Escribe Juan Valtín
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Compañeros:
Leí con atención el artículo publicado recientemente en esta web, que cuestiona el uso de la consigna “No en mi nombre” por parte de militantes del FITU (y en particular del Partido Obrero) en las movilizaciones contra el genocidio del Estado de Israel en Gaza.
Coincido plenamente con el eje estratégico del artículo: la denuncia al sionismo debe fundarse en un programa socialista e internacionalista, sin concesiones al nacionalismo burgués palestino, ni al identitarismo 'líberal'. Si hay algo que ha quedado definitivamente demostrado este año y medio es el fracaso definitivo de las ilusiones en una solución de "dos Estados" y que no hay salida para Palestina sin una revolución socialista en toda la región, que derribe tanto al Estado de Israel como a las camarillas capitalistas árabes y permita levantar un Estado único, laico y socialista, sobre la base de la unidad de los trabajadores, sean judíos, árabes o de cualquier otra procedencia.
Sin embargo, me parece que hay una subestimación del valor agitativo y político de la consigna “No en mi nombre”. Lejos de ser una expresión de repliegue identitario, puede funcionar (y de hecho está funcionando) como una cuña que separa a amplios sectores judíos del aparato sionista internacional. En un momento en que el Estado de Israel pretende hablar en nombre del conjunto del “pueblo judío” y utiliza esa identificación para blindar sus crímenes, el “No en nuestro nombre” abre una brecha política valiosa.
Esa consigna interpela a quienes aún se sienten parte de una tradición judía (cultural, histórica, incluso religiosa) y les plantea el dilema urgente de romper políticamente con el Estado sionista. No reemplaza, por supuesto, la tarea de propagandizar una estrategia socialista. Pero puede ser un primer paso, un punto de ruptura subjetiva que abra el terreno para sumar a la lucha a compañeros que vienen desde esas tradiciones, o incluso desde una inquietud humanista o ética que no debemos despreciar.
El artículo hace bien en recuperar la "reputación del judaísmo" por su historia, pero no entiende que esta misma reputación hoy está en cuestión, por la asimilación de los judíos a los crímenes del Estado de Israel. En la conferencia internacional realizada en Buenos Aires en el año 2000, nuestro compañero greco-judío Savas Michael-Matsas presentó una ponencia donde advertía que los crímenes del Estado de Israel iban a generar un crecimiento del antisemitismo en todo el mundo. Lo estamos viendo hoy. Separar públicamente al judaísmo del Estado de Israel es también luchar contra la reacción antisemita, que se alimenta del accionar sionista. Por eso, “No en mi nombre” no es una defensa del judaísmo en términos esencialistas: es una ruptura política con el aparato imperialista que lo invoca para justificar el genocidio.
El Bund (la Unión General de Trabajadores Judíos) no fue una secta identitaria, sino un movimiento de masas que organizó a cientos de miles de obreros judíos en el imperio zarista en base a una síntesis entre conciencia de clase, tradición cultural y programa socialista. Su prensa en ídish fue una herramienta de combate, no de encierro. Lo mismo puede decirse de la prensa anarquista y socialista judía en la Argentina de principios del siglo XX. No se trataba de reivindicar “la identidad” en abstracto, sino de intervenir desde ese lugar para organizar políticamente a quienes venían de allí.
¿No es ese, acaso, el método marxista? No negar las determinaciones de clase, origen o cultura, sino partir de ellas para reorientarlas hacia la lucha revolucionaria. En ese marco, utilizar la consigna “No en mi nombre” con contenido político claro (bandera roja incluida y, claro, no adaptarse a la dirección islámica como ha hecho Vanina Biasi en su reciente viaje a Medio Oriente) no es identitarismo: es táctica revolucionaria.
La clave, claro está, es no fetichizar la consigna. No se trata de quedarse en una interpelación moral, ni de defender al judaísmo en abstracto. Se trata de usar esa brecha para explicar que, tras el fracaso de todas las variantes de “dos Estados”, la única salida realista y justa es la abolición del Estado sionista y la construcción de una Palestina única, sin apartheid, sin ocupación, sin colonialismo y sin capitalismo.
Con saludos revolucionarios
Juan Valtín
Judío antisionista, adherente a la IV Internacional
Agosto de 2025
