Escribe Olga Cristóbal
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La Autoridad Palestina colabora abiertamente con Israel en el intento de desmantelar la resistencia palestina en Cisjordania, mientras el ejército sionista y los colonos financiados por la Organización Sionista Mundial y la ultraderecha religiosa norteamericana expulsan a los labradores palestinos de sus aldeas, queman los campos de cultivo, bombardean ciudades y campos de refugiados y les han arrebatado miles de hectáreas.
Hace ya tres semanas que la policía de Abu Mazen ejecuta la «Operación Protección de la Nación», que consiste en “una campaña a gran escala para desmantelar la resistencia palestina organizada en el norte de Cisjordania”. Las Fuerzas de Seguridad Palestinas reciben entrenamiento militar norteamericano desde mediados de los 90.
La actual avanzada contra la resistencia intenta desarmar a las milicias, compuestas principalmente por hombres jóvenes de los campos de refugiados, que se han atrincherado en Yenín y sus zonas rurales en los últimos dos años. La operación ya se ha cobrado la vida de tres palestinos a manos de las FSP y de dos agentes de la AP.
La campaña también pretende demostrar a los palestinos de la Cisjordania, donde las milicias han ganado una autoridad política mayoritaria, que la cooperación -con el sionismo- “garantiza la supervivencia”. Por ahora, la AP se atrevió a llevar sus fuerzas al corazón del campo de refugiados de Yenín.
Esto ocurre mientras Israel bombardea una vez más Tulkarem y Nablus, con un saldo de una docena de muertos. El Ejército entró con excavadoras para destruir las infraestructuras, práctica habitual durante estas redadas.
Según Wafa, las excavadoras destruyeron tanto propiedades públicas como privadas, afectando a tiendas, casas, vehículos y los muros de la mezquita Al Salam. Además, las demoliciones afectaron a la red de agua y eléctrica del campamento de refugiados, provocando cortes de luz.
En lo que va de 2024 al menos 682 palestinos han muerto en la Cisjordania a manos del ejército o los colonos sionistas, incluidos al menos 74 menores, según el recuento de EFE. Con ellos cierra filas la Autoridad palestina.
“Cuanto más se prolongue la operación de las FDP, más sangrienta se vuelva y mayores sean los sacrificios que exija, más fuerte sonarán las campanas de peligro para la clase dirigente de Cisjordania. En un panorama así, el lenguaje del lamento o de la vergüenza vacilará bajo el peso de la sangre derramada. A medida que aumente el número de víctimas, los gritos de venganza ahogarán los llamamientos a la moderación, transformando el dolor en una implacable exigencia de ajuste de cuentas”, vaticina un editorial de Mondoweiss (La política de la traición, 24/12).
La operación se lleva a cabo un mes después de que Abu Mazen “tumbó un acuerdo para un gobierno de unidad nacional en Gaza y Cisjordania” que había sido acordado entre Al Fatah y todas las milicias islámicas (Infobae 24/12).
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que tiene un pedido de captura internacional por genocidio, había informado a principios de semana sobre avances para un acuerdo de devolución de los rehenes capturados por las milicias palestinas en octubre de 2023. Son 96, de los cuales probablemente 34 habrían muerto, según los servicios sionistas.
Desde octubre de 2023, Israel lleva asesinados en la Franja de Gaza 45.338 palestinos, el 70% mujeres y niños, según el recuento del gobierno gazatí. A todos ellos, se suman los miles de cadáveres que continúan entre los escombros o tirados en carreteras a lo largo de la Franja, sin que los equipos de rescate tengan acceso a ellos. Además, Israel retiene fuera de toda legalizad por lo menos a 10.300 prisioneros palestinos; varios cientos son niños de corta edad.
Las declaraciones llegaron después de que miles de manifestantes reclamaron el retorno de los rehenes en Tel Aviv, Jerusalén, Haifa y Beer Sheva, y acusaron al gobierno de desinteresarse de su suerte y pretender continuar la guerra a cualquier precio. Einav Zangauker, padre de un joven secuestrado en Gaza, dijo en la protesta de Tel Aviv que Netanyahu le había mentido y que “el gobierno no tiene intención de detener la guerra ni ha prometido traer de vuelta a todos los rehenes; planea regresar a unos pocos y matar al resto utilizando la fuerza militar". Hamás afirma que decenas de los cautivos corrieron la misma suerte que los palestinos: murieron por los ataques aéreos israelíes.
A pesar de las afirmaciones de Netanyahu, este miércoles Hamas denunció que “la ocupación (israelí) estableció nuevas cuestiones y condiciones relacionadas con la retirada, el alto el fuego, los prisioneros y el retorno de los desplazados, lo que retrasó la consecución de un acuerdo disponible”.
Es la misma táctica que usó Netanyahu para empantanar todas las negociaciones, “insinuar avances en las conversaciones para un intercambio de prisioneros y un posible alto el fuego, sólo para insistir después en continuar las operaciones militares en la Franja de Gaza”.
Efectivamente, el ejército israelí ha continuado con sus ataques en la Franja y también en Cisjordania. El 23 de diciembre, en vísperas de la Navidad, una nueva tanda de ataques aéreos y terrestres de las fuerzas israelíes causó al menos 58 muertos y 88 heridos en la franja de Gaza.
El Hospital Indonesio de Jabalía, en el norte de Gaza, fue evacuado totalmente. De este modo, los tres principales hospitales que quedaban parcialmente operativos en esa zona, el Kamal Adwan, el Indonesio y el Al Awda, han quedado totalmente fuera de servicio.
La directora de Comunicación de Médicos sin Fronteras en la región, Enass Abu Jalaf, reclamó que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas obligue a Israel a detener sus ataques contra hospitales y personal médico. “Se han dado 41 ataques contra equipos e instalaciones de Médicos sin Fronteras y hemos perdido a ocho trabajadores”, ha denunciado Abu Jafal.
Netanhayu también anunció que había pedido al ejército que destruyera la infraestructura de los hutíes de Yemen, después de que un misil yemenita el sábado dejó 16 heridos en Tel Aviv.
Y afirmó que quiere firmar nuevos acuerdos de paz con los países árabes, como los negociados en 2020 por Estados Unidos, “y así cambiar aún más radicalmente Medio Oriente”.