Escribe Juan Arrecegor
Tiempo de lectura: 2 minutos
En la previa del partido que Argentina le ganó a Brasil por las eliminatorias del próximo Mundial, la policía militar brasileña reprimió a un grupo de hinchas argentinos en la tribuna del estadio Maracaná. Esto llevó a que varios jugadores se involucren para frenar el ataque, que Messi retire la selección nacional a los vestuarios y que el partido demore casi media hora su inicio.
Mientras ocurría la ceremonia inicial, se desató una gresca menor entre hinchas argentinos y brasileños, que estaban mezclados en la tribuna por resolución de la Confederación Brasileña de Fútbol, organizadora del evento. Tras ser separados por la seguridad privada del estadio Maracaná, el BEPE (Batallon Especial de Despliegue Rapido), que responde a la policia militar, irrumpió violentamente para atacar a la parcialidad argentina a la vista de todo el mundo y de los propios jugadores. Varios hinchas tuvieron que ser atendidos por el personal médico. Otros fueron detenidos, acusados por los “disturbios”. Finalmente el partido se jugó, con resultado de la victoria argentina por 1 a 0.
Hace apenas unas semanas, hinchas de Boca sufrieron hechos similares, con balas de goma y gases incluidos, en la playa Copacabana y también en la propia entrada del Maracaná, en ocasión de la final de la Copa Libertadores. También este año y en ese mismo estadio, fueron reprimidos los micros que transportaban a simpatizantes de Racing, mientras llegaban para ingresar a la cancha y, en agosto de 2023, en un partido contra Fluminense, hinchas de Argentinos Jr. fueron golpeados con bastones en las plateas por esta misma policía. Hechos similares ocurrieron también con equipos de Paraguay y otras parcialidades locales.
La policía militarizada de Río de Janeiro se caracteriza por la violencia. El gatillo fácil es un hecho cotidiano. Estas fuerzas de “élite” son conducidas por el gobernador Claudio Castro, del Partido Liberal de Bolsonaro, garante de la impunidad de la violencia policial. Por ejemplo, ha dilatado e intentado evitar -desobedeciendo una orden judicial- la incorporación de cámaras en los uniformes de los batallones como el BOPE, con el fin de evitar la filtración de los crímenes y abusos constantes que cometen en las favelas y barriadas.
La violencia en las tribunas del Maracaná por parte de las fuerzas de seguridad son parte de la represión cotidiana que azota a los trabajadores cariocas. La policía de esta ciudad fue nutrida recientemente por 3.700 militares ante la declaración de “emergencia de Seguridad”. Estos grupos policiales son indicados como los responsables de más de un tercio de las muertes violentas ocurridas en los últimos cuatro años en Rio de Janeiro. El presidente Lula se limita a tuitear contra el gatillo fácil.
Más allá de la rivalidad deportiva, los hinchas argentinos y brasileños debemos rechazar juntos los palos en las tribunas y las balas en los barrios por parte del Estado.