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Javier Milei apeló a uno de sus posteos de trasnoche para comparar a su DNU con los contratos petroleros que Arturo Frondizi firmara a partir de 1958, también a través de decretos. Milei cita a Frondizi cuando este justifica el “quebrantamiento de la rutina administrativa” para firmar contratos con petroleras extranjeras sin licitación previa y “bajo la responsabilidad del presidente”.
Milei llama a esos decretos los “DNU de Frondizi”, aunque en esos tiempos no existían los DNU. Los contratos de Frondizi fueron anulados algunos años después, entre otras cosas, por su manifiesta ilegalidad. Treinta años después, la democracia argentina, representada por Carlos Menem y Raúl Alfonsín, pactaba la reforma constitucional que le otorgaría legalidad a los decretazos, en nombre de la “necesidad” y la “urgencia” con el mismo argumento que había esgrimido Frondizi para justificar las concesiones petroleras en el discurso que cita Milei.
Desde 1994, ningún DNU fue rechazado por el Congreso. Ahora, el impugnador de la ´casta´ encuentra su palanca de gobierno en uno de los productos más genuinos de la ´casta´: la tendencia al gobierno por decreto y principalmente en las cuestiones trascendentes. En la historia de la ´casta´ podría agregarse otra categoría de fraudes políticos, como es la de los pases de bando y los diputruchos, al modo de aquel que en 1992 ocupó una banca para votar la privatización del gas. No nos impacientemos: Milei recién empieza y la historia de su DNU nos traerá nuevas versiones de esos episodios.
Pero en su posteo Milei no sólo reivindica al decretazo de Frondizi, sino también su propósito -la aprobación de “los contratos petroleros, que fueron los pilares del despegue de su gobierno” (sic)-. Milei se aprovecha de la brevedad de los tuits para recortar la historia argentina y, por lo tanto, falsificarla. Los contratos petroleros de Frondizi, firmados en nombre del “autoabastecimiento” y de la superación del estrangulamiento externo, condujeron en pocos años a un nuevo impasse económico y político. Aunque las inversiones petroleras permitieron reemplazar importaciones de combustibles, tuvieron como contrapartida un reflujo fenomenal de divisas en concepto de remisión de utilidades y “deudas” con casas matrices. Lo mismo vale para otras inversiones extranjeras que Frondizi habilitó en nombre del ´desarrollo nacional´ y la industrialización. Hacia 1962, la Argentina desarrollista padecía una crisis de balanza de pagos y endeudamiento más aguda aún que la de 1958. La ´democracia´ argentina sólo se acordó de la ilegalidad de los contratos petroleros después del agotamiento del experimento frondicista. En 1963, el radical Illia anuló los contratos, pero resarció generosamente a los grupos petroleros involucrados.
Seis décadas después, nos encontramos con un libertario que reivindica al desarrollismo, la alianza con el capital extranjero en nombre del “despegue” nacional”. Frondizi llamaba a su política un “nacionalismo en los fines” y llegó a la presidencia con el apoyo de Perón. Milei rinde tributo a esa tradición cuando afirma ser “un poco” peronista. En la devolución de gentilezas, Frondizi llevó al ministerio de Economía al abuelo político de Milei, Alvaro Alsogaray. Y el “compañero” Menem, a su hija María Julia y a otro mentor del actual presidente, Domingo Cavallo.
Milei, en su posteo ´frondicista´, ha reiterado el lugar común de todas las castas de las últimas décadas: zafar del hipotecamiento nacional con un boom de exportaciones, en este caso, de los hidrocarburos. El antecedente más inmediato en la materia lo parió el camporismo, que urdió las concesiones petroleras de Vaca Muerta hace ya una década atrás. Pero esta historia no es demasiado diferente a la del frondicismo: el salto en la producción y el “ahorro de divisas” ha tenido como contrapartida a un régimen leonino de remisión de utilidades y endeudamiento con las propias filiales. El mayor superávit comercial de la historia argentina (2020-2022) ha sido fagocitado por el pago de deuda privada. Milei ha llegado tarde a la receta desarrollista y no solo por la reciente experiencia petrolera. Las exportaciones cerealeras, en crecimiento desde los años 90, reiteraron la promesa desarrollista de erradicar la crisis de pagos con el exterior. Pero los records de siembra, producción y exportación de cereales de las últimas décadas constituyen una nimiedad frente a la carga fabulosa del endeudamiento, que se acerca al 140 % del producto bruto interno.
Un estallido exportador de minerales, agro o hidrocarburos sólo actuará como garantía de refinanciamiento de esa hipoteca. No hay nada de original en ello, pues la integración de Argentina al mercado mundial ha sido bajo la condición de criatura del capital financiero -ello, desde los tiempos de Roca, Juarez Celman y Pellegrini, los tiempos que idolatra Milei-.
Como también lo hacía Massa, Milei promete la “liberación de Vaca Muerta”, o sea, un programa de concesiones todavía más leoninas a los monopolios petroleros, cuyo punto de partida es la dolarización de los precios y tarifas de los combustibles. También en este punto el libertario ha llegado tarde, porque el curso de la economía mundial, por un lado, y la feroz competencia de la energía alternativa, del otro, auguran una baja de los precios del gas y del petróleo, en tanto que la expansión de Vaca Muerta será a costa de mayores costos de extracción.
Al reivindicar al desarrollismo, Milei apunta a los descendientes directos e indirectos de Frondizi, es decir, los Lousteau, Massa y compañía, que dicen discrepar con la “forma” (el decretazo), pero no con su contenido. El libreto que se redacta es el de la aprobación del DNU.
Pero Milei olvida un dato crucial de esta comparación histórica. Mientras la “casta” de la época (con burocracia sindical incluida) se mandaba a cuarteles de invierno frente a los decretazos de Frondizi, una nueva generación obrera protagonizaba huelgas generales portentosas, como la que se desató entre los petroleros y en el frigorífico Lisandro de la Torre. Como Milei, Frondizi le ofrendó al gran capital los beneficios de una escalada abierta contra la clase obrera, que fue enfrentada desde abajo.
Las comparaciones históricas deben hacerse en todo su alcance, más allá de los posteos de trasnoche.