Inundaciones en Córdoba y Santa Fe: no culpen a Santa Rosa

Escribe Brian Murphy (Candidato a diputado nacional por Santa Fe)

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La tormenta de Santa Rosa llegó el fin de semana con lluvias fuertes, caída de granizo y registros pluviométricos históricos, propios del cambio climático. En varias localidades, los milímetros caídos durante agosto superaron cualquier registro que se tenga, en algunos casos desde mediados del siglo XIX y en otros desde principios del XX. La zona núcleo maicera (Sureste de Córdoba y Sur de Santa Fe), donde se encuentran los mejores suelos agrícolas, está bajo el agua en varios sectores, parte de Oeste bonaerense también. La lluvia caída superó en algunas localidades los 200 y en otras los 300 mm en pocas horas, lo que significa un tercio o un cuarto del promedio anual de precipitaciones.

Las localidades más afectadas fueron Camilo Aldao, Cruz Alta, Marcos Juárez y Los Surgentes en Córdoba, y María Teresa, Los Quirquinchos y La Chispa en Santa Fe. Se registran varias decenas de evacuados y autoevacuados. Varias rutas nacionales y provinciales sufrieron cortes totales por anegamiento. Los excesos hídricos, de no evacuarse rápidamente, podrían poner en riesgo parte de la cosecha del trigo y retrasan la siembra de maíz, aunque también ofrecen una campaña promisoria para este último cultivo, que arrancaría con los “perfiles de suelo cargados de agua”.

En declaraciones a los medios, autoridades comunales y pobladores aseveraron que las lluvias fueron impresionantes y que “el agua entraba a los pueblos desde los campos”. Los trabajos del ingeniero Nicolás Bertram del INTA han demostrado de manera incuestionable el nexo del llamado “agronegocio” con el ascenso de las napas freáticas y los del investigador Hernán Sainz Rozas, también del INTA y del CONICET han documentado que los suelos agrícolas de la región pampeana perdieron un 50 % de su materia orgánica. Esta última fracción del suelo, así como su actividad biológica y microbiológica, la cobertura vegetal viva, y el desarrollo de raíces es fundamental para el desarrollo de poros, que son los encargados de infiltrar y, junto con la materia orgánica, retener el agua en el suelo. Las prácticas del llamado agronegocio van en el sentido inverso, lo que es una manifestación de que el capital destruye sus propias bases de sustentación, en este caso el suelo agrícola.

Es ampliamente conocido el trabajo científico de Bertram en el que documenta que un monte nativo es capaz de infiltrar 300mm de lluvia por hora, una pastura 100 mm y un cultivo de soja solamente 30mm/h. Luego de 30 años de “sojización”, aumento exponencial de uso de agrotóxicos, desmontes, canalizaciones ilegales y expansión de la frontera agrícola, encontrar el origen de las inundaciones en la actividad agroindustrial no debiera ser una operación intelectual demasiado compleja. Sin embargo, la prensa burguesa apela al santoral católico para ocultar lo inocultable. Hace algunos años, frente a una situación climática similar, la campaña “Paren de Fumigarnos” de Santa Fe tituló un comunicado de manera ilustrativa: “Fue como si hubiese llovido sobre un vidrio”, haciendo referencia a que los suelos no absorben la lluvia caída.

La clase trabajadora es quien sufre principalmente las consecuencias de los desastres climáticos. Frente a la debacle ocurrida, y frente a los hechos consumados, las autoridades provinciales de Córdoba y Santa Fe han “encabezado comités de crisis” y anunciado asistencias a las víctimas. Incluso sectores opositores progresistas han reclamado la “emergencia climática”, que no es más que la discrecionalidad para que los ejecutivos provinciales ensayen pantomimas de asistencia. Sin embargo, todo el mundo sabe que tanto Pullaro como Llaryora responden a sus mandantes, el gran capital agroindustrial, y no tomarán ninguna medida que ponga en jaque sus ganancias.

Ni siquiera la mera construcción de obras para paliar los excesos hídricos es una solución, porque no va a la raíz del problema: el propio sistema productivo. Lo que hay que hacer es reevaluar integralmente las explotaciones que ponen en riesgo a la salud, al ambiente en general y a las condiciones de vida de la población, para poner en pie un plan progresivo de reconversión productiva. Política Obrera ha presentado un programa integral para las elecciones nacionales venideras, y frente a la crisis climática y los desastres asociados a ella, reivindicamos la nacionalización sin pago de la tierra y de la industria, la reconversión de las producciones agrarias en base a criterios de cuidado medioambiental planificados y decididos por los trabajadores, con la colaboración de la comunidad científica; la prohibición de desmontes, la implementación de un gran plan nacional de reforestación; y el desarrollo de un plan de obras públicas, desagües y urbanización en todas las ciudades afectadas por el riesgo de inundaciones, bajo control obrero y vecinal.

Sólo un gobierno de trabajadores podrá garantizar la planificación y reconversión necesaria del sistema productivo, en función de las necesidades de la población, y en contra de las del lucro privado.

Revista EDM