A 50 años del Villazo (Parte III - final)

Escribe El Be

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Para el 20 de abril de 1974, las comisiones internas de Acindar, Metcon y Marathon, que protagonizaron el Villazo, convocaron un plenario nacional de sindicatos, comisiones internas, cuerpos de delegados, corrientes sindicales y activistas antiburocráticos, cuyo objetivo central era la derrota de la burocracia de la UOM que pretendía desconocer los acuerdos firmados durante la huelga. El plenario tenía una importancia trascendental para el conjunto de la clase obrera. La defensa de la recuperación de la Seccional Villa Constitución abría la posibilidad de dar un impulso a la lucha contra la regimentación del movimiento obrero a nivel nacional. En medio de la creciente ofensiva derechista y represora del gobierno peronista, la defensa del bastión de Villa Constitución era una apuesta vital para los trabajadores. Política Obrera sostenía entonces que “el plenario será una gran oportunidad, después de mucho tiempo, para que centenares de activistas antipatronales y antiburocráticos, lo mejor de la clase obrera, se reúnan para discutir los métodos y coordinación para luchar contra la política de miseria y represión creciente que impulsa el gobierno nacional”.

El plenario suscitó una enorme expectativa en la masa trabajadora. La reacción obrera en Villa Constitución tenía el enorme valor de haber puesto un freno a la ofensiva derechista que había avanzado en todo el país las semanas previas, incluyendo la acaparación de la burocracia de la UOM de todas las seccionales y el Navarrazo en la provincia Córdoba. Luego del triunfo de Villa Constitución, una nueva ola de luchas emergió como empujada por aquella victoria: Panam, Insud, Banco Nación, ATE Rosario, etc. Villa Constitución se había transformado, así, en un canal fundamental de reagrupameinto de la vanguardia obrera del país.

La confusión reinante entre un sector de la vanguardia obrera, sin embargo, amenazaba con frustrar esas expectativas. La comisión interna de Acindar, dirigida por Alberto Piccinini, centró todo el esfuerzo de la convocatoria al plenario en ganar la asistencia de la JTP y el PC. Política Obrera explicaba que “éste era un viejo problema, aunque los compañeros no lo supieran. Ya en 1971, unos y otros sabotearon la formación de un movimiento clasista en Sitrac-Sitram”. Para atraer a estos dos sectores, Piccinini y las internas de Villa realizaron todo tipo de concesiones políticas, como fue evitar colocar la palabra “clasista” en sus llamamientos y tampoco aludir a la lucha contra el ‘pacto social’ que impulsaba el gobierno peronista.

Por otra parte, tanto el PC como el PST ponían expectativas en el “grupo de los 8”, es decir, un frente de conciliación de clases que ambas organizaciones habían conformado con Balbín y los partidos patronales llamados “liberales”. Depositaban sus ilusiones en que la ofensiva derechista podía ser limitada mediante un acuerdo con el oficialismo, por lo que subordinaban toda orientación a las negociaciones y presiones sobre el gobierno y el parlamento (una estrategia que gran parte de la izquierda aún no ha abandonado).

Para Política Obrera, esa política representaba una trampa para la clase obrera. “El camino que marca Acindar es el de la independencia orgánica de los sindicatos respecto al Estado (ninguna injerencia del ministerio o la policía) y el de la independencia política de la clase obrera respecto a toda variante patronal (ninguna confianza a los Pedrini, Balbín, etc.). Este es un elemento clave. Acindar (y todas las luchas) sólo se pueden ganar con la política de independencia obrera”. Por eso, sostenían que el plenario de Villa Constitución debía ser el inicio del trabajo por la construcción de un Frente Nacional Clasista, es decir, “de una corriente que centralice a los miles de activistas, sindicatos, cuerpos de delegados que pugnan por mantener la independencia de las organizaciones obreras que están encabezando luchas en todo el país”. Y proponía que “la primera medida que se debe resolver es de un plan de acción nacional en defensa de Acindar, que debe comenzar con la realización de actos públicos unitarios en todo el país”, colocando al 1° de Mayo que se celebraría unas semanas después como la oportunidad para concretar esas acciones. Con esa línea fue que Jorge Fischer, delegado de la fábrica Miluz, intervino en el plenario de Villa Constitución.

