20 años de la invasión de Estados Unidos a Irak

Escribe Norberto Malaj

Tiempo de lectura: 5 minutos

Cuando se cumplen dos décadas de la invasión norteamericana a Irak, Esteban Wertheim, un calificado especialista yanqui sostiene que “Estados Unidos está tratando de olvidar que la guerra de Irak sucedió” (The Guardian, 17/3). Esa invasión fue apoyada por Biden como senador y por el Congreso norteamericano. La mentira que justificó la agresión, la existencia de “armas de destrucción masiva” en Irak, fue validada por toda la prensa ‘libre’ de Estados Unidos.

“La invasión encabezada por EE.UU. no solo destruyó Irak, sino que desplazó a unos 9 millones de personas, mató al menos a 300.000 civiles mediante la violencia directa y devastó el ya precario entorno de Irak . Más de 4.400 estadounidenses también murieron y cerca de 32.000 resultaron heridos en acción solo en Irak. La invasión también desestabilizó la región y es sin duda una de las principales causas de la actual crisis migratoria global. El número de personas desplazadas por todas las guerras posteriores al atentado del 11 de septiembre de 2001, en EE. UU., se extiende al menos a 38 millones de personas, supera el total de desplazados por todas las guerras desde 1900, excepto la Segunda Guerra Mundial" (Moustafa Bayoumi, profesor del Brooklyn College, New York, íd., 14/3). EE.UU. ´invirtió´ en los 8 años que duró la invasión más de 845 000 millones de dólares. El saqueo de museos y ruinas de la civilización asiria, una de las más importantes de la antigüedad, fue descarado tras la invasión. Los índices de malnutrición de Irak se duplicaron en pocos años.

Ninguna guerra imperialista, desde el ´incidente´ del Maine en La Habana en 1898, pasando por aquel otro en el golfo de Tonkin, en 1964, se inició sin recurrir a una gran mentira. La de Irak superó con creces cualquier otra: Irak fue acusada, sin ninguna prueba, de poseer arsenales químicos y nucleares. Ninguna agencia de inteligencia en el mundo, ni la CIA, ni institución alguna de carácter técnico, suscribió esa afirmación. Pero la gran prensa, con el The New York Times a la cabeza, la ´compró´.

En la sangrienta guerra Irak-Irán de fines de los años 70-principios de los 80 —donde murieron casi un millón de almas— Saddam Hussein había actuado como punta de lanza de Estados Unidos para aplastar la revolución iraní que acabó con el reinado del Sha Reza Phalevi.

Años después, sin embargo, el imperialismo norteamericano chocó con el dictador irakí por las reservas petroleras de la región. Paul Wolfowitz, sub-secretario del Departamento de Estado, declaraba en mayo de 2003, dos meses después de iniciada la invasión: “Veámoslo de forma sencilla. La diferencia más importante entre Corea del Norte e Irak es que, económicamente, en Irak no teníamos alternativa. El país nada en un mar de petróleo”. Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, dice en sus memorias que lo que llevó a EE.UU. a invadir Irak fue capturar su petróleo. Otra versión indica que el detonante de la guerra fue la decisión de Hussein, en 2002, de aceptar euros en lugar de dólares en pago por su petróleo. Alemania y Francia puenteaban a Estados Unidos, se opusieron a la guerra. La troika bélica consistía en Busch, el inglés Blair y el derechista Aznar.

La guerra más anunciada

Las hostilidades contra Irak se iniciaron mucho antes de desatada la guerra. En 1981, Israel destruyó en un ataque aéreo ´preventivo´, instalaciones que tenían por objeto el desarrollo de energía nuclear en Irak. Diez años después Irak invade Kuwait. Este emirato había sido el principal financista de Irak durante la guerra contra Irán. Ante la imposibilidad de pagar sus deudas, Saddam Hussein decide invadir Kuwait. Se produce entonces una primera intervención imperialista que desaloja a las tropas irakíes y las hace retroceder hasta su frontera. El imperialismo mundial impone sanciones económicas de todo tipo a Irak. A fines de 1998 EE.UU. y el Reino Unido desatan la Operación Zorro del Desierto, que destruye en fulminantes raids aéreos arsenales, instalaciones y sistemas de defensa de Irak. Simultáneamente se le imponen a Irak dos zonas de exclusión sobre el espacio aéreo en el norte -la zona kurda- y la zona sur.

Cuando en 2001 se producen los famosos ataques contra las torres gemelas, Bush hijo vinculó sin ninguna prueba a Al Qaeda con Saddam Hussein y dio órdenes al Pentágono para preparar la invasión del país.

Según todos los observadores, se cometieron demasiados errores en Irak. El más importante fue desmantelar a las fuerzas armadas y policiales de Irak tras la ocupación del país. El caos que sobrevino fue inmenso. Tras la invasión se desató una virtual guerra civil, de enfrentamientos entre diversas fracciones y clanes de organizaciones y milicias, sunitas y chiítas.

De My Lai a Abu Ghraib, de Hue a Fallujah

La guerra contra Irak introdujo varios elementos reproducidos después en todas las guerras que le siguieron. En Irak, los norteamericanos recurren a ´contratistas´, en los que tercerizan tareas militares. Como ocurre en la actualidad en la guerra de Ucrania y, antes, en Libia y Siria especialmente.

La invasión propiamente dicha se inicia el 19 de marzo de 2003. Un mes después, el 19 de abril los tanques norteamericanos ingresaron a Bagdad. Al momento de la invasión Irak casi no poseía fuerza aérea. La superioridad del armamento de EEUU deshizo fácilmente la resistencia de las fuerzas armadas de Saddam Hussein.

Con el tiempo la invasión desató crisis políticas cada vez más agudas. Bush pretendía imponer un “cambio de régimen”, mediante el transplante de millonarios irakíes residentes en Estados Unidos. Desde un principio no pudieron formar un elenco gobernante. A la inversa, se desarrollaron focos rebeldes contra estas iniciativas. En especial por parte de las facciones shiitas apoyadas por Iran. Estados Unidos recurrió a métodos de terror. El caso más resonante fue el abuso de prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib, en abril de 2004. Los oficiales dispersos del ejército de Saddam Hussein se reagruparon con sectores de Al Qaeda para someter a ataques implacables al ejército norteamericano. La resistencia popular organizada por este bloque alcanzó entre 2004 y 2007 su mayor envergadura.

En noviembre de 2004, con un gobierno iraquí fantoche ya en funciones, se produce la segunda ofensiva sobre la ciudad de Faluya, la batalla más sangrienta de la guerra hasta entonces, descrita por militares de EE.UU. como «el más pesado combate urbano desde la batalla de Hue en Vietnam». En el asalto, el ejército norteamericano utilizó fósforo blanco como arma incendiaria contra los insurgentes. Tras 46 días de batalla, EEUU deja 95 cuerpos propios, contra 1350 bajas iraquíes. Faluya fue devastada.

En 2008 Faluya se levanta de nuevo. Esta vez, EEUU busca la mediación de autoridades religiosas y aceptan la designación de antiguos militares del régimen de Saddam Husein como encargados de la seguridad de la ciudad.

A fines de ese año George W. Bush firmó un acuerdo de seguridad con el gobierno iraquí que estipulaba el calendario para la retirada gradual de las fuerzas de EE.UU.

La retirada de Irak en 2011 no fue tampoco definitiva. En 2014 los yanquis volvieron a enviar tropas para combatir al Estado islámico. La salida del imperialismo norteamericano de Irak, tras la invasión, se produce en peores condiciones de las que ingresó.

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