Frente al default

Escribe Jorge Altamira

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El lunes 4, los tres grupos de acreedores que se formaron para negociar la deuda de Argentina de jurisdicción extranjera rechazaron la ‘oferta’ que les hizo llegar Martín Guzmán, en términos por demás inequívocos, pues no han querido siquiera recibir a la delegación nacional. Un día antes, Guzmán había ocupado una columna del Financial Times para ratificar la propuesta del gobierno de los Fernández, con apelaciones al corazón, pero también al bolsillo – el canje que propone Argentina, escribió, no implica una pérdida para los bonistas sino una reducción de beneficios. Fue una ‘gaffe’ de Guzmán: bajo el capitalismo, el beneficio lo juzga el cada uno de los capitalistas. La otra ‘gaffe’ la cometió cuando advirtió que la crisis financiera a nivel internacional hacía conveniente aceptar el ofrecimiento de Argentina, olvidando que la Bolsa norteamericana estaba subiendo a lo grande, gracias a los fondos que la Reserva Federal estaba inyectando en los fondos especulativos, y a la cabeza los dueños de la deuda de Argentina.

Esto significa que el próximo viernes, cuando vence la oferta de Argentina, debería haber un default. Pues no. Eso se verá dos semanas después, el 22 de mayo, cuando hay que pagar un bono ya vencido que se encuentra en plazo de prórroga, por u$s600 millones. Todo indica como están planteadas las cosas, que Argentina no pagaría. Este doble final de la pulseada tampoco asegura que haya default, porque el gobierno nacional evitaría una declaración formal y dejaría a los acreedores la iniciativa de reclamar el pago total inmediato de toda la deuda, y el recurso a la Justicia neoyorquina. Poca gente sabe que Venezuela no paga su deuda sin haber declarado un default y que una orden ejecutiva de Trump, dos veces prorrogada, ha impedido el enjuiciamiento de Venezuela en las cortes norteamericanas.

La explicación para esta situación singular está en otros factores y protagonistas de esta crisis. Los fondos, por un lado, han mostrado toda la intención de derribar, por lo menos, al ministro Guzmán, y barajar y dar de nuevo con el sucesor. Fogonean la campaña contra los presos ‘liberados’, que no es lo mismo que excarcelados, con el tema de la reunión presencial del Congreso, con los sobreprecios, con el copamiento del gobierno por la Cámpora y, claro, obvio y descontado, con la corrida al dólar y el trabajo de zapa de la banca nacional. No es evidente que quieran cobrar, y para eso necesitan una crisis política, o lo que quieren es una crisis política, que le prometería en el tiempo mucho más que cobrar unos dólares. Por de pronto, ayudarían a rescatar al acorralado Bolsonaro.

El fracaso de las negociaciones por la deuda de jurisdicción extranjera significa el seguro default de toda la deuda, o sea la que está en dólares y en pesos bajo jurisdicción local. Comprometería la emisión de deuda que está realizando el gobierno nacional para financiar a las compañías que operan en Argentina. Esto es suficiente para desatar una corrida bancaria. Si el joven Guzmán y los menos jóvenes Fernández son mínimamente serios, debieran sacar la conclusión que se impone: hay que bajar el pulgar a la deuda pública local y nacionalizar la banca. Por los intereses que representan, por su trayectoria y por sus alianzas políticas, esta variante no les pasa por la cabeza. Precisamente aquello que más debieran cuidar.

La gloriosa JP, degradada a la condición de La Cámpora, ¿ha discutido esta situación, o ya está informada de la salida de emergencia que se tomará para calmar a los acreedores? Un default, incluso general, es siempre una forma de seguir negociando de otra manera. Lo que el gobierno haga con el dinero destinado a pagar la deuda defaulteada, depende de sus intereses de clase, o sea que se usará para financiar superávits fiscales (más impuestos, cortes de gastos sociales y salarios), reformas laborales – no para un plan de viviendas, ni qué hablar de medidas más profundas y radicales. Pero un default el viernes o el 22 afecta a toda la deuda, provincias incluidas, a los bancos, al financiamiento público y a la continuidad del gobierno. La única salida, en el marco del derrumbe capitalista internacional, es meter la tijera contra la usura hasta el final y nacionalizar los bancos. Nosotros, los cuartainternacionalistas, en un marco de esas características, lanzaremos una campaña por el control obrero y la gestión obrera colectiva – de la salud, de la educación, de la industria y del conjunto de la economía.

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