Intervención de Jorge Altamira en el debate internacional del III Congreso Nacional de Política Obrera

Escribe Jorge Altamira

Tiempo de lectura: 23 minutos

Con relación al Informe Internacional que fue presentado al Congreso quisiera precisar una cantidad de cuestiones.

Al abordar el tema de la guerra es necesario captar su singularidad, no simplemente encuadrarla abstractamente en la categoría de guerra imperialista. La guerra actual no es una repetición de las guerras anteriores, que fueron igualmente imperialistas. La Primera Guerra Mundial fue efectivamente, como lo señalaron los bolcheviques en su momento, una guerra por un nuevo reparto del mundo. Es decir, la colonización económica capitalista del mundo se había completado y por lo tanto las contradicciones que engendraba obligaban a una disputa por un cambio de esa distribución, porque en el intermedio la evolución económica y política de cada potencia había sido inevitablemente desigual. Alemania emergía como una gran potencia industrial, más importante que la propia Gran Bretaña, pero no tenía reconocida una dominación económica en el mundo de la envergadura que tenía Gran Bretaña. Gran Bretaña tenía colonias por todos lados y se había convertido en una potencia imperialista superior a Alemania. En la última década del siglo XIX tuvo lugar una discusión acerca de si Alemania se había convertido en imperialista, en forma similar a la discusión actual acerca de China. Entonces llegaba una redistribución. El agotamiento del viejo reparto del planeta es la base de la primera guerra imperialista. Los bolcheviques advierten, además, que la guerra mundial marca un giro de época, o sea, que van más allá de una caracterización particular. Destacan el final del ascenso ‘pacífico’ del capitalismo y de su fase progresiva y el pasaje a un período de reacción política. Esta es una conclusión decisiva, porque da paso a una estrategia para un periodo vasto, que no elimina, sino que acentúa la peculiaridad de la guerra mundial posterior y de la guerra actual. De cualquier manera, en algunos escritos acerca del posible desarrollo de la primera guerra, Lenin elabora hipótesis muy agudas, que se manifestarán luego en la Segunda Guerra Mundial con una peculiaridad propia. De todos modos, cuando Lenin desarrolla la caracterización de la guerra como una guerra imperialista por el reparto del mundo, hace una observación importante cuando se refiere a la lucha nacional de Serbia, que estaba bajo la tutela del llamado Imperio Austrohúngaro. Admite que se trata de una lucha nacional legítima, pero que la guerra no está dominada, ni siquiera en Serbia, por cuestiones nacionales, sino por ser el enfrentamiento entre dos bloques imperialistas; el destino de Serbia como el de otras naciones sometidas va a estar determinado por el desenlace de la guerra imperialista y, más precisamente, por su conversión en una guerra revolucionaria del proletariado contra ella. La alusión que estoy haciendo con respecto al caso de Ucrania es obvia y no la inventó nadie, sino que ya estaba inventada.