El resultado de aquel encuentro, sin embargo, resultó en una frustración. Los esfuerzos de la dirección de Villa Constitución por convencer al PC y a la JTP de concurrir al plenario no dieron resultado, a pesar de las concesiones realizadas. Para Política Obrera, la negativa de estas corrientes representaba un “ataque y sabotaje conscientes al surgimiento de una corriente independiente, de centralización nacional de las luchas. Y esto porque ambas corrientes están atadas al juego de Perón, al ‘festival’ de ‘unidad’ con los explotadores del 1ro de mayo y al bloque patronal de ‘los 8’”.

Los exponentes más reconocidos del movimiento obrero combativo de ese entonces, Agustín Tosco y René Salamanca, ya venían siguiendo esa misma política, al menos desde que decidieron bajarse de una candidatura obrera independiente en las elecciones de septiembre del 73 para no ir a un enfrentamiento con la candidatura de Perón (y, luego, con la paralización frente al Navarrazo). Fue la misma orientación que impusieron con su autoridad en el plenario de Villa Constitución. Para Política Obrera, estos dirigentes concurrieron al plenario “para imponer con su presencia lo que querían la JP y el PC con sus ausencias: que del plenario no saliera nada, ninguna coordinación entre las fuerzas sindicales asistentes, ningún paso efectivo para estructurar una corriente antiburocrática a escala nacional. Los argumentos dados fueron variados: que no había llegado el momento, que no estaban presentes otras fuerzas, que no había que repetir los ‘errores’ del Congreso de Sitrac-Sitram. (...) La perspectiva de la JP, del PC, de Tosco y Salamanca, es la de la confianza en el gobierno, en los partidos patronales, en el bloque de los 8, la ilusión de que este conjunto de fuerzas favorece al movimiento obrero”.

Después del plenario

La gran oportunidad del 1° de mayo fue, por tanto, desperdiciada. La mayoría de la izquierda y de las direcciones obreras combativas quería evitar un choque con Perón. El gobierno había llamado a sustituir la jornada clasista del 1° de mayo con un festival de conciliación de clases en Plaza de Mayo. Política Obrera llamó a realizar un acto independiente y clasista. El PC y el PST, por su parte, decidieron boicotear la jornada, y adelantar las actividades para el 30 de abril, con el fin de eludir cualquier tipo de confrontación con el acto peronista. El PST realizará luego una autocrítica, no por haber boicoteado un 1° de mayo independiente, sino por haber sostenido que la JP le haría el juego a la burocracia al ir a la plaza. Luego de la retirada de la JP del acto peronista, el PST afirmó que “no encajaba en nuestro análisis su rebeldía”, por lo que “fuimos sorprendidos por los hechos. Ese fue nuestro error táctico de apreciación, del cual nos autocriticamos”. Es posible, aunque no lo aseguran, que su error hubiera consistido en no convocar al acto peronista.

Todas estas vacilaciones y claudicaciones de la izquierda fueron fatales para la lucha por un reagrupamiento obrero. Poco después del frustrado plenario, la burocracia de la UOM volvió a la ofensiva incumpliendo los plazos fijados en el acta de acuerdo con los trabajadores de Villa Constitución. El desconocimiento de los acuerdos se daba en el marco de la ofensiva peronista por liquidar a todas las organizaciones obreras independientes. La pérdida de apoyo de la política de Perón entre los trabajadores hacía que la represión apareciera, cada vez más, como un instrumento insustituible para doblegar la resistencia obrera. Se emprendió en distintos puntos neurálgicos del país una verdadera cacería de activistas, con detenciones, despidos y asesinatos de luchadores. Política Obrera explicaba que “así como la dictadura lanussista cercó y liquidó Sitrac-Sitram atacando una tras otras a las principales delegaciones fabriles que concurrieron al plenario del 71, el gobierno de Perón pretende cercar Villa atacando a los concurrentes al plenario”.

Haciendo un balance de lo acontecido en el plenario de Villa Constitución, Política Obrera afirmaba que “la necesidad de coordinar la solidaridad militante con Villa y con todas las organizaciones y direcciones antiburocráticas atacadas no es una cuestión ‘superestructural’ como lo sostuvieron varios de los participantes del plenario de Villa (MSB, PB, Tosco, Salamanca). Es una necesidad vital de los trabajadores que ya resisten, aunque desperdigados, la ofensiva gubernamental. La Coordinadora Nacional es una necesidad imperiosa”.

