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Si bien resulta difícil discernir por el momento si el inminente gobierno de Trump escalará o desescalará la guerra en Ucrania, podemos estar seguros a partir de los nombramientos anunciados para el gabinete de que el imperialismo va a virar hacia una profundización de la guerra en el Medio Oriente. Estratégicamente, desde su punto de vista, es la decisión correcta. De la coalición informal de países reconocidos abiertamente por EE.UU. como sus enemigos -China, Rusia, Corea del Norte e Irán- éste último es el eslabón más débil de la cadena. Es el único que carece de capacidad de disuasión nuclear y además EE.UU. puede preparar opciones para un cambio de régimen a partir de la oposición exiliada, que incluye al Shah. Al mismo tiempo, Irán contribuye al poderío del bloque: provee material militar a Rusia y también constituye una importante fuente de crudo para el mercado chino. Por otro lado, puede influir en gran medida ya sea por medios militares o políticos en el mercado global del petróleo, cuyo control es caracterizado como estratégico por EE.UU. Esto no quiere decir de ninguna manera que debilitar significativamente o lograr un cambio de régimen en Irán sea sencillo, sino que cuando se encara un conflicto con una coalición de enemigos, estratégicamente hay que atacar primero al integrante más débil. Tendría mucho sentido que EE.UU. opte en los próximos meses por reorientar los cañones hacia el Medio Oriente, donde por intermedio de Israel ya se encuentra degradando capacidades militares intermediarias de Irán. En este sentido, el alto al fuego que acaban de firmar Israel y Hezbollah tiene implicancias mayores.
Hezbollah se unió a la Guerra de Gaza desde el 8 de octubre del año pasado. Nasrallah no citaba un casus belli particular al Líbano sino solidaridad con el pueblo palestino en Gaza. Esto último es muy importante respecto al posicionamiento de las fuerzas políticas proccidentales ante el acuerdo en cuestión, pero volveremos a esto luego. Estratégicamente, Hezbollah conformó un frente de apoyo a Gaza. Mediante fuego esporádico a través de la frontera (y la amenaza latente de realizar su propia incursión terrestre), su rol era retener la mayor cantidad posible de fuerzas y recursos israelíes para que no estuvieran disponibles para ser desplegadas contra Hamás.
En paralelo al esfuerzo principal realizado para la destrucción de Gaza, las FDI han llevado adelante una campaña sistemática contra Hezbollah que se extendió un año antes del comienzo de la incursión terrestre el primero de octubre del año corriente y se intensificó significativamente bajo la denominación “Operación Flechas del Norte”, desde que Israel llegó a la conclusión que Hezbollah no firmaría un alto al fuego por separado para el Líbano. Esta operación se proponía someter a Hezbollah a una presión militar creciente hasta la concreción de los objetivos políticos.
La campaña aérea tiene efectos de erosión muy evidentes sobre las capacidades de Hezbollah. Hace muchos años que Hezbollah dejó de ser una simple “guerrilla”. Adquirió capacidades complejas propias de los ejércitos regulares y llegó a ser más poderoso que los ejércitos de varios países. Para operar esas capacidades, necesita de especialistas y una cadena de mando compleja también -personal que no es sencillo de reemplazar y menos aún de manera continua. Los israelíes se enfocaron en neutralizar las capacidades que más les preocupaban de la milicia libanesa: los misiles guiados de precisión y la fuerza de maniobra élite ´Radwan´, que habría sido la encargada de incursionar por tierra en el norte de Israel. Mediante bombardeos sistemáticos destruyeron instalaciones con equipo militar complejo, los arsenales de misiles guiados y la cadena de mando (incluídos los episodios más mediáticos como el asesinato de Nasrallah o las bombas escondidas en los bipers usados por la organización). La campaña de eliminación de comandantes se extendió a los reemplazantes y los reemplazantes de los reemplazantes hasta que las unidades o capacidades se volvieron inoperables en gran medida. Eso explica la virtual ausencia del uso de armamento de precisión o fuerzas de élite contra Israel a pesar de todo el curso de provocaciones, escalada y finalmente incursión terrestre llevada adelante.
La fase terrestre es, a todas luces, el opuesto exacto del fiasco de 2006, que fue la base de la versión israelí del “síndrome de Vietnam”. En 2006 israel se vio arrastrado a la guerra por iniciativa de Hezbollah y su conducta se caracterizó por la improvisación estratégica y operacional. Durante la mayor parte de la guerra las unidades cruzaron varias veces la frontera sin establecer control sobre el terreno y finalmente en los últimos días se intentó un avance masivo en profundidad con la intención de llegar hasta el Río Litani y que desembocó en la famosa Batalla de Wadi Salouki, ejemplar de todos los problemas y fracasos del lado israelí. Las unidades de combate locales de Hezbollah, con base en cada uno de los poblados de la zona, están preparadas asumiendo que combatirán rodeadas por avances mecanizados israelíes, por lo que avances rápidos en profundidad no son efectivos para lograr una derrota de estas milicias locales. En esta ocasión no sólo las unidades estuvieron bien pertrechadas y preparadas: todo el concepto operacional fue distinto. Los objetivos de la guerra fueron concretos y limitados. Las unidades israelíes no intentaron estocadas profundas sino que realizaron un avance a lo largo de toda la extensión de la frontera convertida en frente gradual y sistemático sin prisas. Para el autor de estas líneas, el modus operandi guarda más similitudes con el avance sistemático pero lento que hacen los rusos en Ucrania que con las rápidas y espectaculares maniobras del ejército norteamericano contra los restos del ejército iraquí de Saddam Hussein. Esto les permite a las unidades de maniobra israelíes trabar combate con las unidades locales de Hezbollah y derrotarlas a cada una de manera aislada antes de avanzar más profundo en territorio libanés. Se conocen pocas oportunidades en que las guerrillas libanesas hayan conseguido quedar detrás de las líneas israelíes.
