La violencia del capital en el espacio escolar

Escribe Andrés Soko

La violencia del capital en el espacio escolar

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En las últimas semanas los casos de violencia en la escuela y violencia entre jóvenes fueron temas recurrentes en los medios. El tenor de la situación se ha incrementado tanto que el gobierno de la Ciudad impulsa una plataforma virtual denominada “Escuela en Familia”, donde incorpora un plan de Salud Mental y de Neurodesarrollo porque, según ellos, el “eje es el bienestar socioemocional”. Por el lado de provincia de Buenos Aires, a través de una “carta abierta” a la docencia la Dirección General de Escuelas afirma que “somos testigos de la existencia de un contexto de agresividad y hostilidad que necesariamente impacta en la cotidianeidad de la escuela”.

El poder político se declara testigo, es decir, ajeno y por lo tanto incapaz de asumir la responsabilidad de la violencia social que se incrementa a medida que la crisis económica y social se hace más apremiante como resultado de las políticas que llevan adelante el gobierno nacional y los gobiernos provinciales que encuentran, en las burocracias sindicales, los canales para viabilizarlas. La carta de marras menciona que “es fácil observar como se ha degradado la conversación pública en la sociedad argentina” pero no dice nada que esa degradación del lenguaje y de la conversación viene hace décadas y acerca de su estructura. Tampoco hace mención a que el lenguaje se degrada a la misma velocidad que se despliega la crisis económica y social y se refleja en el discurso soez del presidente Milei como también en las manifestaciones fascistas de su entorno y en las expresiones de Trump y Netanyahu, que tienen en común la pretensión de aniquilar o hacer desaparecer pueblos o expresiones de resistencia.

Hace pocos días se publicó un estudio acerca de las perspectivas futuras de jóvenes del conurbano y se revela que “el 40 % directamente cree no tener futuro y renunció a sus aspiraciones, otro 40 % ve muy difícil progresar” (Clarín, 06/04). En ese mismo estudio se observa que las escuelas se presentan como instituciones viables para “ser alguien en la vida”; sin embargo, esta consideración se ve rápidamente frustrada ante el deterioro de las condiciones de cursada, de la falta de docentes y del poco sentido que tiene lo que se enseña con la vida que se vive. La escuela tiene un proyecto y un discurso disociado de la realidad, la escuela propone educarse para el futuro, pero sin interpelar el presente y sin cuestionar qué tipo de futuro propone. Es decir que la escuela no hace consciente, en la masa estudiantil, los problemas sobre los modos y las condiciones de vida.

La escuela, como espacio social que impulsaría el progreso, la cultura, el humanismo y la convivencia, estalla con todo acto violento que allí acontece. La violencia dentro de ese ámbito es más compleja de aceptar porque quiebra la expectativa que refiere a que la formación o la cultura son los instrumentos capaces de frenar las manifestaciones de violencia. La escuela debe estallar o se estalla en la escuela.

La violencia al interior de la escuela

La escuela refleja y refracta la realidad social; todas las capas sociales se ven afectadas ante la crisis del régimen porque altera la vida cotidiana. La presente dislocación de las relaciones capitalistas, expresadas en la economía de guerra que impulsa el gobierno de Trump y en la tendencia a la crisis del sistema financiero presente, dislocan la vida cotidiana y la producción y reproducción del ser social y de la cultura. En estos marcos sociales, la escuela acompaña y observa cómo la situación del presente coloca a la orden del día la fragmentación de las tareas cotidianas y de los propios vínculos humanos. La relación social del capital y esta vida cotidiana promueven una anulación del otro como sujeto. La profundización de la desregulación de la vida social trae aparejado el incremento de los negocios del narco, que se ofrecen como alternativas de ingresos para sectores juveniles y el consumo como modo de vida.

Ahora bien, la violencia es, también, la partera de toda vieja sociedad preñada de una nueva...es el instrumento del cual se sirve el movimiento social para abrirse paso y romper las formas políticas estancadas, siempre que se consolide una fuerza social capaz de llevar adelante ese movimiento. Sin la presencia de esa fuerza social, la tendencia al quiebre de las relaciones capitalistas se expresa y se resuelve a través de distintos modos de violencia, ya sea organizada desde el Estado sobre sus ciudadanos o entre Estados, en su camino a la guerra. En la sociedad, esa violencia puede cobrar expresión afectando a todos los integrantes de la comunidad educativa (docentes, estudiantes y familias). El presente catastrófico, expresado en el genocidio sobre el pueblo palestino, pone de relieve las formas de reacción a las que está dispuesto el capitalismo para preservarse. Al concebir que el medio cultural es el elemento de formación es posible entender el alcance del concepto de andamiaje entre el ser y el medio, porque su entrelazamiento desarrolla la zona potencial de aprendizaje. Es el medio quien educa; lo que implica que no sólo es el aula, es más allá del aula; es el momento histórico en el que está situada esa aula, las prácticas del presente entonces aparecen como modos posibles de desenvolverse en la vida cotidiana, como dijo Walter Benjamin, “un individuo en situación de inmenso terror puede entonces verse compelido a imitar justamente aquello que lo aterroriza.”

