manos del Estado bajo control obrero. Para llevar adelante esta tarea, se debe fortalecer la organización de bases de Unilever; su Federación de sindicatos debe cohesionarse, y sus asambleas deben deliberar en torno a estas medidas para hacerlas efectivas lo antes posible. La clase obrera debe enfocar el problema de los despidos masivos y cierres de fábrica desde la perspectiva de la defensa de los puestos de trabajo, del salario, y de la industria nacional en bancarrota.
Finalmente, hacemos mención a que, en reiteradas ocasiones, aunque la CUT se ha manifestado por la prohibición de los despidos, la inactividad que promueve entre las bases obreras expresa los límites de sus métodos burocráticos, ya que delegan todo el poder de decisión a las directivas sindicales y mantienen a las bases quietas. Las bases de la CUT deben impulsar la lucha contra las suspensiones y los despidos; la movilización independiente y la huelga de los trabajadores es lo único que puede detenerlos. Nuestro llamado es a perfilar un frente de lucha contra los excesos patronales que, conforme se siga desarrollando la crisis económica, seguirán golpeando a la clase trabajadora.