El anti-Villazo

Perón falleció el 1 de julio de 1974, pero dejó una directiva muy precisa, que él mismo ya venía aplicando: terminar con las organizaciones de base combativas o independientes del peronismo y la burocracia. Las fuerzas represivas atacarían objetivos clave de organización obrera: los trabajadores azucareros del Ingenio Ledesma en Jujuy, a la clase obrera tucumana mediante el “Operativo Independencia” (que tenía como excusa terminar con la guerrilla), etc. El 20 de marzo, por la madrugada, llegaron miles de efectivos del ejército a Villa Constitución, con un importante apoyo de la Triple A y elementos oscuros de la burocracia sindical de la UOM. El gobierno arrestó a toda la comisión interna de la planta y resurgió el comité de huelga para organizar la resistencia. Comenzó entonces otra de las grandes gestas de Villa Constitución, que fue una fuerte resistencia al operativo represivo y que sostuvo una huelga general durante dos meses. A pesar de la tenacidad de los trabajadores de Acindar y de la población de Villa Constitución, la ciudad se encontraba en un estado de aislamiento respecto del resto del movimiento obrero, que también resistía los embates de manera aislada. El 18 de mayo de 1975, luego de numerosos asesinatos y torturas por parte del Ejército y de la represión a una manifestación de 10.000 trabajadores y vecinos de la ciudad, se decidió levantar la huelga en lo que fue una dura derrota para el movimiento obrero.

La izquierda que intervino en el conflicto llamaba a depositar sus expectativas, una vez más, en negociaciones parlamentarias y “presiones” a los partidos patronales. El caso más extremo fue el del PST, que ponía sus esperanzas en la responsable directa de todo el operativo represivo: Isabel Perón. En un llamado a “las mujeres de Villa”, el PST convocaba a “enviar una nota y, en lo posible (sic) hacer una marcha, destinada a hacer conocer (sic) el problema de Villa (sic) a la Señora Presidente”. Revisando el balance del triunfo del Villazo, afirmaba que “el año pasado, el conflicto por la normalización se ganó por la mediación de la señora Lili Perkins, enviada personal de Isabel Perón a Villa (...)”. Y concluía que Isabelita “no podrá dejar de escuchar a las compañeras”.

Por otra parte, como contrapeso al Comité de Lucha, se conformó una Multipartidaria, que no era otra cosa que un Frente Popular bajo la dirección de partidos de la burguesía (UCR, PI, PDC) para ahogar el conflicto. La pata obrera de esta Multipartidaria fueron la JTP, el PC y el PST. La conformación de este frente por parte de la izquierda se basaba en la caracterización de que los partidos patronales eran más bien “liberales”, con una cierta vocación democrática. El PST había llegado a desmentir un “infundio” que la prensa habría hecho al poner en boca de su dirigente Coral que “a diferencia de Chile, entre nosotros no existen diferencias de partidos”. Lo que en realidad dijo Coral, según aclaró el PST, fue que “a diferencia de Chile, entre nosotros no hay en este momento ningún partido dispuesto a apoyar un golpe de Estado”. Esto se afirmaba sobre todos los partidos de la burguesía que apoyaban la liquidación física de la clase obrera que se encontraba en curso, y que incluso la acicateaba con el llamado a exterminar la “guerrilla fabril”. Todos estos partidos patronales eran los principales impulsores de un golpe de Estado, que se produciría menos de un año después de la represión en Villa Constitución. La mayoría de la izquierda, por el contrario, impulsaba un frente con estos sectores como medio para derrotar a la represión.

Política Obrera siguió la orientación opuesta. Impulsaba con energía la conformación de “un frente único de todas las organizaciones combativas y partidos obreros” para poner en pié comités unitarios en cada lugar de trabajo y casa de estudio en defensa de Villa Constitución. Denunciaba a la “multipartidaria” como un bloqueo a la única vía posible para derrotar la represión: las fuerzas de la unidad de la clase obrera.

El aislamiento y la derrota de los trabajadores de Villa Constitución llevó luego al aniquilamiento de la mayoría de sus dirigentes y a gran parte del activismo a manos de la Triple A y, luego, de la dictadura militar. Tanto el anti Cordobazo llevado adelante por Perón, como el anti Villazo llevado adelante por Isabel, fueron instrumentos clave para poder allanar el camino al golpe del 24 de marzo de 1976. Todas las políticas de seguidimo al peronismo y de frente popular con la oposición patronal golpista se revelaron como un gran obstáculo para la unidad y la emancipación de la clase obrera. A pesar de su derrota, el Villazo dejaría importantes lecciones para el movimiento obrero, así como un acervo político y organizativo del cual emergerán elementos de resistencia a la dictadura militar.

50 años después, las lecciones del Villazo siguen siendo una escuela de formación para el movimiento obrero y la vanguardia del activismo.

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A 50 años del Villazo (Parte II) Por El Be, 15/03/2024.

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