La muerte de Alejandro Guerrero

Escribe Marcelo Ramal

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En la tarde de este martes, supimos del fallecimiento de Alejandro Guerrero, militante trotskista, escritor y periodista de larga trayectoria.

Alejandro inició su militancia en Política Obrera en los tempranos años 70. Desde entonces compartió la acción política con el periodismo, un oficio donde recorrió innumerables redacciones y secciones, desde las coberturas deportivas hasta las policiales. Solía contar de su viaje a los Estados Unidos, cuando cubrió para Clarín una pelea del campeón Sergio Victor Palma. Ya pasada la dictadura, Alejandro tomó distancia física y política del PO: se radicó en Bolivia, donde también ejerció el periodismo y militó en el POR de Guillermo Lora. Años después regresó a la Argentina, donde volvió a ligarse a los círculos de izquierda. La persecución política y gremial en las redacciones le dificultaron reinsertarse en su oficio. Sorteando esas trabas logró publicar varios libros relacionados con la actualidad política: “Jorge Newbery” (1999) , “El Peronismo Armado” (2010) y “La Federal” (2013). En estos textos combinó el oficio periodístico con su capacidad literaria y, naturalmente, su formación política. Nuevamente ligado al Partido Obrero, en la última década y media se destacó como redactor de Prensa Obrera y editor de diversas publicaciones partidarias. Desde las páginas de Prensa Obrera, en 2009, escribió la necrológica de Guillermo Lora, a quien calificó de “grande hasta en sus errores”. En ese período ensayó también la edición de clásicos del marxismo. La publicación de “La Revolución Traicionada”, en 2017, contó con un prólogo de Christian Rath. Aunque la edición fue rudimentaria, se destacó por la profusión de notas aclaratorias de gran valor, insertadas por el propio Alejandro.

Guerrero no formó parte de los debates que precedieron a la crisis del Partido Obrero, pero en 2019 se apartó de la redacción de Prensa Obrera en repudio a las expulsiones contra quienes habíamos reclamado derecho de tendencia. Durante un período breve, Alejandro colaboró con Política Obrera, pero no se afirmó como militante. Ya distanciado, difundió una nueva publicación con posiciones políticas propias. En esos textos y en relación a la guerra imperialista de la OTAN con Rusia, se alineó con quienes apoyan a Putin como expresión del espacio “históricamente ocupado” por la URSS, a pesar del carácter capitalista de la camarilla restauracionista.

Desde hace años, Alejandro cargaba con graves problemas de salud agravados por las penurias económicas. A pesar de su indudable habilidad periodística y literaria, los medios le fueron cerrando las puertas a causa de su clara identificación política. En los últimos meses y semanas, ese deterioro se agravó hasta sellar, en este martes, su capítulo final.

Las idas y vueltas personales y políticas de Alejandro marcaron su relación con quienes lo tratamos, incluso cercanamente. En medio de todas esas turbulencias, no se apartó nunca de sus convicciones políticas socialistas y revolucionarias. En el balance de su vida, esta cuestión será decisivamente rescatada. En el arcón, quedarán también sus bromas de porteño anticuado, su amor por River, por el gallo de Morón y -por sobre todas las cosas- por su hija Cata.

Hasta la victoria, Alejandro.

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