La Segunda Guerra Mundial es una guerra muy compleja. Como lamentablemente Trotsky es asesinado en 1940, no puede desarrollar toda la complejidad de esa guerra, aunque había dejado un aporte extraordinario acerca de la diversidad de problemas que planteaba respecto a la primera. En primer lugar porque, a diferencia de la Primera Guerra Mundial, participaba en la guerra la Unión Soviética un Estado obrero, esto desde el acuerdo Hitler-Stalin, y luego con la invasión hitleriana. Ya no era suficiente definir a la guerra imperialista como una nueva guerra por el reparto del planeta, porque planteaba la defensa incondicional de la URSS. Este planteo suscitó todo un debate con quienes no querían salir del esquema de una guerra imperialista sin aditamentos. Hay una consigna en esta guerra que no existía en la anterior guerra: la defensa de uno de los bandos en guerra, la defensa incondicional de la Unión Soviética. En segundo lugar, a diferencia de la Primera Guerra Mundial uno de los bandos imperialistas estaba constituido por un régimen y por un bloque de regímenes fascistas y genocidas. Por lo tanto, no sólo había una lucha por el reparto del mundo, como en la Primera Guerra Mundial, sino que estaba en juego la subsistencia nacional de las naciones ocupadas y la esclavización directa de los pueblos. Los que tomaron la cuestión de la lucha contra el fascismo en forma unilateral abandonaron la caracterización de una guerra imperialista, dijeron que era una guerra por la democracia y la independencia nacional. Los que, por el contrario, no vieron esta peculiaridad dijeron que era la repetición de una guerra imperialista por el reparto del mundo. La Cuarta Internacional entendió perfectamente que, siendo una guerra imperialista por sobre todas las cosas, que centralmente estaba dominada por intereses imperialistas, también planteaba, aunque en forma subordinada, pero de ningún modo menos relevante, la defensa incondicional de la Unión Soviética y la lucha democrática y nacional contra el hitlerismo. Lenin había elaborado este problema en sus reflexiones sobre la Primera Guerra Mundial: esta guerra por la derrota política de las potencias capitalistas rivales podía evolucionar hacia una ocupación militar territorial y nacional de uno de los bandos imperialistas, algo que no ocurrió sino en la Segunda Guerra. Alemania anexó Austria y parte de Checoslovaquia y se lanzó a la ocupación político-militar de parte de la mayor parte de Francia y de toda Europa del Este. La última vez que en una guerra se había producido esta dominación territorial había sido en las guerras napoleónicas, en la época primera del capitalismo. Fue una guerra de exportación de la Revolución Francesa, incluido el propósito de establecer un monopolio bonapartista continental contra Gran Bretaña y contra la competencia de la burguesía británica. Más allá de su carácter históricamente progresivo, provocó un movimiento de resistencia nacional en gran parte de Alemania Oriental, en el Reino de España y en la Rusia zarista, que dieron impulso, a largo plazo, a la transformación capitalista de esos Estados. Pero en la Segunda Guerra estos métodos napoleónicos o bonapartistas de guerra, adoptados por el nazismo, se daban en una época de decadencia del capitalismo y de revoluciones proletarias. La historia se repite, pero con cambios, no solamente de la tragedia a la farsa, sino también de la gloria al genocidio.

En la guerra imperialista actual, por un tercer reparto del mundo, a una escala descomunal, no está planteada, obviamente, la defensa de la Unión Soviética. El proletariado mundial no tiene un interés en defender a la Rusia restauracionista que le confiscó las conquistas históricas que quedaron de la victoria de la Revolución de Octubre. Los que confunden a Rusia con la Unión Soviética ven en Rusia a una URSS residual. Es una guerra por el reparto del mundo, con varias peculiaridades distintivas. Una, la de que hay una única potencia imperialista dominante, sin que esto signifique la eliminación de la lucha interimperialista, ni que haya un imperialismo único, sino que hay diversos campos de naciones imperialistas, aunque el imperialismo norteamericano imponga su diktat a la OTAN. La otra gran peculiaridad es la presencia de dos grandes actores, que han surgido de la restauración capitalista: Rusia y China. Esto introduce una enorme novedad, a saber, que la restauración capitalista no es un proceso indoloro ni pacífico, o sea, lo contrario de lo que sostenían los apologistas del capital y de la izquierda stalinista o seguidora del stalinismo. Confirma los pronósticos de Trotsky y la Cuarta Internacional de que la destrucción de la Unión Soviética iba a ser un proceso de guerra internacional y de guerras civiles. La reintegración de China, la Federación Yugoslava y el exterritorio soviético a la economía mundial ha abierto las puertas a un proceso de recolonización económica. La guerra contrarrevolucionaria del imperialismo contra la URSS y China se transmutó en algo sustancialmente diferente: en una guerra por la apropiación de los mercados de la China y la Rusia restauracionistas. Lo que surgió de la disolución de la URSS es un régimen intermedio desde el punto de vista capitalista, que está constituido por una burguesía completamente artificial, sin raíces históricas, sin estructura económica, que simplemente había usurpado y estaba dilapidando la propiedad estatal del régimen previo y que emigra su capital de Moscú a Londres. Sobre esa base sólo se puede instalar un Estado capitalista sui géneris, como lo probó la crisis desatada entre 1991 y el 2000, cuando Rusia bordeó la disolución y llevó a un régimen bonapartista de los aparatos de Seguridad y el mando militar. Las purgas crecientes en la cúpula del Estado y la misma invasión de Ucrania muestran que la tendencia disolvente ha recobrado su dinamismo. Putin no resolvió cómo se construye el capitalismo en Rusia sin una clase capitalista. El desarrollo de una burguesía a fuerza de una economía de guerra es otra quimera. La guerra actual demuestra que el Estado Obrero no ha sido reemplazado por una construcción histórica renovada y que la Revolución de Octubre sigue operando, aunque desde las sombras y sin portavoces, como la única alternativa histórica. El restauracionismo capitalista en Rusia ha abierto las puertas para una colonización imperialista.

