Escribe Patricia Urones
Las tendencias políticas hacia la guerra hacen colapsar a la COP.
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En la COP 29 que se celebra en Bakú, Azerbaiján, desde el lunes de la semana pasada, no hay acuerdo. Este lunes, el Secretario Ejecutivo de Cambio Climático, Simon Stiel, planteó que no “podemos permitirnos un brote de "tú primero", en el que grupos de partidos se atrincheran y se niegan a avanzar en un tema, hasta que otros avancen en otro”. Las negociaciones se empantanaron en el punto del financiamiento de la acción climática, que pretendía ser el eje de esta COP, pero que se transformó en el catalizador de las divisiones y peleas entre los Estados parte. El orden mundial que se estructuró a partir de la Segunda Guerra Mundial se encuentra en estado de atomización.
El informe inicial, que sirvió de base para las discusiones, y que se titula “Aumentar la ambición y acelerar la financiación climática”, afirma que el financiamiento es una “necesidad imperiosa” y una “oportunidad de inversión”. El costo de la acción climática sería de 6,3 a 6,7 billones de dólares de aquí hasta 2030, es decir, un poco más de un billón por año (1). El monto de casi 7 billones de dólares sería, dice el texto, “lo que se necesita” y no “una primera oferta”, remarcando que no se trata de un regateo. Sin embargo, aclaran sus presentadores, estos montos están calculados sobre la base de las necesidades de inversión para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, que se propuso esforzarse para limitar el calentamiento global por debajo de los 1,5° por encima de los niveles preindustriales. Ya ha sido dicho por la misma ONU que este año se superará el promedio de 1,5°, y que este aumento ha llegado para quedarse, por lo cual, superada esta barrera, el piso de inversiones es mayor aún, pues deben acelerarse todos los planes para evitar que el calentamiento se acelere.
El informe se sostiene sobre tres argumentos fundamentales, a saber, que para cumplir con el objetivo de París, la discusión debe centrarse en “desbloquear” el financiamiento de la acción climática en los países en desarrollo; que, dentro de estos, la mayoría de la inversión debe provenir del erario público, y que los Estados deben emprender un camino de reformas y desregulación para reducir los costos y riesgos de la inversión privada, tanto local como, fundamentalmente, extranjera. Como primer punto hay que decir que ninguno de los Estados parte de la conferencia esta llevando a cabo un financiamiento de la transición energética ni de un plan de adaptación acorde con los acuerdos de París. El informe omite las brechas de financiamiento en los países que son los mayores emisores de carbono, los países ricos. Acotaciones al margen, o no tanto, la división que hizo la CMNUCC entre países ricos y países pobres es una evasión del lenguaje para ocultar las relaciones de sometimiento y coloniaje entre los Estados capitalistas. Pero volviendo a la cuestión del financiamiento, la falta del mismo, entonces, no es solo el problema de los países pobres, sino de todos los Estados del globo, y del capital privado también. La deuda global, pública y privada, fue de 313 billones de dólares en 2023, siendo dos tercios de esta deuda perteneciente a Estados Unidos y Japón. Esto, frente a un PBI mundial de 105 billones de dólares. Trump, promete llevar esta deuda a niveles galácticos. La presión de este megaendeudamiento es mayor en los países pobres. Este es el motivo principal por el cual estos países han insistido en ver a la COP como una fuente de financiamiento más que como una conferencia sobre el clima, y es el motivo también por el cual se ha elevado el tono de los reclamos.
El informe, sin embargo, no plantea nada concreto respecto de cómo solucionar el problema de sobreendeudamiento y, en cambio, propone “fijar precios” a las emisiones de carbono para elevar la recaudación fiscal. La “fijación de precios” a la emisión de carbono, está en línea con las actuales tendencias neoliberales y significa un cambio con respecto a planteos anteriores de la COP, donde se hablaba de gravamen al capital ligado a los combustibles. De otro lado, entiende que el cambio de paradigma financiero pasa por la desregulación de las inversiones y el permiso para que las mismas sean sectoriales. El único capital que se ha beneficiado con esas desregulaciones, sin embargo, ha sido el capital especulativo. En Argentina, ingresó acogiéndose a los beneficios del blanqueo para hacer negocios con la bicicleta financiera y no va a tardar en irse cuando la fiesta de las tasas de interés altas en pesos se termine, dejando una deuda multiplicada. De otro lado, cuando se refiere a inversiones sectoriales, no hace más que promover el proceso de monopolización de la industria energética. Con la excusa de la promoción de grandes inversiones, los Macron en Francia, Milei en Argentina, Bolsonaro en Brasil o ahora Trump en Estados Unidos, han montado un ataque en regla contra las conquistas históricas de la clase obrera, con la venia de la oposición chavista o socialdemócrata, algo que está muy lejos de la mentada promoción de una “transición climática justa e inclusiva”. Otra propuesta es la regulación de los mercados de carbono, muy desprestigiados. Pero este mercado, que se redujo a la mitad con respecto a 2022, fue de solo 723 millones de dólares en 2023, solo el 1% del objetivo de financiamiento actual (The Economist, 19/09).
