Novedades sobre el PTS y la guerra imperialista mundial

Escribe El Be

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Los Podcasts de La Izquierda Diario son un instrumento eficaz de propaganda política, al igual que otros usos digitales. Ayudan a simplificar las cuestiones de interés, como se puede observar en los grandes medios internacionales.

Lo demuestra uno reciente cuando en sus primeras seis palabras encuadran las posiciones políticas el PTS. El propósito, dice el locutor o conferencista, es hablar de “la guerra entre Rusia y Ucrania”. Al ojo avezado, e incluso al que lo es menos, el mensaje es claro: en Ucrania, en Rusia y en Europa no se libra una guerra imperialista entre la OTAN, la expresión militar del capital financiero internacional, sino una guerra local, en la que las Fuerzas Armadas de Ucrania libran una guerra nacional contra Rusia, el opresor histórico de Ucrania desde la época zarista y desde el stalinismo, luego de un período de unidad socialista revolucionaria. Desde el comienzo de la invasión de Rusia, el 24 de febrero de 2022, Ucrania estaría librando una guerra de liberación nacional, con el apoyo del imperialismo norteamericano y de la Unión Europea. La cuestión de la guerra ha sido siempre el punto nodal de la política marxista, porque la guerra es siempre, al igual que la revolución, el estallido de las contradicciones del régimen social vigente. Los debates acerca de las guerras imperialistas y las guerras revolucionarias (sociales y también nacionales) ha cruzado los debates de cuatro Internacionales. El carácter revolucionario de un partido marxista está determinado por su posición histórica concreta frente a las guerras.

Para el PTS, la "independencia de Ucrania" ha sido siempre el “elemento central de la guerra actual”. La contundencia de la afirmación está completamente reñida con la verdad. La expresión “el elemento central” convierte al apoyo político, logístico, militar y satelital de la OTAN en el “elemento’ secundario o incluso accidental. La magnitud de la confusión es desproporcionada.

Esta caracterización constituye un revisionismo colosal de la naturaleza de la disolución de la URSS y de la restauración capitalista a lo largo de su territorio. Las independencias nacionales en este espacio, incluida la independencia de la misma Rusia, han tenido un carácter histórico reaccionario, porque comportan, en primer lugar, un regreso social; representan una reintegración subordinada y dependiente de la economía y la política mundial –de contenido imperialista. El carácter históricamente reaccionario de este proceso de disolución es independiente, por su contenido, de que se hubiera alcanzado por medio del procedimiento democrático del referendo; ocurrió, en realidad un reparto del viejo Estado por parte de sus respectivas oligarquías y burocracias. La disolución del bloque soviético había sido pactada por Ronald Reagan, el presidente de Estados Unidos, y Mijaíl Gorbachov, de la URSS. LID se toma el cuidado de retirar al sujeto “independencia” el adjetivo “socialista”. Reconstruido el concepto, “el elemento central de la guerra es la independencia (capitalista) de Ucrania”, o sea la libertad de someterse al imperialismo que se referencia en la OTAN. León Trotsky, la IV Internacional y Política Obrera defendemos la política de una Ucrania independiente y socialista.

No necesitamos entrar en los pormenores de esta guerra para mostrar que ha formado parte de los planes de la OTAN desde incluso antes de los 90. Nada ejemplifica mejor esta política que otra serie de ‘independencias’, como es el caso de la ex Federación Yugoslava, que ha sido descuartizada para anexarla por partes a la Comisión Europea y al Banco Central Europeo, que forman, con el FMI, la famosa “troika”. El fracaso de los actuales ‘planes de paz’ en Ucrania obedecen simplemente a que la UE, por un lado, no puede renunciar a la sumisión de Ucrania sin el riesgo de destruir a la UE, y Rusia, por el suyo, necesita convertir a Ucrania en un ‘glacis’, o sea un muro de contención de la OTAN, ante la hostilidad de la misma para ofrecerle una “seguridad europea” que proteja al Estado ruso. En su propósito de obtener ese pacto de “seguridad”, Putin llegó a proponer la integración de Rusia a la OTAN.