En el caso de China, la diferencia no es mayor, es de grado, La burguesía que se ha creado en China no ha alcanzado su unificación de clase como Estado; tiene una subordinación estructural, objetiva, política, de la burocracia del Partido Comunista (carece de la articulación que caracteriza a la dominación capitalista en las naciones avanzadas). Por ejemplo, el Partido Comunista de China tiene células que controlan las empresas privadas y reportan al Comité Central del Partido Comunista de China. A la hora de rescatar empresas capitalistas que quiebran, el Estado controlado por una burocracia no electa se ha reservado el Tesoro y los resortes bancarios, los bancos estatales. El destino de los propietarios y accionistas de las grandes empresas privadas, incluidas aquellas que cotizan en Nueva York, depende de la discrecionalidad del Estado –como ha ocurrido con una estrella en ascenso, como el emporio tecnológico Alibaba y la empresa semiestatal Huawei-.

En China se desarrolla una concentración de las contradicciones económicas capitalistas en el aparato de Estado del Partido Comunista. Hemos escrito abundantemente sobre esto. Todo esto está escrito. Una buena parte está escrita en libros que han quedado en manos del aparato. Repito, la oligarquía rusa es una oligarquía londinense. Tiene sus activos en el mercado de Londres, ha comprado clubes de fútbol, ha invertido en el mercado inmobiliario de Londres. Cuando Rusia necesita inversiones gigantescas para desarrollarse, ellas no están en el horizonte de la burguesía rusa. Para ser burguesía nacional, hay que jugar algún papel de significación en la industrialización y el desarrollo capitalista de los países a los que pertenece esa burguesía nacional. Por lo tanto, es inevitable el avance colonialista de la OTAN y la Unión Europea sobre los países que pertenecían al llamado bloque socialista; la UE, contra la opinión de la izquierda democratizante, es un bloque de países opresores y países oprimidos. La fantasía de un mundo multipolar es una expresión de los intereses de todos los sectores subordinados al imperialismo norteamericano y en especial de los gobiernos restauracionistas y una expresión de sus ilusiones, que son, quiero advertir, una característica o un componente de la conciencia humana en todas las clases sociales. Como ustedes ven, no hay una relación equivalente histórica, política y militarmente, entre la OTAN y Rusia. No son dos fuerzas equivalentes históricamente ni de otra forma. La guerra no llevará a la ocupación del territorio norteamericano por parte de Rusia, pero podría derivar, eventualmente, en una ocupación total o parcial del territorio ruso como tal.

Esta guerra también tiene otra peculiaridad: la de que no puede haber guerra en un mundo con arsenales atómicos, porque podría destruir a la humanidad. Cuando se disolvió la Unión Soviética, se aseguró que no habría más guerras porque el mundo se habría convertido en plano u homogéneo (todos quieren ser capitalistas) bajo la batuta de Estados Unidos. Como si el capitalismo mismo no engendrara las guerras. No, hemos vuelto a este problema de la guerra y la guerra realza el lugar histórico de la Revolución de Octubre, porque hasta el día de hoy el imperialismo mundial no ha podido construir, en reemplazo de la Revolución Bolchevique, ningún régimen estable, ni en China, ni en Rusia; hay, en el marco de contradicciones violentísimas, una unidad del proceso histórico de la decadencia capitalista. Este proceso histórico no se interrumpe con la disolución de la URSS y empieza otro proceso histórico de otra naturaleza, sino que ese sigue siendo el mismo proceso histórico que tiene como base el antagonismo del proletariado mundial y el capitalismo mundial en una sociedad capitalista mundial. La guerra ha creado otra peculiaridad compleja, que es que la mayor parte de los fascistas declara estar en contra de la guerra, mientras los ‘demócratas’ la escalan con fuerza. No es una anomalía nueva, porque la guerra del Pacífico contra Japón fue buscada por Estados Unidos, que le bloqueó la provisión de petróleo. Trump tiene una posición disidente con la guerra en Ucrania. Le hizo una famosa visita a Corea del Norte. Otros disidentes son Le Pen y el húngaro Orban, que es putinista. Putin mismo ha establecido un régimen más afín al fascismo que a la democracia capitalista. Los que quieren la guerra son los ‘demócratas’. Esto muestra que la guerra encierra contradicciones de régimen político y que todavía no han encontrado una forma adecuada a su desarrollo. La misma guerra no la ha alcanzado; apenas estamos en una fase preliminar. En la burguesía mundial hay un recelo por el desarrollo de la guerra, que es capturado por los ultraderechistas, que plantean una guerra, pero en condiciones políticas diferentes. Por ejemplo, para Trump la guerra contra Afganistán, particularmente contra Afganistán e incluso la guerra de Ucrania, es una sangría para el imperialismo que no conduce a ningún lado. Lo ha señalado repetidamente: “Hemos perdido energías, recursos y sangre en una cantidad infinita de guerras que no necesitábamos en absoluto y dejábamos de lado la preparación de la guerra contra China”. ¿Qué significa esta descripción? Significa que la tendencia a la guerra todavía no se ha corporizado políticamente en la burguesía de un modo estratégicamente claro. Hay una frase en la declaración política, que dice que el fascismo no ha encontrado todavía la forma de su desarrollo, y esto explica que los fascistas parezcan que no son fascistas y entonces mucha gente diga no, esto no es fascismo, pero sean fascistas para gente que dice que son fascistas. ¿Qué significa un fascista que gobierna, en apariencia, pseudodemocráticamente como cualquier ‘demócrata’? Que preside un fascismo que todavía no ha encontrado la forma adecuada de su desarrollo. La forma adecuada de desarrollo de un fascista está vinculada al desarrollo de la guerra mundial; cuando la guerra mundial entre en un escenario más completo, la fascistización de las naciones en guerra y el desarrollo revolucionario del proletariado contra la guerra será inevitable. Por eso la lucha contra la guerra es una lucha contra el fascismo.

