Escribe Federico Cano
Tiempo de lectura: 2 minutos
Durante el último viernes 13, el gobierno bonaerense reabrió la paritaria docente, tal cual estaba pautado en la paritaria "corta" firmada a comienzos de año. El 30% que el FUDB y el gobierno de Kicillof habían firmado ha sido pulverizado por una inflación que se instala por encima del 50%. El acuerdo original contemplaba un 14,1% de aumento en marzo, 7,9% en julio y 13,2% en septiembre, con una reapertura en noviembre. Avizorando una crisis con los docentes en el curso de la campaña electoral, el 13 de julio pasado Axel Kicillof decidió adelantar 8 puntos de la última cuota para julio y reabrir la discusión en agosto. El descontento salarial, sumado a la sobreexigencia laboral en pandemia, le hicieron tomar nota de la situación. El gobierno de Kicillof, sin embargo, no hace mención de las condiciones en las que se desarrolla la educación en medio de la crisis sanitaria ni la creación y el nombramiento de cargos, puntos de los más sentidos por la docencia bonaerense.
El FUDB (encabezado por Suteba, Udocba y Feb) fue a la reunión con el gobierno sin ningún mandato. No hubo, siquiera, una sola reunión de delegados o asamblea en la que se abriera el debate en torno a las necesidades salariales de los docentes. Al finalizar el cónclave, las conducciones sindicales despacharon un comunicado que no dice nada, apenas generalidades. Nuevamente el salario docente, en momentos en que como nunca arrecian la desocupación y la subocupación entre los trabajadores de la educación, se discute a espaldas de los interesados. No hubo avances, apenas promesas.
El fracaso de esta reunión hace juego con el de la Paritaria Nacional Docente, del lunes pasado, encabezada por el ministro de Educación, Nicolás Trotta, en el marco de la promesa oficial de reabrir las paritarias. El resultado de la reunión, tal como informó Política Obrera, fue igual a cero. La burocracia sindical vuelve con el verso de que “el salario le gane a la inflación” y los porcentajes, para volver a acordar sumas en negro, por fuera del salario básico -y por lo tanto no impacta en las jubilaciones- y, seguramente, en nuevas cuotas. Lo concreto es que el salario básico de un docente recién en septiembre será de $37.000, la mitad de una canasta de pobreza y quedando a kilómetros de distancia de una canasta familiar, calculada alrededor de los $120 mil pesos.
Es necesaria una verdadera reapertura de paritarias con una participación activa de la docencia. Cada escuela, en asamblea, debiera discutir la situación salarial y formular un mandato para refrendarlo en asambleas y reuniones de delegados en cada distrito. En pleno proceso electoral, las conducciones sindicales están más preocupadas por no hacerle olas al gobierno al que se han integrado y hoy en disposición de encorsetar cualquier acuerdo a las restricciones fiscales que impone el FMI con el que el conjunto de las fuerzas políticas se apresta a acordar. No sólo es necesario discutir el salario: la presencialidad en pandemia, la infraestructura escolar, la creación y nombramiento de cargos, la subocupación galopante son parte de una agenda que la docencia deberá poner de pie, superando el inmovilismo oportunista de las conducciones gremiales.
El programa que levantamos es: la apertura inmediata de las paritarias. Planteamos un aumento del 60% de salarios y jubilaciones y un sueldo básico acorde a la canasta familiar ($120 mil pesos), indexado por inflación. Ninguna cifra por fuera del básico y rechazo a las cuotas. Que ningún acuerdo se firme sin el mandato de la docencia. Salario de emergencia para los que no pudieron acceder a cargos/módulos por la pandemia. Por asambleas y plenarios de delegados con mandato en todos los sindicatos docentes para organizar la lucha.