Escribe Gonzalo Sánchez
El Gobierno pone en jaque la soberanía argentina en el continente blanco.
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La falta de vuelos logísticos y el desfinanciamiento de la ciencia en Argentina han llevado a una crisis en la investigación antártica.
La semana pasada se confirmó que no habrá vuelos de despliegue de personal científico hacia la Base Marambio en el mes de octubre, sumándose a las cancelaciones de agosto y septiembre.
Durante los últimos meses de invierno y primavera, el personal científico del Instituto Antártico Argentino (IAA) y otras instituciones debería haber sido desplegado a la Base Marambio para luego ser distribuido a otras bases argentinas, como Petrel, Esperanza y Carlini, además de los campamentos ubicados en la misma isla. Estos traslados, que suelen realizarse en esta época mediante los helicópteros Bell 212 apostados en Marambio, han sido suspendidos debido a que ambas aeronaves llevan más de dos meses fuera de servicio, sin perspectivas de reparación durante lo que queda del mes.
La despreocupación e irresponsabilidad de las autoridades son evidentes, como lo demuestra la cancelación del estudio del pingüino emperador, una especie emblemática de la Antártida y gravemente amenazada por el cambio climático. Esta interrupción en la investigación, por segundo año consecutivo, refleja la falta de compromiso con la conservación de la biodiversidad en el continente, consecuencia directa de la incapacidad de los responsables para garantizar la logística en los tiempos establecidos.
La investigación científica en la Antártida es fundamental para garantizar la acción soberana del país. Desde la firma del Tratado Antártico, el continente ha sido destinado a la paz, la ciencia y la cooperación internacional. La gestión de recursos y el uso del suelo, como la construcción de nuevas bases o la regulación de áreas pesqueras, dependen de los mejores datos científicos disponibles, siempre bajo la lógica de la preservación del ecosistema.
El desfinanciamiento sistemático de la ciencia en Argentina es un problema crónico que ha debilitado progresivamente la capacidad operativa científica del país. Aunque en el pasado se logró sobrellevar la situación, las últimas campañas antárticas han sufrido demoras y cancelaciones. Sin embargo, el gobierno actual de Javier Milei ha asestado el golpe final a la ciencia y la labor científica debido a sus decisiones que afectan negativamente la investigación y el desarrollo en Argentina. Una de las medidas más polémicas ha sido la eliminación del Ministerio de Ciencia y Tecnología de su plan de gobierno, además del recorte de fondos para instituciones científicas prestigiosas como el CONICET.
En línea con su política de desmantelar el Estado, Milei espera que los investigadores se autofinancien, lo que deja a la ciencia pública en una posición crítica. Es fundamental reconocer que esta situación pone en riesgo el futuro de la investigación científica en Argentina.
La logística antártica argentina, actualmente a cargo del Ministerio de Defensa a través del Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR), enfrenta serias dificultades. La antigüedad de sus aviones y embarcaciones, la falta de recursos para repuestos y el mal estado de muchos de ellos han agravado la situación. Los Hércules C-130 de la Fuerza Aérea, con más de 50 años de servicio, y las embarcaciones gemelas “Bahía Agradable” y “Canal de Beagle”, con más de 30 años de operación, junto al rompehielos “Almirante Irízar”, son los principales medios encargados de las operaciones logísticas al sur del paralelo 60°. Sin embargo, estos recursos están sometidos a una considerable sobreexigencia y las embarcaciones suelen operar con exceso de personal.
También se deben considerar las pérdidas del buque polar “Bahía Paraíso” en 1989 y el incidente con el avión Twin Otter, que sufrió daños al quedar atrapado en una grieta.
Además, los helicópteros multipropósito MI-17, utilizados en campañas antárticas, fueron donados al gobierno de Ucrania, como parte del alineamiento de Argentina en el conflicto entre la OTAN y Rusia. Estos helicópteros, capaces de transportar hasta 5,000 kg mediante gancho de carga y trasladar a más de 35 personas, estaban preparados para realizar tareas de búsqueda y rescate (SAR), lucha contra incendios y patrullaje en entornos hostiles. Poco después de la donación, se informó que uno de ellos habría sido derribado.
La problemática logística y el incumplimiento de los trabajos científicos en la Antártida se agravan en el contexto del traspaso de la Administración de las bases e instalaciones antárticas de la Cancillería al Ministerio de Defensa. Al perder sus funciones, la Dirección Nacional del Antártico (DNA) se debilita, mientras que el Comando Conjunto Antártico asume el control, decidiendo a discreción la cantidad de plazas científicas y la operatividad de los medios logísticos.
En un mundo donde las relaciones y tratados internacionales se desvanecen ante el fuego de las guerras y los quebrantos económicos de los Estados, Argentina no es inmune. El contexto actual, exacerbado por el pacto Mondino-Benny y la presencia naval estadounidense en el Mar Argentino, pone de manifiesto la disposición del Gobierno a ceder sus reclamos de soberanía sobre territorios extraterritoriales. A su vez, esto amenaza los 120 años de presencia argentina en la Antártida, donde trabajadores han operado sin interrupciones en las latitudes más extremas.
Este escenario geopolítico, sumado a la debilidad de la DNA y los problemas logísticos del COCOANTAR, genera una creciente preocupación en la comunidad científica y diplomática: ¿podrá Argentina asegurar la continuidad de sus trabajos científicos y cumplir con los compromisos internacionales, fundamentales para mantener nuestros reclamos de soberanía?