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Hace días que son noticia las infinitas colas de personas que buscan un plato de comida en París y otras ciudades de Francia porque no pueden comprar alimentos. Los videos de estas colas del hambre circulan por redes y muestran como cada lunes y jueves se reparten 2,5 toneladas de alimentos no vendidos (La Razón, 9/2). Según la Colecta de Fondos Solidarios en Elbeuf: “los estudiantes mueren de hambre en Francia, sexta potencia mundial” (actu, 10/2). En una encuesta del Observatorio de la Vida Estudiantil, el 23% de los jóvenes estudiantes dijo que no había comido lo suficiente.
Dos millones de personas perdieron sus empleos durante la pandemia, la mayoría jóvenes. Las ayudas desaparecieron luego de un estímulo inicial. En noviembre de 2019, un estudiante se prendió fuego en Lyon para denunciar la precariedad en la juventud. “El 35% de los estudiantes se benefician de becas basadas en criterios sociales, pero solo 45.000 alcanzan el nivel máximo. Es decir, 555 euros al mes por 10 meses. 555 euros mientras que la línea de pobreza está en 1.015 euros” (mediapart, 9/2).
Estas colas se multiplican a pesar que “desde el 25 de enero, las comidas en los restaurantes universitarios cuestan sólo 1 euro en vez de 3,3 euros. Los estudiantes dicen que la ración que le sirvieron en el restaurante de la universidad en Metz (Moselle) era “insuficiente para alimentarse” (20Minutes, 10/2). “Una botella de agua, un yogur y 200 g de ravioles. Esta comida, junto con el yogur, tiene 400 kcal. Para un hombre, la ingesta recomendada es de 2.400 kcal por día”.
El gobierno de Macron utilizó estas escenas de hambre, creadas por sus políticas de precarización y destrucción de la educación, para intentar forzar la vuelta a clases presenciales en los campus.
Pero no sólo se trata de alimentos y de colas del hambre. En medio de una pandemia que registra más de 3,3 millones de contagios y 80.000 fallecidos, la mayoría de ellos en centros urbanos como París, las colas también se realizan para conseguir artículos sanitarios. Así sucede, por ejemplo, en la asociación Linkee de la capital francesa, donde se reparte desde alcohol en gel y productos de limpieza hasta mascarillas. La asociación “recupera” alimentos y artículos que mayoristas, dueños de catering, supermercados y restaurantes tiran a la calle, muchos de ellos vencidos o a punto de vencerse. El suministro de artículos sanitarios y preventivos por parte del Estado es prácticamente inexistente. De septiembre a esta parte se duplicaron las toneladas de asistencia, dice el presidente de Linkee, Julien Meimon.
“Estas ayudas son indispensables”, explica Johant Rodriguez, una estudiante colombiana de 30 años. Otra estudiante tunesina dice que “Pagas, pagas y no te entra dinero… me dije que tal vez tendría que privarme de algo”, como la comida o la higiene.
“La crisis lo multiplica todo. Lo que hemos recopilado en tan poco tiempo te da una idea de la angustia”, analiza Sébastien Née. La Federación de Estudiantes de Rouen (FEDER), en particular, identificó a más de 700 estudiantes en una situación de precariedad alimentaria dentro de la Metrópolis de Rouen, Normandía. “Somos una metrópoli de 71 municipios, y cuando la gente está sufriendo, es una situación global. Este problema también afecta a las pequeñas ciudades y al campo, no hay que olvidarlo”, insiste Ronan Langlois, presidente de la GSU en Rouen.
Dimitri Deneuve, vicepresidente de la JCI en Rouen dice que “Aquellos que lo necesiten pueden registrarse a través de su oficina FEDER y venir a conseguir una cesta solidaria. Encontrarán comida, bebida, dentífrico, artículos de aseo, protección higiénica para la mujer, condones, etc. Considerando el contexto, esta es una generación que se ha sacrificado un poco, en las clases, en la vida social, y ahora en la alimentación”. No se trata de “sacrificios”, sino de una política criminal ejecutada por Macron.
Jean-Luc Mélenchon en la Asamblea Nacional el 9 de febrero de 2021 dijo que “los 10 millones de pobres en Francia sufrirán aún más. Hay 8 millones que reciben asistencia alimentaria. Hay 300.000 personas sin hogar en nuestro país, incluidos 30.000 niños. 2.000 personas mueren en las calles cada año”.
El 4 de febrero miles de manifestantes de educación, salud, estudiantes, trabajadores de diferentes gremios alineados en la interprofesional, protestaron contra las políticas de Macron, y a favor del empleo, contra la precarización, la defensa de la ESR y los servicios públicos.