Tucumán

La vida del obrero vale más que las ganancias del capitalista

Escribe Daniel Blanco

Tiempo de lectura: 3 minutos

Un botón sirve de muestra. Aunque han pasado muchos años aquí hay un ejemplo que tiene plena actualidad.

Es el texto de una carta enviada en octubre del 2005 por Vicente Lucci, quien entonces era el presidente de Citrusvil. SA y del Grupo Lucci y a la vez presidente de la Fundación del Tucumán (una suerte de filial de la Fundación Mediterránea) al periódico “El Taficeño”, un medio grafico local de la ciudad de Tafi Viejo.

En dicha carta Vicente Lucci polemiza con el periodista dueño del diario que había criticado las condiciones laborales en sus empresas.

Lucci sostiene que “Los empleados son personas que tienen que trabajar en cuerpo y alma para la empresa, sin pensar en límites horarios ni feriados; para ello se les paga. Cuando alguien trabaja en una compañía debe estar consciente que le pertenece a cambio de la remuneración que recibe. En mi empresa se exige a todo el personal estar disponible las 24 horas de los siete días de la semana. Es así como se logra productividad y sentido de pertenencia. Continuamente yo y mis hijos, Daniel y Pablo Lucci, nos encargamos de hacer entender al empleado, y en especial al personal jerárquico que deben hacer lo nosotros decimos tanto laboralmente como en su vida privada, es lo único que lo hará miembros de nuestra familia empresaria”.

No se trata del capricho delirante de un patrón de estancia, sino la concepción a la que aspira la clase capitalista de atomizar, reduciendo a la nada al obrero para someterlo a un régimen de esclavización indivisa.

En esa dirección apuntan los planes de reforma laboral y todas las políticas dirigidas a arrasar con los derechos y conquistas de los trabajadores que impulsan el FMI, los Milei, Bullrich o Massa.

Vicente Lucci ya no está, ha fallecido tiempo atrás. Siguen al frente de Citrusvil y del Grupo Lucci sus hijos.

Hoy Citrusvil y el Grupo Lucci son una de las más grandes empresas capitalistas de Argentina. Cuentan con más de 80 mil hectáreas en cuatro provincias: Salta, Catamarca, Santiago y Tucumán. Su principal negocio es la producción y procesamiento del limón. Tienen casi 8 mil hectáreas de plantaciones, producen 260 mil toneladas, exportan a 50 países. Es líder en Argentina y a nivel mundial en el procesamiento del limón. Es la principal empleadora en Tucumán llegando a ocupar más de 5000 trabajadores en el periodo de cosecha. Todos los cosecheros están tercerizados o directamente en negro trabajando en las fincas de la empresa.

Aparte de esto, el Grupo Lucci, se dedica a la producción de sorgo, maíz, caña de azúcar, soja, al engorde vacuno, a la producción de nueces, a la producción de biodiesel.

La patronal de Citrusvil ha llevado a la práctica lo que el padre fundador de la empresa volcó en la carta que publicamos más arriba, y en el caso de la producción limonera ha impuesto un régimen de superexplotación extremo. A la par del carácter tercerizado de la mayoría de los cosecheros, rige el sistema de salario a destajo que obliga a deslomarse para que en las temporadas de cosechas que duran cuatro o cinco meses, los trabajadores puedan reunir ingresos que, en la actualidad debidos a la escalada inflacionaria, son cada vez más escasos. Los trabajadores están sometidos a todo tipo de atropellos y arbitrariedades laborales y salariales, e imponen una suerte de militarización del trabajo, donde los que se animan a organizarse y participar de algún reclamo, luego son sancionados, derivándolos a fincas menos productivas, más alejadas, con suspensiones y -si no escarmientan- con el despido.

En todos estos años, la patronal ha contado con la colaboración de todos los gobiernos y de las burocracias de la UATRE o del sindicato de la Alimentación que han dejado pasar todos estos atropellos.

Con particular saña, se ha empeñado en la persecución de los luchadores que se han agrupado en la Coordinadora de Limoneros Autoconvocados, para tratar de quebrar cualquier intento de organización independiente de los trabajadores.

Más que nunca, la vida del obrero y su familia vale más que las ganancias del capitalista.

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