La guerra es la expresión de la dislocación de los lazos del capital sin una intervención organizada de la clase trabajadora. El capital ya no puede seguir desenvolviéndose como lo vino haciendo hasta el presente y por medio de la desorganización social busca una reorganización bajo su propia lógica que implica, como se puede observar, el incremento del empobrecimiento económico y un retroceso civilizatorio.

El ámbito escolar no puede, en tanto institución, superar una relación social que lo constituye. La escuela, con su política de promover la gestión de las emociones (individuales), de brindar educación según las "trayectorias educativas" de cada estudiante ha convertido al individuo en un ente en sí mismo, presentando a lo social como una carga para su desarrollo personal. Se refuerza, de este modo, la concepción de que existirían fuerzas extrañas que imponen condiciones ruinosas sin poder comprenderlas, la escuela mistifica las relaciones sociales. La sociedad, el Estado, aparecen como carga, pero también como objeto capaz de generar daño.

La salida de la pandemia incrementó esta perspectiva y colocó una ruptura entre las generaciones de adultos y jóvenes que la crisis económica profundizó; sobre todo en las perspectivas de unos y otros. Mientras los adultos se encuentran más sometidos a los ritmos laborales y a las flexibilidades de sus condiciones, la juventud no encuentra una propuesta de crecimiento en los marcos de la sociedad actual.

Ninguno de los instrumentos constituidos para abordar la problemática de la violencia en el ámbito educativo, hasta el momento, han puesto en cuestionamiento las políticas educativas ni las políticas de Estado que conllevan a desarrollar los modos en que se vive la vida. Es decir, que no vinculan al ámbito educativo a la realidad social y política que condiciona los modos de existencia.

La crítica a la educación debe tomar consciencia que el docente personifica tanto las relaciones sociales históricamente determinadas como también a los programas y los contenidos académicos. Si estos se degradan para favorecer el mercado de trabajo también se degrada el rol del docente; si se desvalorizan los contenidos también se desvaloriza el lugar del conocimiento que expresa, de un modo u otro, la figura del docente.

La escuela se ha vuelto un ámbito de ocultamiento de las relaciones sociales y por lo tanto un peso muerto para los estudiantes. Las políticas de no repitencia solo buscan obtener datos para expresar que no habría fracaso educativo. La realidad educativa y la violencia en los marcos escolares muestra que la enseñanza y el aprendizaje se han vuelto incompatibles con el capitalismo, por eso no alcanzará con impartir programas de convivencia.

Perspectivas

En el ámbito escolar se entrecruzan las familias, los estudiantes y los docentes. Las contrarreformas educativas que impulsan los distintos gobiernos están generando un rechazo entre docentes y estudiantes que se expresa de diversos modos. La perspectiva está en que docentes y estudiantes concentren el cuestionamiento a las políticas educativas que apuntan a la desvalorización del conocimiento y a la reducción de cargos docentes, que se desenvuelvan convocatorias desde la docencia y los estudiantes junto a las familias para poner en pie un plan educativo, dónde se aborde la infraestructura, las condiciones salariales, el incremento de la planta docente e incluso la mejora de la calidad de acceso a las escuelas y de las viviendas. Al abordar los problemas sociales del presente, docentes y estudiantes, develarán que el pago de la deuda externa está en relación directa con el desfinanciamiento educativo, que se paga la deuda a costa de las condiciones de enseñanza, de aprendizaje y de vida. La escuela, cómo caja de resonancia de los problemas sociales debe convertirse en un faro que condense las problemáticas comunitarias y entrelazarlas con las luchas del presente en una perspectiva socialista, poniendo a la luz que el capitalismo se ha vuelto incompatible con la vida humana.

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La violencia en las escuelas de General Rodríguez Por Carlos Sánchez, 09/04/2025.

La violencia escolar y la violencia política Por Ceferino Cruz, 08/04/2025.

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