Un año de masacre en Gaza y Cisjordania, una guerra que el sionismo extiende a todo Medio Oriente

Escribe Olga Cristóbal

Tiempo de lectura: 7 minutos

En Gaza faltan unas 15.000 prótesis para niños amputados, muchos operados sin anestesia ni agua potable. Esa sola frase es suficiente para describir la magnitud de los crímenes cometidos por Israel contra los gazatíes desde octubre de 2023 a la fecha. La organización Save The Children estimaba ya en enero que 10 niños por día habían perdido piernas y brazos desde que comenzó la invasión. Médicos Sin Fronteras dice que los niños llegan al hospital baleados en el corazón o en la cabeza. Según datos de UNICEF, desde el inicio de la guerra un niño muere en promedio cada 10 minutos en Gaza.

El Ministerio de Salud gazatí calcula 41.500 muertos, la inmensa mayoría mujeres y sus hijos. Pero la revista The Lancet, en julio, estimó que por lo menos 186.000 palestinos fueron asesinados. Algunas decenas de miles continúan bajo los escombros. Además, hay más de 100.000 gravemente heridos, el 25 % criaturas de corta edad. Israel rechaza el 90 % de los pedidos de traslado de los enfermos a países vecinos para que los atiendan.

Los bombardeos y las órdenes de evacuación sionistas han amontonado a 2 millones de personas en sólo el 11 % del diminuto territorio de 360 km2. Las denominadas “zonas seguras” son bombardeadas con regularidad.

La invasión “ha llevado al índice de mortalidad diaria más alto del siglo XXI” afirma Naciones Unidas, que dice que el 7 % de los gazatíes han muerto (en la Argentina significaría más de 3.5 millones de personas). Esto quiere decir que diariamente los israelíes han asesinado 115 personas, 5 por hora.

“Durante un año, los aliados de Israel han seguido prestándole su apoyo militar, mientras los niños son asesinados en masa, los tanques disparan contra refugios considerados fuera del conflicto y los aviones de combate bombardean las denominadas zonas humanitarias”, afirma Chris Lockyear, de Médicos Sin fronteras.

La destrucción de la infraestructura gazatí tiene carácter programático para el genocida Benjamin Netanhayu. El ejército destruye implacablemente infraestructuras indispensables para la supervivencia -desde el sistema de provisión de agua potable hasta las carreteras-. Y el 68 % de las tierras de cultivo. Los soldados, entre risotadas, se han filmado fusilando cabras. Israel ha convertido a una generación de jóvenes veinteañeros en asesinos sin escrúpulos, que se filman orondos mientras cometen sus crímenes.

Según la ong Action on Armed Violence, Israel atacó infraestructuras civiles en Gaza con armas explosivas una vez cada tres horas en promedio. Sólo 17 de los 36 hospitales siguen funcionando parcialmente, con falta de combustible, suministros médicos y agua potable. En julio, UNICEF reportaba más de 560 escuelas destruidas, el 85%. No quedan universidades en pie. La mitad de las viviendas fue reducida a escombros.

Israel impide que alimentos, agua, medicamentos, combustible y cualquier tipo de ayuda humanitaria lleguen a la desesperada población, que carece de la atención médica más elemental por la falta de instrumental y medicinas que genera el bloqueo. Los asesinatos selectivos del ejército israelí mataron por lo menos 284 trabajadores humanitarios, más de 500 trabajadores de la salud y unos 200 periodistas.

La ONU califica la invasión a Gaza como una guerra contra las mujeres. En octubre de 2023 había por lo menos 50.000 embarazadas. Los partos, 183 diarios, se realizan en condiciones aberrantes. Las mujeres presentan un cuadro de desnutrición tal que no producen leche para amamantar a sus bebés, que mueren de hambre. Cientos de niños han muerto y siguen muriendo por falta de alimento y de agua potable.

Como no hay forma de higienizarse, muchas mujeres se han rapado la cabeza para evitar infecciones y, por el mismo motivo, suspenden por medios químicos la menstruación. Más de medio millón “padece hambre severa, son las últimas y las que menos comen de sus familias, se saltan comidas y no ingieren alimentos saludables durante meses y meses”, reseña el mismo informe.

Durante los bombardeos las madres escriben en los brazos de sus hijos sus nombres para poder identificarlos bajo los escombros; saben que los cuerpos pueden quedar irreconocibles. Con un promedio de 34 madres muertas por día, se calcula que unos 20.000 niños son huérfanos.

Según el análisis del IPC (Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria), el 96 % de la población está al borde de la hambruna. Y la mitad ya se encuentra en las fases más críticas (Fase 4: Emergencia y Fase 5: Hambruna). La Fase 4 implica que al menos el 20 % de los hogares enfrenta graves brechas en el consumo de alimentos, mientras que la Fase 5 representa una falta total de alimentos, con tasas de mortalidad alarmantes.

Israel considera abiertamente la privación de alimentos como arma de guerra. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, y el ministro de Energía, Israel Katz, desde el 7 de octubre anunciaron repetidas veces que privarían a los gazatíes de alimentos y agua.

Cisjordania

La invasión de las milicias palestinas al territorio israelí el 7 de octubre fue utilizada como una excusa para avanzar en la limpieza étnica, largamente promovida por los fascistas del gobierno de Netanhayu.