En números, antes del comienzo del operativo terrestre, Hezbollah había logrado provocar 20 muertos entre los militares israelíes antes del comienzo de la operación terrestre y 52 adicionales a partir de esta. Del mismo modo, Hezbollah reconoce con nombre y apellido unos 450 muertos propios antes del comienzo de la incursión israelí y dejó de reportar sus propias bajas luego. Según las fuentes de las FDI (sin mostrar evidencia), la ofensiva terrestre provocó “miles” de muertos entre los combatientes libaneses.
Todo esto sería completamente superfluo si no consideráramos los resultados políticos de la guerra. La victoria en la guerra consiste en la imposición de la voluntad propia al enemigo. Hasta recientemente, Hezbollah se comprometió a proseguir las acciones contra Israel en apoyo a Gaza, poniendo como condición para cualquier cese al fuego un acuerdo más general que incluya a la Franja. A su turno, Hamás conserva como única palanca en esas negociaciones a una centena de rehenes o sus cuerpos. ¿Con cuál objetivo Israel condujo la guerra contra Hezbollah? No lo hizo con el objetivo de liquidar a la organización in toto o su capacidad militar (como sí lo plantea para con Hamas) y tampoco para arrebatarle el control territorial directa o indirectamente (a diferencia de lo que está aconteciendo en Gaza). Destruir a Hezbollah necesitaría ni más ni menos de una nueva guerra civil en el Líbano y recursos que hoy en día Israel no tiene en disponibilidad al menos mientras continúe con la guerra en Gaza. El estado actual de la organización alcanza para que la oposición libanesa de tenoccidentales se ilusione con un futuro desarme o un cambio de régimen que eyecte a la organización de los resortes del aparato estatal (Reuters 14/11).
De boca de Netanyahu, el objetivo de llevar a la guerra al Líbano era divorciar a Hezbollah con respecto al desarrollo de los hechos contra Gaza, separar a los dos frentes y quitarle al último su principal apoyo. Esto podía adoptar dos formas que no son mutuamente excluyentes. O bien degradar las capacidades militares de Hezbollah al punto de que pasar a ser militarmente irrelevante e incapaz de continuar con su apoyo al frente de Gaza, o someterlo a tal presión que su dirigencia se viera obligada a optar por un cese al fuego por separado e independiente de la continuidad de las acciones israelíes en la Franja. Ésto último es lo que se ha producido y este solo hecho debería bastar para desmentir las versiones triunfalistas acerca de un “fracaso” o “colapso” israelí en el Líbano. Puede gustar o no pero cualquier análisis de la realidad requiere, como premisa, no contradecirla. Israel sale del Líbano victorioso y con las manos libres para continuar con su campaña contra Gaza mientras Hezbollah está fuera de combate hasta próximo aviso. Las condiciones del cese al fuego también son estratégicamente favorables a Israel: Hezbollah retirará sus fuerzas del sur del Líbano, cruzando el río Litani e Israel se retirará del Líbano también. El territorio pasaría al control efectivo del ejército libanés. Esto ya estaba estipulado en la resolución de la ONU 1701 pero la diferencia es que en esta ocasión se estipulan mecanismos concretos para que Hezbollah no retorne a esta región mientras que se habilita a Israel a violar la soberanía libanesa, previa aprobación de EE.UU.
Netanyahu da por sentado que el regreso de Trump creará las condiciones políticas para las próximas escaladas. En la mira se encuentra primero concretar la destrucción de Hamas en Gaza y la neutralización militar de la Franja. Israel ha tenido éxito en destruir el aparato semiestatal allí e imponer el caos y la catástrofe social mientras que Hamás se ha visto reducido de una compleja organización militar a una serie de grupos que solo logran actuar en las zonas de la Franja donde los israelíes creen que podrían haber rehenes (Ynet 21/11). En el resto de la Franja, reina la anarquía y, bajo el amparo de las fuerzas israelíes, han crecido bandas de crimen organizado que rivalizan con Hamás en el control territorial y reparto de ayuda humanitaria (Washington Post 18/11). Quizás entre los planes israelíes figure formar una futura administración civil de la Franja a partir de esta ´lumpen-burguesía´ en reemplazo efectivo de Hamas, que crece y se enriquece con la catástrofe de los palestinos.
En la mira de Netanyahu y Trump el siguiente objetivo es el programa nuclear iraní, retomando la política trumpista de “máxima presión”. Queda por ver si la capacidad de la guerra económica contra Irán conserva las mismas posibilidades que hace cuatro años. En cualquier caso, la victoria israelí en el Líbano es una parada más de la ruta de la guerra mundial.