Acá se plantea un problema que fue señalado en la conferencia con la consigna de la paz. Lenin decía que la consigna de la paz es una consigna pacifista engañosa, porque la alternativa de la paz a la guerra imperialista es la alternativa de la paz imperialista. Los partidarios de ella decían que era atractiva para las masas y por lo tanto para desarrollar un movimiento revolucionario con esa consigna. Lo cierto es que la guerra terminó como consecuencia de la victoria de la revolución bolchevique y el hundimiento, digamos, del Imperio Alemán. Es decir, por medio del levantamiento de los trabajadores alemanes en la revolución de noviembre de 1918. Entonces, ¿cómo se plantea el problema ahora? La consigna de la paz no puede ser levantada, al menos en el entendimiento que por paz tiene todo el mundo. Para quienes entienden que la invasión de Ucrania por parte de Rusia es una lucha progresista contra la OTAN, como lo plantean el DIP, el EEK y los grupos exestalinistas chavistas, la guerra no tiene que terminar, sino hasta la derrota militar de la OTAN. Nosotros, en cambio, hemos planteado la consigna del cese de la guerra, que no es progresiva sino reaccionaria, ni es nacional –ni en el caso de Ucrania como tampoco de Rusia-, como consigna transicional, para impulsar la unidad internacional de los trabajadores contra sus propios gobiernos y por una Federación Internacional de Repúblicas Socialistas. Se trata de una distinción importante porque en la segunda guerra la IV Internacional sí defendíamos la victoria militar de la URSS contra el imperialismo alemán, sin establecer una colaboración de clase con el imperialismo ‘democrático’, como pregonaba el stalinismo. Siempre planteamos la defensa incondicional de la URSS como una guerra de la clase obrera contra el imperialismo mundial en su conjunto, incluidos acuerdos prácticos militares de la URSS con los Aliados, para derrotar al ejército alemán y promover la revolución proletaria en Alemania. Las guerras y los conflictos militares no son independientes del proceso social o independientes de la lucha de clases, sino el producto de ellos. Si los partidos comunistas de Europa Occidental no hubieran traicionado la causa revolucionaria, la guerra hubiera terminado con mucho menor costo político para la clase trabajadora, el proceso revolucionario se habría acelerado y, por lo tanto, el fiń del aislamiento de la Unión Soviética y el socialismo en un solo país. En los estudios de estrategia del Estado Mayor Soviético, cuando todavía su comandante en jefe era Tukhachevsky, se contemplaba que la URSS invada otros países como un auxiliar de la revolución proletaria contra el imperialismo, y que la URSS, el ejército soviético, no podían ser ajenos a lo lucha proletaria internacional. En cambio, ahora, en Ucrania, la consigna por la victoria militar de Rusia contra la OTAN es la consigna de la continuación de la guerra sin fin. Esa consigna de que derrote militarmente a la OTAN no va a conquistar al proletariado de Europa ni de Estados Unidos y, por lo tanto, va a desarrollar una guerra que en definitiva sería más perjudicial para Rusia, para China, etc.. Acá hay un problema concreto de la consigna porque en la declaración se habla del cese de la guerra, del cese del fuego, basta de matanzas, la unidad de la clase obrera internacional, no nos detenemos y no la paz como falsa salida a la guerra, sino la revolución.

