Darién, otra crisis humanitaria

Escribe Sergio Escalas

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A través de la selva conocida como “el tapón de Darién”, un cruce entre Colombia y Panamá, decenas de miles de migrantes cruzan cada año escapando de la miseria en sus países de origen. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), perteneciente a la ONU, señala que un total de 13.425 personas han cruzado el Darién en los tres primeros meses de 2022, más del doble de quienes lo hicieron en el mismo periodo hace un año. En su informe releva, además, decenas de muertos en lo que va del año y al menos 288 casos de abusos sexuales, todas cifras en aumento.

Por otra parte, dicho organismo informó que entre quienes cruzaron la región del Darién durante 2021 la mayoría fueron haitianos, cubanos y venezolanos, seguidos por ciudadanos de países tan lejanos como Bangladesh, Ghana, Uzbekistán y Senegal.

Este año, la OIM ha reportado el incremento de migrantes provenientes de Venezuela, país del que se registra un éxodo de más de 6 millones de personas desde 2015, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados. Su presencia en la selva de Darién se multiplicó por diez en los últimos meses.

El infierno del Darién es el resultado de una geografía que atrapa a los caminantes entre pantanos y barro o los ahoga en los ríos. La Loma de la Muerte clava los pies en el barro y mina la resistencia de los emigrantes. La Bajada de la Llorona resulta una rompehuesos y se queda con el resto de las fuerzas de quienes intentan cruzarla. Además de todos esos obstáculos, se multiplica el sufrimiento de los contagios por dermatitis cercarial, una erupción provocada por cercarias, larvas de parásitos que suelen hospedarse en caracoles de río y otras fuentes de agua de las que se ven forzados a beber los migrantes. Otro de los riesgos constantes son los robos, violaciones y todo tipo de crímenes perpetrados en la selva, aunque prácticamente nadie cuenta quiénes cometen esos delitos.

La zona es "controlada" por el Clan del Golfo, la banda criminal más grande de Colombia. El tráfico de migrantes en el Golfo de Urabá agita una economía clandestina de cifras elevadas. Para pasar desde Turbo, distrito de Colombia, hasta Panamá vía mar, a un viajante le pueden cobrar entre U$S200 y U$S400; los trayectos por tierra, desde la localidad turística Capurganá, cuestan de U$S25 a U$S100. En muchos casos, si un migrante no tiene cómo pagar, se ve forzado a transportar entre 5 y 10 kilos de cocaína por la trocha, a manera de compensación para esta mafia. El Clan del Golfo es una organización sofisticada que tiene una estructura organizacional estable, reforzada por negocios legales como la ganadería y un portafolio amplio de actividades criminales que incluyen la extorsión o la venta de servicios de coerción. Hay estimaciones que hablan de 3.000 miembros; otras contabilizan hasta 13.000. Recientemente, el Clan del Golfo anunció un "un cese unilateral de hostilidades ofensivas" para buscar "caminos de paz" ante la "era distinta" que se abre en Colombia con la investidura de Gustavo Petro como presidente del país.

El carácter humanitario de la crisis migratoria se hace brutalmente manifiesto en la selva del Darién.

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