Pero las posiciones del PTS acerca de la guerra, que ya hemos abordado acá y acá ha dado un nuevo salto en su último congreso partidario. En su documento “Las coordenadas de una nueva etapa de la situación mundial”, del XX Congreso del PTS de marzo de este año, advertían sobre los vientos de cambio que traía la nueva presidencia de Trump, “para poner fin a las guerras de Ucrania y Medio Oriente”. Para el PTS, se desarrollaba un “giro copernicano de Estados Unidos operado por Trump” que implicaba “una reorientación en clave 'neorrealista' de política exterior, guiada no por la estrategia de liderar un orden global, sino por el interés nacional imperialista, que toma cada vez más la forma de las 'esferas de influencia' del imperialismo clásico”. Aseguraban entonces que “con esta política Trump aspira a lograr acuerdos parciales que resuelvan o, como mínimo, congelen conflictos como el de Medio Oriente o Ucrania”. El PTS aseguraba en marzo de este año que “el cese del fuego todavía es un work in progress”. En otras palabras, el Premio Nobel de la Paz para Trump estaba casi asegurado.

La afirmación de que Trump pretende poner fin, en primer lugar, a las guerras de Medio Oriente, conmueve hasta las lágrimas. El genocidio palestino, la ocupación de partes de Líbano y Siria, y el demoledor bombardeo de Irán por parte de Estados Unidos merecen un aplauso ensordecedor al acierto político –en especial cuando Trump le exige a Netanyahu que ‘acabe con el asunto de una vez’ (incluyendo el despoblamiento de Cisjordania para la colonización sionista). En cuanto a Ucrania, Trump plantea su descuartizamiento con Rusia. El “elemento central” de la guerra -la independencia de Ucrania- se fue al diablo; el propósito de Trump de recrear “un imperialismo nacional” lo convierte en una suerte de Zelensky. De golpe, el “elemento” secundario de la guerra, (la guerra imperialista por Ucrania), disfrazada de guerra nacional, ocupa todo lo ancho y largo de la escena. Es una guerra imperialista. A diferencia de la dialéctica materialista, que navega por las contradicciones del sujeto-objeto para conocer su rumbo, la incoherencia del PTS lo enreda en contradicciones insuperables.

El documento internacional del PTS concluye que “junto con la guerra de Ucrania, la otra prioridad de la política exterior de Trump es poner fin a la guerra de Gaza y desarticular la dinámica de guerra regional que podría involucrar a Estados Unidos en un eventual conflicto entre Israel e Irán”. Solo el PTS puede convertir a la banda violenta y fascista de Trump en un factor de paz, y esto a pesar del propio Trump. En este marco, explican, “Netanyahu no puede aceptar que Hamas siga gobernando Gaza, pero tampoco asumir el elevadísimo costo de volver a desatar la ofensiva genocida en Gaza, lo que además implicaría la muerte segura de los rehenes israelíes que aún permanecen en manos de Hamas”. Lo dice la LID: Trump no puede aceptar el ‘costo’ de un genocidio ni la muerte de los rehenes. De acuerdo a este planteo insólito de un Trump pacificador, el imperialismo es una fuerza de paz. El PTS ejecuta aquí un segundo revisionismo: el imperialismo no es un factor de guerras reaccionarias y solamente se rearma para el escaparate o para incentivar la demanda agregada. El PTS advierte en su documento internacional sobre “la decadencia hegemónica del imperialismo norteamericano”, de la cual saca otra conclusión inverosímil: para Estados Unidos “la pose de matón (sic) [sólo] pueda tener algún rédito a corto plazo”. Todo esto alcanza y sobra para explicar porqué el PTS no hace una agitación contra la guerra imperialista y hace del internacionalismo una autoproclamación de aparato y no un método de movilización independiente de las masas.

El PTS se retrata de cuerpo y alma como una tendencia centrista cuando dice que “si bien no estamos en los inicios de una 'tercera guerra mundial' se ha abierto un interregno peligroso…”. Un poco de aquí y un poco de allá. El interregno peligroso es una guerra en Europa, otra en Medio Oriente, submarinos nucleares en el Caribe y un rearmamento furibundo en toda Europa. Pero las guerras están en el ADN del imperialismo, porque necesita el acceso a nuevas materias primas para nuevas tecnologías, mercados para una sobreproducción manifiesta, una crisis financiera que disloca el mercado mundial y una concentración de riqueza que provoca rebeliones continuas –esta vez, como nunca, en las propias metrópolis. El imperialismo sólo iría a una guerra si actuara como un sonámbulo, asegura este ‘marxismo’ academicista, como lo leyó, dice, en un escrito del “historiador Christopher Clark, aunque los 'grados de sonambulismo' variarían según los ánimos bélicos de gobiernos que, sin embargo, no quieren la guerra por temor a cualquier cosa que se le cruce al PTS por la cabeza.

El PTS se ha inmerso en un entusiasta revisionismo y ha enunciado pronósticos que se han agotado antes de que hayan sido conocidos.

Revista EDM