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La derrota de la selección inglesa frente a Italia, que mandó al país de los tres leones a competir en la liga “B” del fútbol europeo, podría ser una buena metáfora de la crisis que sacude al imperialismo británico.
Los días de luto por el fallecimiento de la reina Isabel II ni siquiera sirvieron de tregua. La llegada al trono de su resistido primogénito, Carlos III, fue ciertamente tormentosa, celebrada con movilizaciones independentistas por parte de los países del Reino (des)Unido.
La prensa internacional destacó que por estos motivos “Carlos III podría ser el último rey del Reino Unido”. El rechazo a la monarquía es masivo en la juventud, un 50% según las encuestas (El País, 23/9). A los cinco días de asumir el trono, el rey se pidió vacaciones.
El ‘descenso’ que afecta a la monarquía y a la unidad de su reino es el reflejo de una aguda crisis económica y social, agravada por la pandemia, primero, y por la guerra imperialista después.
El ‘Brexit’, que debía habilitar el desarrollo económico de la isla sin las trabas de la Unión Europea, derivó en la renuncia de su impulsor, Boris Johnson, la mayor tasa de inflación de los últimos 40 años, una deuda pública del 100 % del PBI y la amenaza de una recesión.
La clase obrera se convirtió en un factor protagónico de la crisis, con una oleada de huelgas que fue denominada como “summer of discontent” (verano de descontento), en referencia a las huelgas generalizadas del “winter of discontent” (invierno de descontento) de 1978-9.
La primera ministra, Liz Truss, regresó del período de luto con un plan de medidas para enfrentar esta situación crítica. Un esquema ‘trumpiano’ de rebaja de impuestos a las grandes empresas, desregulación financiera, ataque a los derechos sociales y al medioambiente.
Según los anuncios, el gobierno bajará el impuesto a las ganancias, sobre la renta, a las sociedades y a la compra de viviendas en Inglaterra e Irlanda del Norte. De acuerdo con el ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, esto “hará que el Reino Unido sea más competitivo”.
En relación a la banca, el gobierno derogó una de las reglas acordadas en la Unión Europea tras la crisis financiera de 2007-8, según la cual la bonificación que percibe un banquero no puede superar el doble de su salario anual, a menos que haya un acuerdo entre accionistas.
“Una sólida economía británica siempre ha dependido de un fuerte sector de servicios financieros. Necesitamos bancos globales para crear empleo aquí, invertir aquí, y pagar impuestos en Londres, no en París, no en Frankfurt, no en Nueva York”, apuntó Kwarteng.
El gobierno conservador también decidió revertir el aumento de la contribución a la seguridad social que había determinado el gobierno anterior y anunció una reforma que impondrá a los 120 mil beneficiarios que perciben el llamado “universal credit” (ingreso mínimo).
“Se pedirá a quienes trabajan menos de 15 horas y perciben el ‘living wage’ (salario mínimo de subsistencia) que tengan entrevistas laborales regulares y adopten medidas para aumentar sus ingresos, o verán reducidas sus ayudas sociales”, detalla el anuncio.
El mercado laboral del Reino Unido sufre una escasez de mano de obra. Por ejemplo, el Servicio Nacional de Salud tiene 100 mil vacantes sin llenar, por la combinación de bajos salarios y altísimos niveles de estrés laboral que derivaron en renuncias masivas.
Kwarteng también advirtió sobre un ataque al derecho de huelga, que se limitaría a los casos en los que las negociaciones salariales fracasaron. El gobierno anterior ya había autorizado la contratación de personal temporario para atenuar los impactos del paro.
Antes del fallecimiento de Isabel II, Truss había dispuesto una partida de alrededor de 60.000 millones de libras para contener el impacto del precio de las tarifas de gas y electricidad. A pesar de ello, se calcula que las facturas domésticas se triplicarán con la llegada del invierno.
La batería de anuncios a favor del gran capital no logró, sin embargo, satisfacer a los mercados, que desconfían de su capacidad para revertir un cuadro de contracción que no se registraba desde la pandemia. La libra esterlina se desplomó a su valor más bajo en los últimos 37 años.
Junto a los anuncios en económicos, Truss se comprometió a aumentar el apoyo militar a Ucrania “el tiempo que sea necesario”. La primera ministra calificó de chantaje la decisión de Rusia de cortar el suministro de gas a Europa.
“No vamos a depender de aquellos que quieren utilizar la economía mundial como un arma”, afirmó, en una curiosa definición para quien preside un Estado que supo usar su poderío comercial y financiero para subyugar a continentes enteros durante siglos.
El sostenimiento a la guerra de la OTAN vino acompañado por la decisión de aumentar el tamaño del ejército del Reino Unido por primera vez desde la Guerra Fría. A tal efecto, Truss destinará al menos 52.000 millones de libras.
En relación a la crisis energética, la propuesta del gobierno conservador es levantar el veto al 'fracking'. La fracturación hidráulica estaba prohibida en el país desde 2019. El ministro de Energía, Rees-Mogg, afirmó que “parte de la oposición al 'fracking' es financiada por Putin”.
Rápidamente, el nuevo gobierno y sus planes tendrán que medir fuerzas con la clase obrera. La primera semana de octubre se reanudará la huelga de los ferroviarios, aplazada por la muerte de Isabel II. Junto a ellos pararán los trabajadores del subte en defensa de su salario.
También entraron en huelga los trabajadores portuarios de Liverpool, que rechazaron la oferta salarial y amenazan la continuidad de las cadenas de suministro. Coincidirán con una segunda huelga de ocho días en Felixstowe, el mayor puerto de contenedores del Reino Unido.
A la huelga de los trabajadores del transporte, se sumarán en octubre los de la salud. “El servicio de enfermería está espantado por esta decisión de dar prioridad a los banqueros sobre el Servicio Nacional de Salud”, dijo Pat Culllen, del Royal College of Nurses (Página/12, 24/9).
La burguesía británica pretende hacer frente a su declinación con un plan de guerra contra las masas. La llegada del invierno, como hace 40 años, puede convertir al “verano del descontento” en una huelga general. Una continuidad de los acontecimientos en Chequia text
Sería el inicio de un nuevo rumbo para la clase obrera en Europa.