En términos generales, el informe evade el tratamiento de la crisis capitalista mundial y su síntoma principal, la crisis financiera. Al evadir este punto, tiene una falla de origen, que lo condenó a él y a la COP 29 a la esterilidad.
El informe fue presentado a los Estados parte de la COP con el fin de llegar a un acuerdo sobre el nuevo monto del objetivo financiero para la acción climática, NCQG por sus siglas en inglés. El anterior objetivo, que fue discutido en 2009 en Copenhague y que se cumplió recién en 2022, era de 100.000 millones de dólares. Al New York Times, le pareció que las discusiones sobre este punto, la semana pasada, "pusieron a la COP al filo de la navaja" (13/11). El primer ministro de Antigua y Barbuda, planteó que son los países ricos quienes deben pagar los costos financieros de la contaminación. El jefe de la delegación boliviana, Diego Pacheco afirmó que los países en desarrollo habían sido bombardeados con “propuestas extravagantes” de objetivos de acción climática más ambiciosos mientras que no se producía “ningún avance” en materia de financiación (euronews.com, 18/11). Los países del “sur global” han criticado que el documento del acuerdo no explicita el compromiso de los países ricos en cuanto al monto del financiamiento con el que aportarán a la acción climática. Con la misma maniobra discursiva utilizada el año pasado -cuando en vez de comprometerse al abandono de los combustibles fósiles, el balance global habló de “una transición que se aleje de los combustibles fósiles”- en esta ocasión, el acuerdo no habla de la provisión de financiamiento por parte de los “países ricos”, mayores emisores de carbono (Europa y Estados Unidos) sino de “esfuerzos para movilizar capital”.
Pero los “países ricos” reclaman que no son los únicos “responsables históricos”, ni los únicos ricos: “la UE, por su parte, ha dejado claro que primero quiere ampliar la base de donantes para incluir a países como China” (euronews.com, 18/11). Dentro del informe, incluso, se ha sugerido a China que colabore financieramente con sus "homólogos" en la medida en que está “en mejores condiciones de brindar apoyo”. Francia ha sido la más consecuente en el reclamo de quitar a China su status de "país en transición a una economía de mercado" lo que era una forma de diferenciarla de los países ricos y asociarla a los pobres. China ya ha dicho que, aunque acuerda con el objetivo de reducir las emisiones de carbono, lo hará a su manera, sin aceptar imposiciones de objetivos ni métodos. Un famoso medio norteamericano propuso a otro “donante” -Qatar- que posee una de las reservas de petróleo convencional y gas natural más grandes del mundo. Occidente reclama que los países de la OPEC asuman su parte de la financiación. Sin embargo, hacia adentro de este mismo bloque hay divisiones. La victoria de Trump en Estados Unidos ha introducido la perspectiva de una ruptura. El futuro mandatario, que profesa el "negacionismo climático", ha afirmado que se retirará de los acuerdos de París. Su postura fue seguida del retiro de la delegación técnica de Argentina de la conferencia, por orden de otro negacionista, Milei. El retiro de Trump, implica el desconocimiento de cualquier aporte financiero a la lucha contra el cambio climático.
Las peleas entre los representantes de los países pobres y los países ricos y, lo más novedoso, entre los representantes de los países de occidente, muestran, en primera instancia, que la sabana ahora es corta, y que los países imperialistas históricos no están en condiciones de seguir financiando a los países sometidos. La ruptura de estos lazos financieros, que son poderosos lazos de sometimiento y que los mandatarios de los países dependientes llaman “obligaciones morales”, abre paso a la atomización y socaba la autoridad política de la fracción de la burguesía que se erigió como dirección política del globo luego de la Segunda Guerra Mundial.
Wopke Hoekstra, comisario europeo de clima, explicó que el empantanamiento obedecía al “contexto geopolítico” que estaba presente en la mente de todos durante estas negociaciones. Hoekstra, un ex empleado de Shell, es parte del plantel del nuevo comisariado que acompaña a “Von Der Leyen II”. La campaña de Von der Leyen para el ejecutivo de la UE, se basó en el planteo de que Europa debía sustituir la compra de armamentos a Estados Unidos, aumentando el financiamiento de la producción local. Trump ha dicho que pretende cobrarle a Europa los 200.000 millones de dólares que le envió en armamentos para la “cobertura” de la guerra de la OTAN contra Rusia, en Ucrania. Desconoció a la OTAN misma, porque entiende que esa no es una guerra que Estados Unidos quiera pelear. No se trata de que Trump esté contra la guerra, como la maquinaria republicana ha querido hacer creer en la campaña. Se trata de que busca un repliegue para reagrupar fuerzas e ir a un choque con su competidor y amenaza principal: China. Los medios europeos han sido especialmente hostiles con Trump, por su negacionismo climático, pero el mismísimo comisario del clima de la UE se opuso a un aumento de las partidas financieras de la Unión hacia Italia y España, en lo peor del pico de muertes durante la pandemia de Covid 19, cuestionando que estos países habían derrochado sus superávits fiscales en las épocas de bonanza. La “casta política” del viejo continente, que se juntó para bloquear a la ultraderecha en la competencia por el parlamento regional, envidia el sincericidio del fascista Trump, y lo utiliza para justificar un boicot a los compromisos financieros climáticos. Pero el mismo parlamento se encuentra discutiendo, allí sí, un plan de financiamiento de la industria bélica, que incluye la emisión de “eurobonos de guerra”, o la utilización de los fondos congelados de Rusia.