Quiero invitar a todos los compañeros que están por Zoom, delegadas y delegados, a que tomen en forma más resuelta la palabra para discutir la cuestión de la guerra y las tareas que nos competen. Fíjense que una combinación de circunstancias políticas aparentemente menores está provocando un giro en la situación general, desde la derrota electoral de Sunak, Macron y Scholz, y de otro lado una victoria de Trump, luego del desaguisado de Biden en el debate presidencial. Más allá de la perspectiva de una victoria de Trump asistimos a una crisis mayor con el pedido de desestimiento de la candidatura de Biden, sin una figura que pueda reemplazarlo. Se ha producido una fisura en el sistema político. Trump ya ha insinuado un planteo de cese del fuego en Ucrania, con la condición de que Putin se avenga a discutir un retiro a plazo de las tropas rusas, en el marco de un acuerdo internacional. Trump lo plantea en forma unilateral sin consulta ni acuerdo con la UE ni Japón o Canadá y Australia. Por lo tanto se ha transformado en un factor de la guerra, antes de que lo consagren las elecciones norteamericanas. El planteamiento que tiene frente a Ucrania va a desatar crisis: la condición que ponen la OTAN y Zelensky de que los rusos se vayan de Ucrania queda sujeta a negociación. Pero es claro, de otro lado, que Putin tiene que aceptar que en las negociaciones se va a discutir el retiro completo de Rusia en Ucrania. De lo contrario no podría haber cese del fuego ni negociación. Es decir, “mantenemos las cosas en estatus quo, empezamos a negociar, pero ya sabemos que en la negociación el estatus quo va a cambiar, de lo contrario intensificamos la guerra”. El planteo de Trump coloca al régimen ruso ante un desafío duro: el abandono de las regiones ocupadas sin consulta a sus pueblos. Es una nueva etapa de la crisis. El fascismo a la Trump iría encontrando las formas adecuadas a su desarrollo. En la guerra imperialista la cuestión nacional de Ucrania está presente como subordinada. De un lado se orienta a una anexión semicolonial a la UE, del otro a la partición nacional por parte de un ejército de ocupación. Una Ucrania independiente, federal y socialista es posible bajo la intervención del proletariado internacional contra la guerra imperialista.

Detengámonos en esto de la forma de desarrollo de la situación internacional y de las fuerzas de clase y políticas actuantes. No hay una relación mecánica, pseudodeterminista, entre la base social y su forma política. Hay una relación aun más de-ter-mi-nan-te, una relación dialéctica. Porque una relación o condicionamientto mecánico es siempre aleatorio, en cuanto una relación dialéctica tiene la fuerza de la necesidad, que se manifiesta como tal a través de un desarrollo concreto; está atado a todo el movimiento de la crisis. Es decir que el fascismo como también el partido revolucionario tiene que ir encontrando la forma adecuada de su desarrollo. Las crisis políticas internas de cada país van a jugar un papel extremadamente importante en el curso de la guerra. ¿Qué papel juega Europa, en el diseño de guerra de Trump? Trump quiere relegar a Europa y aprovechar la crisis en que está envuelta. Ya lo vimos en su mandato anterior. Es decir que, en el diseño imperialista norteamericano, un acuerdo con Rusia a cambio de grandes concesiones de Rusia implica un sometimiento mayor de la Unión Europea. Por eso la Unión Europea procura utilizar la economía de guerra que impone el conflicto militar con Rusia para desarrollar un ejército propio, al cual no sería indiferente Le Pen. En el partido tenemos que desarrollar una mayor comprensión de la guerra, para mejorar nuestra actividad de propaganda y de agitación. Nosotros, por otro lado, no somos un grupo que se formó ayer, aunque se haya formado ayer, en 2019. Nosotros tenemos 60 años de lucha internacionalista atrás, en especial en cuanto a la guerra y a la disolución de los estados burocratizados. El aparato del Partido Obrero sí que nació ayer y carece de historia propia. Se nos puede citar hasta el infinito, en el caso del aparato, nada. Nuestra corriente insistió desde los años sesenta en la tendencia a la restauración capitalista y advirtió su inminencia a fines de los 70. Mientras en 1982 todo el mundo saludó como una victoria nacional de China la cesión de Hong Kong a la República Popular, nosotros destacamos que la integración del mayor centro financiero de Asia a China era un paso de China al capitalismo. Lo mismo hicimos con el ascenso de Gorbarchov en la URSS. China quiere anexar a Taiwán con la misma regla: un mismo Estado, con dos sistemas, que en este caso, sin embargo, son socialmente similares. Lo que está en pelea acá es la importancia que tiene Taiwán para la guerra económica y militar del imperialismo norteamericano y japonés contra China. Hay una pelea de poder por Taiwán; hay dos partidos, uno proyanki y el gobernante prochino. Bueno, este es nuestro análisis.

