El Salvador: “Bukele ha secuestrado a dos mil niños y niñas y ejecutado a 1600 jóvenes”

Escribe Olga Cristóbal

“La mafia de las pandillas será sustituida por la mafia del Estado”

Tiempo de lectura: 6 minutos

La semana pasada Nayib Bukele, presidente de El Salvador desde 2019 -quien se presenta a sí mismo como “el dictador más cool del mundo"- subió a sus redes un video [1] que exhibe el traslado de unos 2.000 presos al flamante Centro del Confinamiento de Terrorismo, quizás el penal más grande del mundo con capacidad para 40.000 prisioneros.

En el cuidado video, el director muestra celdas de castigo y talleres donde los presos serán obligados a trabajar. “Esta será su nueva casa, donde vivirán por décadas”, se jactó Bukele.

El video muestra muchachos, algunos muy jóvenes, que corren azuzados por guardias armados. Los raparon, están casi desnudos, la cabeza gacha, los ojos clavados en el suelo. Tienen los tatuajes típicos de los mareros, los jóvenes de las feroces pandillas salvadoreñas devenidas mafias trasnacionales.

Bukele, un millenial de 41 años que se jacta de gobernar por Twitter, ordenó que les sirvan solo dos comidas diarias: tortilla de mañana y frijoles a la noche. “Cuando los niños pobres puedan comer pollo, comerán pollo los asesinos”, dijo.

Bukele, a partir de una reguera de asesinatos que le vinieron como anillo al dedo, el año pasado suspendió todas las garantías constitucionales, bajó la edad de imputabilidad a 12 años, eliminó todo límite a la detención provisoria, el derecho a tener abogado y la libertad de prensa.

Amparado por el estado de excepción, en los últimos meses secuestró por lo menos a 64.000 jóvenes -supuestos pandilleros- y militarizó pueblos y regiones enteras, “instaurando políticas penitenciarias que violan derechos humanos elementales. Ejecuciones sumarias, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y torturas han sido documentadas por organismos de las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales”. (LN, 7/3).

Según Amnistía Internacional, hay secuestrados alrededor de 2.000 niños y niñas. Los presos sobreviven “en un hacinamiento extremo” y ya hay denunciados 1.600 muertos desde setiembre. Incluso antes de que comenzaran las razzias, El Salvador tenía una de las tasas más altas de encarcelamiento del mundo.

Muchos jóvenes fueron apresados por vivir en barriadas, tener tatuajes o mostrarse nerviosos. Sus madres blanden ante los medios internacionales certificados de estudio o de trabajo de sus hijos para probar que no eran delincuentes. Pasaron de ser víctimas de los mareros a ser víctimas de Bukele. Los padres y hermanos que fueron a reclamar quedaron detenidos, por lo cual sólo se ven mujeres pidiendo por el paradero de sus hijos.

“El dictador más cool del mundo”

Bukele se estrenó en política en 2012, como candidato del Frente Farabundo Martí, la guerrilla castrista que peleó entre 1980 y 1992, y terminó en la presidencia del país en 2009, prudentemente descafeinada y corrupta hasta los tuétanos. En 2015 Bukele rompió con el Farabundo y ganó la intendencia de la capital prometiendo terminar con las maras y con las corruptelas del Farabundo y de ARENA, el otro partido salvadoreño, de ultraderecha.

Con una campaña basada en un supuesto descenso de los homicidios en la Capital, Bukele se convirtió en presidente en 2019. Meses después echó al fiscal general, que seguía varias causas por corrupción que lo involucraban a él y a altos funcionarios, incluidos jefes militares. También echó a los jueces de la Corte Suprema y los remplazó por otros que autorizaron la reelección presidencial, prohibida por la Constitución.

Los conflictos con Estados Unidos comenzaron en 2019, cuando Bukele negoció con la mara Salvatrucha/MS 13 y la Barrio 18 -en detrimento de las otras- la reducción del número de asesinatos públicos a cambio de apoyo financiero, de liberar a algunos líderes y bloquear las extradiciones a Estados Unidos. El gobierno de Biden sostiene que Bukele se asoció a las maras y desmiente que los asesinatos hayan disminuido. En realidad, dicen, “que los cuerpos de las víctimas eran enterrados u ocultados de alguna otra forma”.

Según el Departamento de Estado, las negociaciones incluyeron el apoyo electoral de las pandillas y le garantizaron a Bukele el control mayoritario del Congreso.

En febrero de 2020, los legisladores se negaron a financiar la tercera etapa del Plan Control Territorial. Bukele entró con decenas de efectivos del Ejército y la Policía a la Asamblea Nacional para convencerlos.

