Escribe Sebastián Chirino
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El sindicato de trabajadores de la industria automotriz estadounidense (UAW por sus siglas en inglés) ha lanzado una huelga coordinada en tres grandes plantas de Estados Unidos, General Motors, Ford y Stellantis, que controla a Chrysler. Las tres suman en sus líneas unos 12.700 obreros afiliados al UAW.
El 15 de septiembre venció el convenio colectivo que regía la actividad de estas empresas desde hace cuatro años. UAW y las tres grandes patronales negociaron desde julio un nuevo convenio. El jueves 14, a las 22, el presidente de UAW anunció que desde las 00 del viernes 15 comenzaban los paros rotativos en las tres grandes fábricas. La estrategia es llevar adelante paros rotativos en las distintas plantas de las tres grandes marcas. Según informa El País de España, “en las tres se han agrupado piquetes durante la noche y el seguimiento ha sido masivo”. La medida había sido votada en un plebiscito por el 97% de los 146.000 afiliados de las tres compañías. Por el momento están de paro efectivo unos 13.000 trabajadores. La burocracia sindical, sin embargo, ha excluido de la lucha a los trabajadores de las autopartistas. La dirección de la UAW ha sido renovada a favor de su ala ´combativa´. Pero va a la huelga contra su voluntad.
UAW reclama un aumento de sueldo del 46% en cuatro años, -aunque, según informan algunos medios, esta cifra podría flexibilizarse por debajo del 40%-, una semana laboral de 32 horas con 40 horas de salario; el restablecimiento de las pensiones tradicionales con prestaciones definidas para los nuevos contratados y compensaciones por la inflación, entre otras reivindicaciones. Lo que se está discutiendo de fondo es una recomposición de las pérdidas que los mismos sindicatos aceptaron cuando “las empresas atravesaban dificultades a raíz de la crisis financiera y la Gran recesión. Ahora que la salud económica del sector ha mejorado, -los trabajadores- se quieren resarcir” (El País, 14/9).
Las patronales han obtenido ganancias extraordinarias, principalmente desde la pandemia. Ahora, consideraron “inadmisibles” las demandas de los trabajadores, “en un contexto en que necesitan hacer frente a grandes inversiones para diseñar vehículos eléctricos y construir baterías y plantas de montaje para el futuro, mientras mantienen en marcha las actuales de coches de combustión”. Argumentan que subir los sueldos tanto como exigen los sindicatos impediría a los fabricantes estadounidenses competir con los de otros países. Tesla, el líder de los coches eléctricos , no está afectado por la huelga y sus trabajadores no están sindicalizados.
En paralelo también hay un conflicto por el encuadramiento de los trabajadores de las nuevas plantas de baterías que se están construyendo por todo el país al calor de los incentivos fiscales al coche eléctrico, para que puedan afiliarse al sindicato UAW y se les apliquen las condiciones salariales del sector. La lucha abierta contra la precarización laboral ya está instalada en las nuevas fábricas de autos eléctricos.
Las estimaciones de las pérdidas que se proyectan en caso de una huelga general de la industria automotriz rondan los 5.000 millones de dólares para los primeros 10 días. Desde la UAW sostienen que tienen más de 825 millones de dólares de su fondo de huelga, para pagar a sus 150.000 miembros 500 dólares a la semana durante casi tres meses. La huelga de GM, durante seis semanas en 2019, le costó a la empresa 2.900 millones de dólares.
Esta huelga se presenta como la más importante de una tendencia general de la clase obrera estadounidense. Este año los conflictos suman casi 300, como la huelga de los actores y guionistas de Hollywood, de los limpiadores de hoteles, de los camareros de Starbucks y McDonald’s, de numerosas huelgas docentes y de los empleados de hospitales. “Estados Unidos vive un verano de conflictividad laboral. La elevada inflación ha distanciado las posiciones de empleadores y sindicatos en algunos sectores. Ninguno de ellos es tan importante como el del automóvil, el motor industrial de un país en el que el coche es casi imprescindible” (El País, 14/9).
El conflicto se presenta como un riesgo para el gobierno de Biden. “El jueves por la noche habló por teléfono con Fain (presidente de la UAW) y los dirigentes de los fabricantes para hacer balance de las negociaciones.” (Semana.com 14/9). Biden espera que la huelga sea ´conducida´ a buen puerto pronto.