Escribe Gabriela Jorge
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La Colonia Santa Rosa ha quedado nuevamente anegada producto de las tormentas. Calles intransitables, rebalse de cloacas, canales desbordados.
Ante las primeras lluvias de diciembre, la intendencia anunció una limpieza de canales “para prevenir inundaciones” y fue más lejos: culpabilizó a los vecinos de su obstrucción porque tiran basura y los amenazó con multas. Sin embargo, esto no garantizó que parte del pueblo vuelva a quedar confinado con las lluvias de la semana pasada.
La realidad de Colonia sigue siendo las casillas precarias y las calles hechas barredal. Miles de familias fueron arrojadas a vivir en asentamientos frente al desarrollo de la frontera agrícola y la especulación inmobiliaria. Muchas se ven obligadas a “engancharse” de la luz, construyen su vivienda, instalan la electricidad sin poder pagar los materiales necesarios. Esta la realidad que une a varias villas y asentamientos.
Son parte de un paisaje en el norte provincial, donde la pobreza asciende hasta el 70% de la población. La expansión de la frontera agropecuaria, así como el monocultivo de soja y de caña de azúcar, dieron lugar a una liquidación de la fuerza de trabajo. En Colonia Santa Rosa, el monocultivo de la caña a manos de El Tabacal destruyó el cultivo del citrus y las hortalizas, arrojando a cientos de trabajadores a la desocupación.
Navarro, el actual intendente, dice que “no hay plata”, que solo puede garantizar “obras menores”, como iluminar o poner a disposición maquinarias para abrir calles. Tira el fardo a los propios pobladores, obligando a que algunos vecinos se financien parte de la obra pública por medio de lotas y colectas financieras.
Como su antecesor Guerra, es incapaz de resolver los históricos problemas del pueblo, cuando de los intereses de los trabajadores se trata. Pero mantiene a rajatabla una orientación en favor de los terratenientes exportadores o arrendatarios del departamento. Forma parte de la runfla de canallas que, como Sáenz, acompañan y garantizan el golpe de Estado económico de Milei, que ha profundizado la miseria de los trabajadores.
Como hace cuatro años atrás, cada vez que hay una tormenta fuerte, las familias de la Colonia no saben qué desastre puede producirse. Hace cuatro años atrás, se incendiaron varias casillas. Una de ellas, se cobró la vida de los hijos de Yolanda Vargas, quien vivía en uno de los asentamientos más numerosos del pueblo, Las Palmeras.
Al presente se iluminó parte de Las Palmeras, pero no se garantizó ni un centímetro de las cloacas, de la apertura de calles y el tendido de red eléctrica. Aún hoy la entrada al barrio sigue siendo un precario puente de poco más de dos metros. Cuando se produjo el incendio en la casilla de Yolanda, el camión de bomberos no pudo llegar a tiempo porque era imposible cruzarlo.
En el asentamiento Sagrado Corazón, uno de los más numerosos del pueblo, los vecinos pelean para no ser desalojados por un emprendimiento inmobiliario, pero las calles son verdaderos barredales. Las familias viven en casillas, con baños de pozo ciego. En el asentamiento Gauchito Gil, la mayor parte no cuenta con cloacas y el suministro constante de agua. Este asentamiento se encuentra a la par de Maneros, en donde si bien tienen cloacas, con las lluvias se rebalsan hacia las calles. Nueva esperanza, quedó anegado. En el centro, desde que se fundó se colapsan las cloacas; con las lluvias las viejas cañerías van rompiéndose.
Navarro, quien mantiene esta situación social, quiere mostrar ´gestión´ poniéndole luces a una cancha y prometiendo maquinarias en los barrios.
La lucha por la urbanización y por una perspectiva superadora frente a la barbarie confronta una vez más al pueblo obrero de la Colonia contra el poder político. Ese mismo poder político que busca condenar hoy a una madre trabajadora del pueblo, en lugar de resarcirla, para ocultar sus responsabilidades en la miseria social, la pobreza, la quiebra de los puestos de trabajo y de las tragedias sobre nuestras familias que son resultado de su política. La lucha por la absolución para Yolanda Vargas y la justicia por sus hijos; y por superar la barbarie no puede ser otra que una causa propia de la clase obrera.