Acerca de la desclasificación de archivos del AGN: Perón vendió armas a la dictadura pinochetista

Escribe El Be

Una lección histórica de Política Obrera.

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“Una alianza contrarrevolucionaria dirigida contra las masas, contra el movimiento obrero y democrático funciona en el cono sur de nuestro continente. El gobierno peronista, presentado por el PC y la JP como víctima de un cerco de gobiernos reaccionarios latinoamericanos es, en realidad, una pieza clave de esta conspiración con los Pinochet, Banzer, Bordaberry y Geisel” (Política Obrera 4/3/74).

La noticia sobre dos “documentos desclasificados” que confirmarían la venta de armas del gobierno de Perón a la dictadura chilena de Pinochet a fines de 1973 y principios de 1974 ha ganado propaganda en los diarios de Argentina y de Chile. Con la firma del mismo Perón, entre otros, el decreto autorizaba a Fabricaciones Militares la exportación de armamento y municiones, junto con la orden de dar una facilitación operativa a la Aduana para que no controlara la carga secreta. En concreto, se trata de miles de proyectiles para fusiles de combate FAL, 2.000 pistolas ametralladoras PAM y 6 mil pistolas Browning calibre 9 mm. El diario Clarín asegura que “la existencia del decreto firmado por Perón y sus ministros era un dato desconocido”. Un historiador entrevistado por el diario asegura que “la entrega de material y pertrechos por parte del gobierno de Perón es una novedad”.

La desclasificación de los archivos ha sido una nueva confirmación de algo que ya se sabe hace más de cincuenta años. La novedad está en la aparición de la firma de Perón en el decreto en cuestión, pero este hecho mismo de la venta de armas ya había estado en las páginas de la prensa (tanto en la burguesa como en la obrera) desde el día uno. En febrero de 1974, Política Obrera titulaba un artículo “Perón manda armas a Pinochet”. Allí se comentaba que “el 3 de enero, un grupo guerrillero intentó la voladura de un tren a la altura de Potrerillos, Mendoza. Así, vino a saberse que ese tren transportaba un cargamento de armas livianas enviado por Fabricaciones Militares, con destino al cuerpo de Carabineros chileno. Los comunicados extraoficiales justifican a la remesa en nombre de los compromisos adquiridos con el gobierno de Salvador Allende, que vienen a cumplirse recién ahora (La Razón, 24 de enero)”.

El aporte de los archivos, la participación directa del propio Perón en el decreto mediante su propia firma, vendría a terminar con una versión del peronismo de izquierda, a esta altura ya insostenible, acerca del cerco derechista en el gobierno del viejo general que tomaba decisiones de las que él no era partícipe. Pero el apoyo de Perón a la dictadura de Pinochet nunca fue un secreto, para el que lo quiso ver. Ya en el año 2000, unos 16.000 documentos con más de 50.000 páginas desclasificados por el gobierno norteamericano aseguraron que "dos coroneles activos del ejército chileno" informaron a Perón de los planes de un golpe contra Allende y, "de acuerdo al texto, ‘Perón informó a los coroneles que el derrocamiento de Allende era un asunto interno por lo que él no aprobaría, ni condenaría dicha acción’. Perón no desplegó una acción contra el golpe en Chile por el simple hecho de que su propio gobierno estaba en un curso golpista propio, como se manifestó luego en la asonada policial que derrumbó al gobierno provincial de Córdoba. En una entrevista con un periodista italiano (La Razón 25/9/73), Perón sostuvo que en Argentina “si la guerrilla insiste, sucederá lo que, en Santiago, donde la responsabilidad no fue de los militares sino de los guerrilleros”. Y aprovechó para declarar que “a Cuba le advierto: que no haga el juego que hiciera en Chile, porque en Argentina podría desencadenarse una acción bastante violenta”.

En la primera semana de abril de 1974 tuvo lugar una entrevista en la residencia presidencial de Olivos entre un representante del gobierno pinochetista y el presidente Perón. La misma luego fue correspondida con el viaje del Jefe de Inteligencia del Estado Mayor del ejército argentino a Santiago de Chile, quien “antes de partir, mantuvo una prolongada conversación con Perón, oportunidad en la que el Presidente le encomendó establecer los más estrechos contactos con la cúpula militar que gobierna Chile” (Mercado, 30/4/74). Como resultado de esos contactos, el gobierno peronista permitió que la Dina, la policía política de Pinochet, instale una oficina en Buenos Aires para espiar y perseguir a la colonia de exiliados chilenos. Pocos días después, tres refugiados chilenos (Joaquín Garrido López, Sergio Díaz Parada y Alcíades Oyarzún Braña) fueron secuestrados en su domicilio en Buenos Aires y no se volvió a saber de ellos. El modus operandis se repitió con exiliados bolivianos. "En enero pasado, el ministro del Interior de La Paz, coronel Walter Castro Avendaño, admitió que existía una coordinación informativa entre los organismos de seguridad de su país y de la Argentina" (Noticias, 4/5/74). La cooperación con los servicios de las dictaduras latinoamericanas se extendió también a Uruguay y Brasil.

En el caso chileno, estos contactos fueron los antecedentes de la entrevista que Perón y Pinochet tendrían en Argentina el 16 de mayo de 1974. En la base aérea de Morón, Perón dio personalmente la bienvenida al dictador chileno. Allí declaró que “nuestras relaciones con Chile son excelentes”. Luego de la muerte de Perón, su esposa y sucesora condecoró a Pinochet con la Gran Cruz de la Orden de Mayo al Mérito Militar.

El artículo del diario Clarín, que tuvo acceso a los archivos desclasificados, presenta al peronismo como la excepción de las democracias del mundo, reafirmando su carácter prodictatorial. Es un embuste. Los gobiernos democráticos, tanto de América Latina como de otros continentes, no tardaron en reconocer a la dictadura de Pinochet como gobierno legítimo. Sólo acciones de masas de la juventud y los trabajadores lograron, en algunos casos, el boicot a la dictadura chilena. Política Obrera explicaba que en Gran Bretaña “los sindicatos obreros obligaron al gobierno laborista a suspender toda ayuda económica a la junta [militar chilena] y a las empresas a cancelar las ventas a Chile” y en Francia “la militancia se moviliza contra el nuevo embajador chileno”, mientras en Argentina “los Gelbard y Broner hacen excelentes negocios con Pinochet” (“Imponen el boicot a la junta chilena”, 23/3/74).

Revista EDM