Un delegado ha reclamado que la Declaración política que está puesta a votación desarrolle más el rol en la guerra de Milei: “Tenemos que poner un desarrollo mayor en la declaración, en cuanto al alineamiento de Milei”. Cuenta con el apoyo de todo el mundo imperialista, de lo contrario no estaría presentando resoluciones o haciendo campañas en favor del alineamiento con la guerra. El bocado de cardenal de esta política es la entrega de la Hidrovía al imperialismo norteamericano.

Nosotros hemos evitado incorporar en el borrador de la declaración internacional a Cuba, por defectos en el debate precongresal. Es decir, presentar a la polémica un tema que no está suficientemente discutido. Incluso no está discutido aquel debate a partir de mi intervención en un campamento de la Juventud, en donde desarrollé una posición sobre Cuba y la revolución cubana, que ya había desarrollado con anterioridad durante una conferencia en la Facultad de Sociales, cuando estaba en Marcelo T, y de visita Fidel Castro; el aparato nunca se pronunció, pero de ahí en más se hizo castrista. De todos modos, este tema se va a discutir en un foro, en un seminario, en Octubre (El Congreso decidió incorporar el tema Milei y Cuba en la Declaración –nota de la edición-).

Pero es evidente que hay varios temas en discusión sobre Cuba; algunos que dicen que es un Estado obrero, etc., y en general en todas las cuestiones de caracterización sobre Cuba hay un defecto sistemático. Yo podría demostrar rápidamente, con un poquitito de tiempo, que Lenin caracterizó la URSS entre 1917, bueno, la URSS no existía en 1917, pero tomemos al conjunto del proceso; entre 1917 y 1921 caracterizó a la URSS de 15 formas diferentes, en sólo cuatro años, y nadie puede decir que Lenin fue un “veleta”. En una dirección marxista la caracterización es un instrumento para definir la política, si no hay una caracterización no hay una política; entonces, esos cambios de caracterización iban reflejando las modificaciones en el desarrollo que tenía la Revolución. Por lo tanto, no se pueden dar caracterizaciones fijas o eternas, definitivas, completas, y en el caso de Cuba mucho menos. El carácter socialista de una revolución no depende solamente del rol dirigente del proletariado de ese país, sino del lazo de esa revolución con la revolución mundial. Una revolución dirigida por pequeñoburgueses que expropia al capitalismo y en determinado momento arma a los trabajadores se puede transformar rápidamente en socialista, si el proletariado de un país avanzado toma el poder. ¿Los nacionalistas pueden ir al socialismo? Depende. Si el proletariado mundial toma el poder, los nacionalistas revolucionarios podrían terminar en el socialismo, casi diría que no les queda otra. Por lo contrario, no fue lo que ocurrió. Efectivamente, el Estado cubano no se ligó con la revolución mundial, sino con la burocracia rusa. Lenin escribió abundantemente acerca de si el socialismo podía ser establecido en África, y ¿qué creen que ha respondido? ¿Que no? ¡En África! Respondió que sí; puso una condición: que el régimen político que quiera construir el socialismo en África se ligue a la URSS y adopte un régimen basado en los soviets. Entonces, la única discusión en el fondo es, uno, si la Revolución Cubana fue dirigida por el proletariado o por la pequeña burguesía; dos, si después el gobierno de esa pequeña burguesía se transformó de nacionalista en internacionalista, o si, por el contrario, el régimen político se transformó de revolucionario en bonapartista. Hay todo un desarrollo, eso está todo en discusión, pero la Revolución Cubana como cualquier otra revolución podía convertirse en socialista y lo demostró deformadamente cuando se convirtió de hecho en una dependencia internacional de la burocracia rusa. Ese apoyo internacional burocrático, controvertido todo el tiempo, deformó la revolución, pero también probó que el destino de la Revolución Cubana no era nacional, sino internacional. La caracterización de Cuba como un Estado obrero se ha convertido en un contrasentido; de Estado en transición, hoy se encuentra atravesando una disolución política y social, una transición regresiva. Desde el “período especial” esa regresión es cada vez más manifiesta; no ha logrado seguir el ‘camino’ de China y Vietnam. Una de las razones de esta incapacidad es la presencia de la burguesía cubana que se concentra en Miami, la cual no manifiesta disposición a aliarse a la burocracia en el poder, menos a ponerse bajo su tutela. En el cuadro de la restauración y de la guerra, el imperialismo norteamericano quiere restaurar su “patio trasero”. Esta recolonización va a desatar un conflicto social inmenso, ese es el primer punto. Es un proceso tardío, que ha ingresado internacionalmente en una guerra de alcance mundial, y al interior de Cuba en el estallido de rebeliones populares. Cuba fue la primera en discutir la dolarización en la etapa actual, anticipando largamente a Cavallo y a Milei. La cuestión nacional, que persigue a Cuba desde antes de su independencia, sigue teniendo un peso histórico en la actualidad. Cuba se incorpora a la etapa política de América Latina con un conflicto brutal. Evidentemente, en una etapa de crisis mundial, de decadencia capitalista, los fenómenos transicionales van a ser más frecuentes y van a estar presentes en mayores Estados. Estados Unidos, la nación más estable del mundo históricamente, sin embargo, si tuviéramos una discusión hoy sobre Estados Unidos, hoy es un país en transición. Estados Unidos en la forma histórica en que se ha desarrollado no existe más, así lo prueba el asalto al Capitolio. Una tentativa de golpe de Estado en Estados Unidos y ahora la Corte Suprema cubriendo a los sublevados. Ya está. Eso marca una transición, es la evidencia de una transición o marca una transición.