Delincuentes de exportación

Las maras -la Mara Salvatrucha o MS13, la primera- nacieron en los barrios pobres de Los Ángeles, California, en los años 80. Formadas por jóvenes inmigrantes desplazados por la guerra en El Salvador, Guatemala y Nicaragua, rápidamente ganaron el control de las calles a las pandillas mexicanas y heredaron sus negocios: el narcotráfico en primer lugar, pero también las extorsiones y la “protección” forzosa de comerciantes. Durante los años 90 muchos mareros detenidos en cárceles de Estados Unidos se afianzaron en el mundo del crimen.

A fines de los 90, Bill Clinton los deportó masivamente. Entre 2004 y 2005, aproximadamente 20.000 mareros fueron enviados a El Salvador, Honduras, Guatemala y otros países. Las maras se convirtieron en organizaciones trasnacionales con células en las prisiones y en las barriadas, donde reclutaron niños y jóvenes que buscaban alguna protección en un contexto de violencia, desmembramiento familiar y enorme miseria. El reclutamiento incluía como prueba inicial el asesinato o aceptar una violación grupal, en el caso de las chicas. Las maras ofrecían protección y pertenencia, pero desertar se pagaba con la muerte. Sus negocios iban desde el narcotráfico hasta la extorsión, contrabando de armas, sicariato y secuestros.

Las pandillas aterrorizan a la población a fuerza de cobrar peajes, controlar territorios, multar a los comerciantes y transportistas y multiplicar las violaciones y muertes. Sin embargo, en la última década, a partir de las negociaciones con el Estado y las fuerzas políticas, las maras “dejaron de estructurarse como pandillas para constituirse en mafia tradicional”.

Se ignora qué negoció Bukele con las maras. Pero uno de los fundadores de la Salvatrucha, Élmer Canales Rivera, alias Crook, que debía ser extraditado a Estados Unidos, fue visto tan campante en la capital mexicana. En unos audios Carlos Marroquín, secretario de Reconstrucción del Tejido Social en la casa presidencial de Bukele, cuenta cómo él, personalmente, lo llevó hasta Guatemala. El temor de Bukele, obviamente, es que si extradita a los mareros éstos cuenten sus acuerdos y negocios con el gobierno salvadoreño.

Muchos entendieron los videos repartidos en marzo sobre inauguración de la cárcel como una respuesta a un comunicado del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que denuncia que con la excusa de frenar la violencia el gobierno salvadoreño refuerza su involucramiento con las maras.

Nadie desmiente que ahora las cúpulas, que antes solían dar órdenes y nombrar delegados aún en prisión, parecen desarticuladas. Juan Martínez d’Aubuisson, un antropólogo salvadoreño reconocido por su trabajo de campo dentro de las pandillas, opina que la mafia de las pandillas será sustituida por “la mafia del Estado, un conjunto de personas, orientadas por un solo líder y que utilizan los mecanismos estatales para enriquecerse de forma ilícita y amedrentar o eliminar a su competencia”. Las contrataciones o los gastos del gobierno de Bukele son desconocidos: destruyó cualquier tipo de regulaciones u organismos de control. “Bukele se va a reelegir y no creo que las maras vuelvan. Su imperio ha terminado. Ahora inicia el imperio de la mafia del Estado", opina Martínez d’Aubuisson. (El País, 19/2).

El hartazgo del pueblo salvadoreño con los asesinatos a mansalva y la corrupción de los dos partidos tradicionales tal vez explique por qué Bukele, que predica que es “un instrumento de dios”, tiene el 94,9 % de aprobación en su país, el más alto de los presidentes del continente.

Sin embargo, este horizonte ofrece sus matices. La adhesión masiva a la mano dura de un país aterrorizado por las maras y con índices de pobreza escandalosos empezó a debilitarse en setiembre del año pasado, cuando se produjeron movilizaciones contra las restricciones a las libertades democráticas. “¡Nosotros los pobres lo pusimos ahí!”, dijo una mujer que buscaba noticias sobre su hijo: “Pero somos los pobres los que ahora estamos sufriendo”.

Otro punto que erosiona el poder de Bukele es que apostó por el bitcoin, convirtiéndose en el primer país del mundo en adoptarlo como moneda de curso legal. El bitcoin se ha desplomado un 45 % desde que El Salvador lo adoptó oficialmente a principios de septiembre.

La barbarie represora del salvadoreño ha despertado aplausos entre los fascistas de todo el mundo. En la Argentina, el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, dijo que la imagen de cientos de presos amontonados en la nueva cárcel “es música para mis oídos”. Y pidió adoptar el trabajo forzado de los presos “para que se mantengan a sí mismos y a sus familias”. Sobre asociarse al narco no dijo nada.

Notas:

[1] https://twitter.com/i/status/1629165213600849920

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