Escribe Ana Belinco
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Con el inicio de la pandemia de Covid-19, se cerraron las escuelas y universidades de todo el mundo. Unos 185 países suspendieron las clases presenciales en todo su territorio más otros que lo hicieron parcialmente. Fueron alcanzados más de 1.500 millones de estudiantes, es decir, al 90% de la población estudiantil global, según un reporte de la UNESCO. Los Estados desarrollaron distintas formas de "educación virtual", dejando expuestos los altos grados de inequidad en el acceso a la conectividad en el marco de una desigualdad social cada vez más acentuada. Desde hace unos meses, a nivel mundial, comenzaron diferentes intentos de apertura de las escuelas bajo la presión de la reactivación económica.
Uno de los primeros intentos tuvo lugar en Israel, en mayo pasado. Días después, la secundaria Gymnasia Ha'ivrit, de Jerusalén, conoció el mayor brote en una misma escuela, con 154 estudiantes y 26 miembros del personal infectado. El virus se extendió de las escuelas a los hogares. El Ministerio de Educación tuvo que cerrar más de 240 centros y puso en cuarentena a más de 22.520 maestros y estudiantes, con un saldo de 977 contagiados.
En el Reino Unido, Boris Johnson tuvo que dar marcha atrás con su intento de reapertura total de las escuelas, pautado para mediados de junio. Las autoridades escolares denunciaron que no había condiciones edilicias adecuadas para garantizar el distanciamiento social. Asimismo, las familias no enviaban a sus hijos a las escuelas abiertas para no exponerlos al contagio. Ahora se da un nuevo capítulo aperturista el 1 de septiembre, fecha en que pretenden abrir los edificios educativos, en un cuadro de controversias con la oposición y los sindicatos.
En España, en medio de rebrotes en distintas regiones del país, el intento de apertura generó el rechazo rotundo de docentes, familias y estudiantes, que llaman a la huelga denunciando la falta de un protocolo para una vuelta segura a las aulas, mientras se registran alrededor de 4 mil casos diarios de covid-19. El Sindicato de Estudiantes (SE) anunció una huelga para los días 16, 17 y 18 de septiembre próximo y los profesores de la Comunidad de Madrid, la región más afectada por la pandemia, convocan para el 22 y 23. En Italia, cursando rebrotes, el Primer Ministro, Giuseppe Conte, anunció el regreso a clases presenciales el 14 de septiembre, también en medio de fuertes polémicas por la falta de un protocolo claro. En Berlín, Alemania, casi 40 escuelas registraron contagios dos semanas después de que los estudiantes regresaran a las aulas.
En EE UU, "las vacaciones de verano terminan sin nada parecido a un consenso nacional sobre cómo afrontar el inicio del curso escolar en medio de la pandemia" (El País, 11/8). Las presiones de Trump por la apertura de las escuelas en favor de la economía han endurecido la resistencia de muchos profesores a volver a las aulas. Los sindicatos de maestros insisten en que no es seguro. La Federación Estadounidense de Profesores se pronunció en apoyo a eventuales huelgas contra el regreso a la presencialidad.
En Brasil, con 115 mil muertes por covid-19, los recientes anuncios de regreso a clases presenciales de los gobiernos de Minas Gerais, São Paulo y Paraíba, han suscitado fuertes debates. En Minas Gerais, la decisión del alcalde Marcos Vinicius Bizarro de regresar a las aulas tuvo como resultado un brote que arrojó un profesor en coma y 30 trabajadores infectados por el coronavirus. Los docentes y las familias paulistas se reunieron virtualmente el 4 de agosto, a instancias del sindicato estatal de docentes (Apeoesp), reclamando la defensa de la vida de estudiantes, familias y profesionales de educación. También se desarrollaron caravanas en varias regiones del estado en protesta contra la imposición de clases presenciales durante la pandemia. En Paraíba, la vicepresidenta de la CUT-PB, Socorro Ramalho, planteó que “mientras no se controle la pandemia del nuevo coronavirus y no se garanticen protocolos efectivos para proteger profesores, profesores, alumnos y familia de todos, no volveremos”. Regresar a la educación presencial en este momento representa un riesgo para 9,3 millones de brasileños de grupos de riesgo que viven en situaciones de extrema pauperización social.
Los gobiernos, a lo largo y ancho del mundo, están al servicio de las patronales. No sólo con subsidios: buscan reabrir las escuelas para que se transformen en "guarderías" que "alojen" a los estudiantes mientras las familias deben salir a trabajar. En respuesta, las comunidades educativas (docentes, personal no docente, familias y estudiantes) nos levantamos contra la voracidad de un sistema que busca reproducirse a costa de la vida de miles de millones de trabajadores y de nuestros hijos. La defensa de la vida y de la educación de las familias obreras está, hoy más que nunca, en nuestras manos. En esta tendencia se inscribe la rebelión de los docentes y las comunidades educativas de la Ciudad de Buenos Aires.