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Entre el 6 y el 9 de marzo las organizaciones patronales del agro llevaron adelante un ‘paro’ en oposición al tenue incremento de las retenciones a las exportaciones votado en diciembre pasado, e implementado en marzo. La Federación Agraria dio libertad de acción y solo se distanciaron del ‘paro’ las filiales de Pergamino y Tandil.
Días más tarde, la Mesa de Enlace cambió de línea cuando el gobierno FF excluyó del “aislamiento social obligatorio” a la producción, distribución y comercialización agropecuaria. El privilegio sólo lo compartió la minería. El argumento del gobierno fue la necesidad de abastecer de productos alimenticios. La exportación, sin embargo –también exenta de la cuarentena–, que no es un “servicio esencial”, se lleva la mayor parte de la producción de origen agropecuario, especialmente para el consumo industrial o animal.
La actividad agropecuaria ni siquiera afrontó mayores costos en materia de medidas de protección de la salud de los trabajadores rurales. UATRE, el sindicato obrero más patronal del país, ni siquiera hizo una campaña de alerta y prevención entre los trabajadores, ni reclamó protocolos de seguridad. Lo mismo ocurre en Estados Unidos y Brasil que, entre diatribas, se empeña en conservar el mercado de China para la soja.
De todos modos, los precios de las commodities agrarias han salido muy dañadas en los últimos dos meses, especialmente el maíz (cayó un 20% promedio) y la soja (13%). En mucha menor proporción ocurrió con el trigo. Así que es de prever una caída de la siembra de este cultivo en la próxima campaña, porque además se derrumbó la demanda de biodiesel. Esta actividad semi-industrial está parada no tanto por efecto de la cuarentena sino de la parálisis industrial a escala nacional e internacional. Esto retrotaerá toda la cadena agroindustrial hacia el monocultivo de soja y a una acentuada re-primarización.
La crisis agarra a los grandes grupos económicos, entre ellos varios agropecuarios, en ‘orsai’, porque hicieron grandes inversiones especulando con un boom de los biocombustibles. Ahora que la actividad está en la lona, reclaman al gobierno un incremento del 12 al 15% en la obligación de mezcla en hidrocarburos con biocombustibles (etanol de maíz); las petroleras por supuesto se oponen, porque encima se desplomó la demanda internacional. El gobierno acaba de concederles un precio a boca de pozo, el llamado ´barril criollo´, de u$s 45, un fenomenal subsidio a la producción. Sube así la tarifas del gasoil, insumo fundamental del agro.
Los únicos que pagaron todos los costos de la crisis son los trabajadores rurales. La producción agraria no cesó ni un instante y así lo revela el hecho de que el trabajo informal creció durante la cuarentena, según diversas fuentes, un 60 por ciento.
Debido a esta crisis, suenan ahora tambores de devaluación. Al calor de la suba del ‘dólar blue’, el sector especula guardando los granos. En marzo, la demanda de silo-bolsas para almacenamiento se incrementó, y en abril se liquidó un 30 % menos de divisas que para la misma época del 2019. Se estima que los productores retienen más de 9.000 millones de dólares. La cuenta del productor es sencilla: hoy recibe 42 pesos por cada dólar exportado, mientras el dólar paralelo cotiza a 120 pesos.
Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, la cantidad de soja en poder de los industriales y exportadores es la mayor de los últimos ocho años. Los precios de los productos derivados de la soja, como la harina y aceite, los dos productos más exportados por la Argentina, se desplomaron un 17% y un 5,7%, respectivamente. La Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP) ha manifestado “su preocupación por la pérdida de competitividad de los productos exportables de nuestro país, principal recurso de ingreso legítimo de divisas”. Además, están reclamando una devaluación, además de un subsidio sobre el precio (inflado) del gasoil.
La burguesía agraria ha salido al cruce del gobierno por cortar las negociaciones en curso con Corea del Sur, Singapur, Líbano, Canadá y la India, entre otros países. Por su parte, Bolsonaro acaba de anunciar el abandono de la vacunación anti-aftosa, pactada hace años, lo que pone en riesgo a todo el rodeo de la región. La crisis del Covid pone en jaque la continuidad del Mercosur como bloque económico.
En este cuadro de situación, las principales cámaras del sector se encolumnan a favor una apertura de la cuarentena y un arreglo de la deuda con los fondos internacionales. Se despliega, de este modo, un frente opositor que tiene su asiento en los fondos internacionales, la patronal agraria pampeana, los pulpos mineros y la gran industria que tiene inversiones internacionales. Más que nunca es necesario un movimiento obrero agrario, de todas las regiones de Argentina.