Por último, un tema que considero importante. Hay un punto nodal que nos separa de la izquierda democratizante. En primer lugar, comprender que vivimos un periodo convulsivo, un periodo de crisis y de rebeliones. Eso está más o menos comprendido. Lo que no se entiende suficientemente es el lugar, la implicancia, el carácter y significado de una crisis de dirección. Si uno toma en cuenta el panorama del conjunto de la izquierda, ¿qué es lo que llama la atención? Su insistencia en la pasividad de las masas y la adaptación política a esa supuesta pasividad, como es el electoralismo y el parlamentarismo. Este tema de la pasividad de las masas ya estaba en el tema cuando el aparato del PO pontificó acerca de que la burguesía tenía la iniciativa histórica, en las vísperas de la rebelión chilena de 2018 y la colombiana de 2019. Nosotros advertíamos una situación que abría una oportunidad para la izquierda revolucionaria. Cuando nosotros escribimos que la iniciativa pasaba a ser de los trabajadores, el PTS decía que en Chile no pasaba nada, en las semanas previas a la rebelión popular. Naturalmente, la izquierda no está preparada para intervenir y orientar esa rebelión. Ese periodo abierto por Chile y la huelga general en Colombia no ha sido cerrado por la victoria de Milei, porque Milei está protagonizando una contrarrevolución desde arriba, sin base de masas, sin base electoral y con una brújula deficiente. Aquello fue una movilización gigantesca de trabajadores, abrió toda una experiencia y fue entregada por todas las corrientes políticas, pero los problemas de Chile y Colombia no se solucionaron. El golpe de Estado en Bolivia del año 2019 tuvo un efecto efímero. Las masas palpitan estas grandes crisis porque las sufren en sus cuerpos, en sus familias, en su espíritu, abiertamente. Por eso la manifestación del Día Internacional de la Mujer Trabajadora fue tan grande, por eso la marcha del 24 de Marzo fue tan grande y por eso la Marcha Universitaria fue catalogada como la mayor que se recuerde, con lo cual olvida las concentraciones de media noche cuando el Argentinazo. Se llegó a decir que había superado cualquier otra movilización de masas en la República Argentina. Las masas de la Argentina no están dormidas, lo que falta es intervención del proletariado como clase en este despertar general o redespertar o removilización del conjunto de las masas frente a la crisis. Se trata de una crisis de dirección porque las corrientes que militan en el movimiento obrero trabajan políticamente para hacer seguidismo a la burocracia peronista e incluso un frente popular con el kirchnerismo. La UOM hace seis meses que está discutiendo una paritaria y trabaja con furia contra una huelga general. En el día de ayer los directivos de la UOM de Villa Constitución acusaron a los obreros metalúrgicos de mileístas. Es decir, cuando se plantea la movilización de masas en Villa Constitución para defender los intereses del conjunto de la población de Villa Constitución, que depende de la acería y depende de las tercerizadas de las acerías y una serie de cosas por el estilo, lanza un ataque que dice que los obreros de Villa Constitución votaron en masa a Milei y dice lo siguiente: “por eso atacan al sindicato”. Es decir que la oposición antiburocrática de los trabajadores comulga con La Libertad Avanza. Pero no hay nadie trabajando esa crisis, ni nosotros a la escala debida, es decir más allá del gran trabajo de nuestros compañeros de Acindar. El proceso dentro de la clase no es simultáneo. No lo fue nunca y teóricamente no podría serlo nunca. El Cordobazo tuvo su base en una fábrica y después se expandió, se expandió no sólo a Córdoba, se expandió a todo el país, porque después hubo levantamientos (el Mendozazo, Tucumanazo, etc.) por todos lados. La huelga general del año 75 arrancó de la Ford. La huelga general indefinida del año 1959 de enero fue detonada por un choque en un frigorífico del barrio de Mataderos (por eso me parece afortunado lo que dice la declaración, citando a Mao Tse Tung, de que una chispa puede incendiar toda una pradera). Cuando el conjunto de la izquierda democratizante toma el estado de las masas como una abstracción y carga las tintas sobre las confusiones que hay, ignora que los bastiones de la clase en lucha es lo que va a arrastrar toda la cadena (como el chilenito que saltó el molinete). No hace falta ser millones, porque los partidos revolucionarios son minorías que llegan a millones con una política y un método definidos. La idea de que tiene que haber un partido instalado en todos lados es una idea positiva, romántica, genuina, pero la instalación de un partido en todos lados no resulta de una acción rectilínea, uniforme o gradual. Sufre todas las consecuencias de la crisis de la sociedad y de la crisis de la clase obrera. Siempre se cita al partido alemán, a la socialdemocracia alemana, porque tenía el 35 % de los diputados en las cámaras, pero apenas Alemania tenía una guerra colonial, el Partido Socialista, que se oponía parlamentariamente a las guerras coloniales, perdía un 20 o 30% de su representación. Es decir, el partido revolucionario es un sujeto político de la clase que intercambia con la crisis histórica de la sociedad capitalista. La Revolución de Octubre no triunfó porque había un partido instalado, porque la dirección de ese partido se lanzó al apoyo al gobierno imperialista burgués y a la unión con el menchevismo patriotero. La Revolución triunfó porque superó esa crisis de dirección, una de las de mayor envergadura de la historia. La crisis de dirección es históricamente inevitable, no es una conjunción maligna de astros, que debe ser superada por medio de la lucha política. Lo señala Lenín en La Enfermedad Infantil del Comunismo. El núcleo de la construcción política revolucionaria y del desenlace político es siempre un programa, una orientación y un método. La guerra mundial ha dejado al desnudo una descomunal crisis de dirección como todas las grandes crisis de dirección en el pasado. Este Congreso tiene que salir a la calle, llevar el partido a la calle, fábricas y centros de estudio, con esta comprensión de conjunto.