Los únicos capitales que se están “movilizando” son los que se destinan a la industria armamentista algo que el informe no ha osado mencionar. Los gastos militares globales alcanzaron los dos billones y medio de dólares en 2023, el 2,2% del PBI mundial (infoplata.com, 21/07). Agregamos nosotros que este monto duplica las “necesidades” anuales de financiamiento de la “acción climática. La mismísima Europa ha aumentado sus gastos en defensa en un 75% desde 2022, de 200 mil millones de euros a 350 mil. La alemana Rheinmentall, que produce los tanques Leopard, que destruyen los ricos campos ucranianos que fueran unos de los “productores de alimentos del mundo”, a multiplicado su valor de bolsa, pasando de 5 mil millones de euros en 2022 -antes que Putín invadiera Ucrania- a 25 mil millones en 2024. El aumento de su valorización expresa un vuelco de los capitales financieros mundiales hacia esos nichos de negocios. Recientemente ha salido a la luz información acerca de los principales inversores de la guerra, entre ellos está el fondo norteamericano Vanguard, que lleva invertidos 92 mil millones de dólares, o el famoso Black Rock con 67 mil millones de dólares. Black Rock fue uno de los principales promotores de los acuerdos financieros durante la COP 28, y fue acusado por los capitalistas del sur estadounidense por practicar el “green washing” al promover, al mismo tiempo, furiosas inversiones en las cuencas petroleras yankees. En realidad, para el capital financiero internacional, no hay nada de contradictorio en invertir en la industria energética petrolera y en la alternativa, pues entiende perfectamente que la energía fósil es finita. Por eso, el lobby petrolero en las COPs convive (y hasta a veces es el mismo) con el lobby de las energías alternativas.
La industria armamentista está asistiendo a un nuevo impulso como producto de la maduración de las contradicciones capitalistas. Las fábricas de drones, vehículos “tácticos”, aviones de combate, misiles, municiones o el desarrollo tecnológico ligado a estos, alimentan las guerras que se están desenvolviendo en Ucrania y en Palestina. En Ucrania, la guerra ha provocado el desplazamiento fuera del país de 6 millones de personas y, dentro de él, de 4 millones más. Aún no hay consenso sobre las cifras de muertos, que van desde los 70 mil a los 500 mil. Los bombardeos constantes han convertido a las ricas praderas en campos minados.
En Palestina, la guerra de exterminio étnico que perpetra Israel ya lleva más de 40 mil muertos, cuyo número no cuenta aún la cantidad de cuerpos que yacen debajo de los escombros, más de 100 mil heridos y casi dos millones de desplazados. Ha destruido la infraestructura entera de la Franja de Gaza y sometido a la población que queda en ella al flagelo de las mutilaciones, la falta de agua, la hambruna y la proliferación de enfermedades.
El desarrollo de la industria armamentista, cuyo ritmo irá marcando la crisis capitalista, tiene como contrapartida directa la crisis de la humanidad, con sus secuelas de destrucción física, psíquica y moral de las personas y la destrucción en escala del medio ambiente. En la era de la guerra nuclear, donde Estados Unidos, Rusia y China tienen suficiente armamento para destruir el planeta entero, la guerra se ha transformado en un peligro real de extinción masiva de la especie humana. Por eso, la guerra está tipificada por las mismas agencias ambientales de la ONU como un desastre. La guerra es la negación de la vida, de los seres humanos y del medio ambiente en general. Nada de esto está siendo señalado por los informes de la CMNUCC, por el contrario, está siendo meticulosamente omitido.
De un modo general la falta de acuerdos en materia de “gobernanza” o “las peleas” están expresando que la política capitalista cerró su etapa de “diálogo”, como mostró la cumbre del G20, y muestra signos de ensimismamiento. El régimen político europeo tiende a un repliegue, de la misma manera que lo hace el norteamericano. China, con una recesión en curso, ha desacelerado el ritmo de su expansionismo económico. Un alto funcionario europeo presente en la COP dijo a la prensa norteamericana que “existe un alto riesgo de que esto colapse” (NYT, 18/11). La cumbre sobre la biodiversidad celebrada el mes pasado terminó en un completo fracaso. Más atrás, sucedió lo mismo con la COP 28 que solo termino con la firma de todas las partes cuando evadió semánticamente el punto fundamental: la eliminación de los combustibles fósiles de la industria. El vaciamiento progresivo de las discusiones al respecto y de la misma conferencia, revela que la política burguesa comienza a recorrer otros caminos y “lenguajes” aún no totalmente definidos, pero que tienden a una resolución de la crisis capitalista por la fuerza. La discusión sobre el cuidado ambiental no tiene cabida cuando se comienza a dibujar en la cabeza de “los líderes” este horizonte. A partir de ahora, la dinámica política dejará de pasar por estas cumbres.
Notas.