La prueba más flagrante es que casi 700 palestinos fueron asesinados desde el 7 de octubre en Cisjordania tanto por el ejército como por las bandas armadas de colonos (armadas por el Gobierno), que arrasaron por lo menos un millar de veces las aldeas, con la destrucción de cultivos, sistemas de riego y agua potable. El ejército forzó la demolición de más de 2.000 viviendas palestinas, y ha destruido deliberadamente las carreteras y el sistema de agua potable.

En los dos últimos meses, Israel entró a sangre y fuego en ciudades y campos de refugiados, impidiendo el acceso a ambulancias y atacando hospitales como lo hicieron y hacen en Gaza. Un video muestra a los soldados arrojando heridos y cadáveres desde la azotea de un edificio, durante una operación en Qabatiya.

Desde octubre, el ejército mató por lo menos 120 niños de poblaciones y campos de refugiados. Según Save The Children, entre octubre y abril Israel arrestó arbitrariamente a más de 500 niños y adolescentes que permanecen detenidos en prisiones israelíes en condiciones de inanición, abuso y trato inhumano.

Israel no revela cuántos niños prisioneros tiene: es el único país que los juzga en tribunales militares. Muchos de los arrestos se hacen mediante redadas nocturnas donde los militares entran a las casas y se los llevan enfrente del resto de la familia.

Los presos palestinos son sometidos a “patrones de tortura y vejaciones a una escala comparable con los peores regímenes del siglo XX”. La contundente afirmación proviene de la estadounidense Human Rights Watch, insospechable de antisemitismo.

Informes acreditados de la UNRWA, de expertos en derechos de Naciones Unidas y de grupos de derechos humanos palestinos e israelíes, denuncian un vertiginoso aumento de la tortura desde octubre pasado.

Esto incluye la violencia sexual contra todos, aunque Israel ha asesinado, herido o vejado de forma desproporcionada a mujeres y niñas al punto de que ONU Mujeres califica la invasión de “guerra contra las mujeres”. “Según los informes, mujeres y niñas palestinas han sido ejecutadas arbitrariamente en Gaza, muchas veces junto a miembros de su familia, incluidos sus hijos”. Centenares fueron detenidas arbitrariamente, “cruelmente golpeadas” y sometidas a “múltiples formas de agresión sexual”.

Las agresiones sexuales contra menores bajo detención militar son denunciadas desde hace años. La UNRWA ha documentado torturas sexuales contra los presos.

EI ejército israelí asesinó a cientos de prisioneros en ejecuciones sumarias, enterró vivas a algunas víctimas y abandonó sus cadáveres en fosas comunes. En mayo, Naciones Unidas informó sobre las fosas comunes halladas en Gaza después de que se desenterraran más de 520 cadáveres en los hospitales Nasser y Al Shifa, “muchos de los cuales presentaban signos aparentes de tortura y ejecuciones sumarias, y posibles casos de personas enterradas vivas”.

Israel suele confinar en jaulas metálicas a la intemperie a sus prisioneros, incluidas mujeres, niños y niñas. En algunos casos les soltaron perros de ataque.

Conscientes de su impunidad y con aire jocoso, los soldados han grabado y publicado innumerables videos y fotos de abusos contra detenidas, que distribuyeron en redes sociales.

Los médicos israelíes de algunas prisiones de alta seguridad denunciaron que palestinos y palestinas sufrieron amputaciones como consecuencia de heridas infectadas en tobillos y muñecas después de haber sido atados con cables o cremalleras. Y que se les prohibió curarlos y evitar la amputación.

Palestinos liberados acusaron al Ejército de utilizar descargas eléctricas, además de arrancar las uñas con alicates, de apagar cigarrillos en sus cuerpos y dispararles con pistolas de clavos.

Es frecuente que los obliguen a desnudarse manteniéndolos en condiciones humillantes en celdas abarrotadas y en lugares públicos, durante sus traslados.

En el campo de detención de Sde Teiman se los obliga a llevar pañales, atados a las camas.

Israel tiene leyes que amparan la retención de cadáveres como forma de castigo colectivo para las familias. Cuando los detenidos mueren, Israel oculta los cadáveres a las familias, les impiden celebrar el funeral y enterrar a sus seres queridos según sus creencias y tradiciones.

Los crímenes de guerra del Estado de Israel se proponen terminar con “la cuestión palestina” cambiando el mapa de Medio Oriente. Sin embargo, expertos militares y estudiosos de la región -insospechables de antisionismo- se preguntan si la osadía no lo llevará a su propia destrucción. La viabilidad del Estado sionista se discute también en círculos académicos y culturales.

El diario Haaretz, el 9 de agosto pasado, daba cuenta de un fuerte debate en torno a una resucitada “cuestión judía”. Los judíos de Israel, decían, sienten ahora una inseguridad existencial que no habían sentido en generaciones. “El Estado judío avanza por un camino temerariamente audaz e incendia toda la región, y muchos en la comunidad internacional ya no están dispuestos a aceptar la situación. La propia solución sionista está siendo cuestionada”.

A las alternativas del apartheid, los dos Estados o un único Estado se suma ahora una tercera, inimaginable hace un año: “El regreso de los judíos a una situación de exilio, es decir, cero Estados” (https://archive.ph/y0IzJ#selection-887.0-1163.431).

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