Venezuela: la gira de González Urrutia prepara una intervención golpista

Escribe Joaquín Antúnez

El Pentágono prepara su propia ´gira´.

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Edmundo González Urrutia, el candidato de la ultraderecha venezolana en las elecciones de julio pasado, ha comenzado una gira exprés por el continente americano, con el fin de darle legitimidad a su incursión del próximo 10 de enero en territorio venezolano, momento del traspaso presidencial según fija la Constitución de dicho país. El itinerario incluye a la Argentina, donde inició su viaje reuniéndose con Milei y Bullrich; Uruguay, donde fue recibido por el presidente saliente Lacalle Pou;,y continuará con una visita a Biden, en Washington, para finalizar con visitas a Panamá y República Dominicana, desde donde espera viajar a Caracas.

González Urrutia busca retornar a su país, tras haber abandonado Venezuela hace cuatro meses y firmado un acta en la cual reconocía su derrota, a cambio de un salvoconducto en un avión de la fuerza aérea española hasta Madrid. En el Viejo Continente, González Urrutia fue recibido y agasajado en las principales capitales del mundo, sin que esto haya tenido efecto en la “transición política” que dicen encabezar el retirado diplomático y la proscripta Corina Machado, quien asegura encontrarse escondida dentro de Venezuela. Machado mantiene una fuerte agitación golpista desde su cuenta de X. Sus últimas publicaciones han estado orientadas a convocar una movilización “por la libertad” el 9 de enero, un día antes de la mentada asunción presidencial. También ha dirigido múltiples mensajes a las fuerzas armadas y a la policía venezolana, para que detengan a Maduro y su camarilla el 10 de enero. Estos mensajes hacen sospechar de un involucramiento internacional más amplio, principalmente de la CIA, con la cual Machado ha colaborado intensamente durante las dos décadas de gobiernos chavistas.

La gira de González Urrutia no tiene ningún valor más allá de la agitación política de la ultraderecha internacional contra Venezuela. El imperialismo norteamericano, que ha prestado apoyo bipartidista al candidato derechista, busca operar con una posible detención para dar rienda suelta a sus pretensiones golpistas. El largo entramado que une a los representantes de Trump, Mark Rubio -un gusano cubano- y Claver-Carone con la ultraderecha y los golpistas venezolanos es harto conocido. Incluso, existen asociaciones fascistas dirigidas a operar un golpe de Estado sobre Venezuela que se muestran en las redes sociales a viva voz (Erik Prince, el multimillonario fundador de la contratista militar Blackwater, lanzó la campaña “Ya Casi Venezuela”). González Urrutia, como en el pasado Juan Guaidó, no es más que un títere del imperialismo sin peso propio alguno.

El argumento esgrimido sobre las elecciones fraudulentas encubre la responsabilidad política del imperialismo en el bloqueo, la destrucción de la economía venezolana y el exilio de más de 8 millones de personas de un país de 20 millones habitantes. Del otro lado, el chavismo se ampara en estos argumentos para intensificar su gobierno de camarilla mediante métodos dictatoriales. En el fondo, las crisis diplomáticas son una manifestación de la guerra imperialista mundial y la necesidad cada vez mayor de establecer un monopolio de los Estados Unidos sobre las principales reservas de petróleo, litio y otros minerales esenciales en la producción armamentística. El conflicto por las reservas petrolíferas de Esequibo, territorio reclamado históricamente por Venezuela y rechazado de manera furibunda por la gestión Biden, con apoyo de los republicanos, se incluye en esta confrontación.

Biden reafirma esta orientación al recibir a González Urrutia, quien busca también un apoyo explícito de Donald Trump. Ha programado reuniones con senadores republicanos que responden al magnate. Los trumpistas son partidarios de una política agresiva sobre América Latina. Un cambio de régimen en Venezuela, como ha señalado la propia Machado, sería “una victoría política muy, muy cercana para Trump.”

El acto de asunción presidencial de González Urrutía se presenta malparido, pues se tomaría juramento a Machado como vicepresidenta ejecutiva, cargo para el cual no fue electa. La pantomima de la democracia versus dictadura es un cascarón vacío. Cualquier salida política en Venezuela será resuelta mediante choques violentos y una confrontación que puede derivar en una guerra civil, que se ha mantenido larvada desde el golpe del 2002.

El chavismo, que vive de un recuerdo ya envejecido del primer mandato de Chavez, ha demostrado su incapacidad para enfrentar al imperialismo. Las amenazas sobre la captura de González y toda su delegación -que estaría integrada por diplomáticos y expresidentes de varios países caribeños- anuncia preparativos del chavismo para encarar un autogolpe y evitar una nueva crisis en las elecciones legislativas que deberían realizarse este año.

Durante años ha negociado y permitido una triangulación de petróleo en favor de Estados Unidos mediante la empresa Citgo, que no ha sido alcanzada por las sanciones estadounidenses. Al mismo tiempo, ha ejecutado un ajuste fenomenal sobre la clase trabajadora venezolana mediante una dolarización sin reservas (el plan económico de Milei) en la previsión de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La cuestión crucial en Venezuela es la disputa por el control de los recursos estratégicos, de los cuales la derecha quiere servirse para una entrega aún mayor al capital financiero y un ajuste más brutal sobre la población.

La clase obrera venezolana no ha logrado presentarse como una unidad política en esta crisis. Ha optado por el apoyo al chavismo o la derecha así como a la abstención electoral. La articulación de un programa basado en la defensa de los intereses nacionales de Venezuela bajo la consigna “Fuera las manos imperialistas de Venezuela” debe ser una apoyatura para rechazar la verticalidad sindical-militar del chavismo y la atomización -“libertad de asociación”- que promueve la derecha, en función de la organización colectiva y autónoma de la clase obrera.

Una vez más, la emancipación política (y social) de los trabajadores solo puede ser obra de los trabajadores, mediante sus métodos históricos y la construcción de su propio partido.

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