Lo que importa, más allá de los plazos de construcción política, largo o corto, con todas sus contradicciones, es el planteo estratégico. La conquista política de los lugares fundamentales de la clase, para estructurarla en función de algo que está latente entre todas las masas. Las masas son la pradera y los sectores concentrados y allí donde se concentran las contradicciones de conjunto son la chispa. Esto vale a escala internacional. El ejército sionista es uno de los más poderosos del mundo y lo viene resistiendo una milicia de 40.000 milicianos durante ocho meses. ¿Y cuál es la consecuencia? Que se habla del colapso del sioniamo y del Estado de Israel. ¿Y quién habla del colapso? ¿El historiador que hemos citado en la prensa? No. Ehud Ólmert, exjefe de gobierno de Israel, y el diario Haaretz. Como ustedes ven, hay un cambio en la política mundial a partir de un asalto de parte de Gaza al territorio de Israel que actuó como una chispa. Y ahora la pradera está inflamada. Si nuestro partido sale de este Congreso con esta concepción, que es la concepción sistemática que hemos tenido como corriente en toda nuestra historia, vamos a avanzar considerablemente y vamos a mostrar el valor que tiene un programa, una estrategia revolucionaria y una fidelidad al internacionalismo proletario y a la construcción de la Cuarta Internacional. Nada más.

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