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La evidente crispación de Alberto Fernández al comenzar la conferencia de prensa donde anunció la cuarta fase de la cuarentena es casi una síntesis de la situación política que se inaugura con dos hechos -la contradictoria "extensión" del aislamiento, de un lado, y el tramo final de las negociaciones de la deuda con legislación extranjera, del otro.
Fernández anunció la nueva etapa del aislamiento, supuestamente más flexible, en el mismo momento que el número de infectados alcanzaba un récord de 240 casos por día. El epicentro de los contagios se encuentra en los distritos de los dos gobernadores que lo rodearon, el macrista Larreta y el cristinista Kicillof. El nerviosismo y las amenazas de Fernández hacia quienes "quieren torcerme el brazo" pareció una escena repetida de las experiencias constitucionales de las últimas décadas, cuando la capacidad de arbitraje de un gobierno -y particularmente de aquellos pretendidamente "democráticos" o "nacionales"- era doblegada por la presión de la gran burguesía local e internacional. Durante la semana que pasó, arreciaron las reuniones y documentos de la gran patronal -AEA, Cámara de Comercio, UIA- exigiendo la apertura del aislamiento. Fernández-Larreta-Kicillof han actuado bajo este mandato, pero sin que la situación sanitaria muestre alguna evidencia de que el coronavirus haya iniciado un retroceso en la zona caliente de Capital y el conurbano. En estos mismos días, el progreso del virus es intenso en la villa 31 y en la del bajo Flores, y tampoco hay evidencia de que la epidemia retroceda en los grandes distritos del Gran Buenos Aires. Con esta mochila sobre sus espaldas, y con el mandato brutal de los capitalistas, el trío F-L-K anunció la apertura de las fábricas en el Gran Buenos Aires, y de buena parte del comercio en la CABA.
El presidente se jactó de la "peculiaridad" de la experiencia argentina, por el bajo ritmo de contagios. No se percató, sin embargo, que en la apertura apresurada estaba siguiendo el camino de las más graves situaciones internacionales de propagación de la pandemia. La "apertura" ya está provocando estragos en Italia, Estados Unidos y, más cerca, en Chile, donde Piñera se encuentra con un nuevo pico de contagio en cada comuna que decide "abrir". Fernández y los gobernadores volvieron a mostrar curvas y estadísticas, pero fueron mucho menos claros y convincentes a la hora de exponer evidencias concretas de un reforzamiento sanitario. Los testeos, por otra parte, distan de ser masivos. Kicillof anticipó que la apertura bonaerense se concentrará en el plano fabril, pero reconoció que los protocolos sanitarios deberán verificarse en cada caso. La "flexibilización" se ha lanzado, por lo tanto, antes de constatarse su viabilidad.
La deuda
Fernández respondió con una evasiva -"me ocuparé mañana"- a la pregunta del periodista Gabriel Sued sobre las tratativas sobre la deuda con legislación extranjera. A la hora de la conferencia, ya era conocido que más del 80% de los titulares de esa deuda habían rechazado la oferta oficial. Las declaraciones de Guzmán -"seguimos negociando"- el día del supuesto "plazo límite", anticipa una posible contraoferta con mayores concesiones a los acreedores, sin certeza alguna respecto de alguna aceptación. Los bonistas no están sólo en un regateo de plazos, intereses o capital. Exigen un planteo económico que ofrezca garantías de pago futuro, lo que conlleva, no sólo un ajuste fiscal brutal sino principalmente una reforma previsional de mayor alcance. Para refrendar este camino, los mismos que exigen el levantamiento de la cuarentena" han inundado los medios con "solicitadas de apoyo a la oferta argentina". En realidad, es un apoyo a un acuerdo del gobierno con el capital internacional y el imperialismo, en pos de una reestructuración social reaccionaria. El desenlace de esta otra "cuarentena" -la del conflicto con los bonistas- expone al gobierno ante la variante de una gran capitulación, de un lado, o de un default que, desde el punto de vista de los intereses nacionales, no ha preparado de ningún modo.
Una nueva etapa
Fernández anticipó que la nueva flexibilización del aislamiento "puede retrotraerse en cualquier momento". Es una confesión sobre el carácter improvisado e incierto de las medidas adoptadas. En cambio, es mucho más claro que para los trabajadores y todos los explotados, se abre una nueva fase de intervención. El regreso obligado de miles de obreros a las fábricas abre una enorme lucha por las condiciones laborales, sanitarias y salariales. Es un regreso parcial y condicionado, por otra parte, por el derrumbe industrial y, por lo tanto, las suspensiones. Las patronales pretenden hacer de ello un escenario de ajustes y pérdidas de conquistas. Es necesario enfrentar lo que se viene con un programa –protocolos laborales redactados por los trabajadores, 100% del salario para activos y suspendidos; vigencia de las paritarias, ningún despido. Muy pronto, la crisis de la deuda obligará a enlazar esta lucha elemental con un planteo estratégico frente al desenlace de la crisis de deuda, que exige su desconocimiento y medidas urgentes para impedir la sangría nacional– nacionalización de la banca, control obrero de la gran industria.