Larreta marca los términos de la nueva “cuarentena”

Escribe Marcelo Ramal

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El anuncio de la nueva fase de la “cuarentena” en Capital y Buenos Aires es la imposición de todos los planteos de apertura a actividades que venía formulando el macrista Rodríguez Larreta, incluso más allá de la Ciudad. La ´apertura´ es el resultado de un implacable trabajo de demolición política, por parte de Larreta, de todas las resistencias que venían ofreciendo Kicillof y Fernández a la ´flexibilización´ de actividades. Estos choques terminaron en la reunión de Larreta con el gobernador bonaerense hace tres días atrás, cuando acordaron que cada distrito llevaría adelante su política - mayor restricción en provincia, apertura en la CABA. Pero en cuestión de horas, esa concesión a Larreta tuvo consecuencias mayores, porque los intendentes bonaerenses presionaron a Kicillof para abrir, ellos también, sus actividades comerciales. Ni qué decir que la apertura en la CABA obliga a miles de trabajadores que viven en el conurbano, pero trabajan en locales porteños, a trasladarse diariamente.

De este modo, el trío Fernández-Kicillof-Larreta anunció una “nueva fase” que poco tiene de cuarentena. Es un gran protocolo de reanudación de actividades económicas, en los términos en que los venía reclamando el intendente macrista de la Ciudad. La nueva cuarentena se parece bastante a la “apertura inteligente” pregonada incluso por la recalcitrante “derecha que no gestiona”, y que tiene como estandarte a Patricia Bullrich.

Pandemia

El trío del AMBA, sin embargo, se ha comprado el pasaje de ida a un posible colapso sanitario y también político, y sus funcionarios lo saben. La apertura tiene lugar cuando la curva de contagios se empina cada vez más intensamente, sin que los límites de esa expansión se encuentren a la vista. Daniel Gollán, ministro de Salud de Kicillof, anticipó una saturación del sistema sanitario en la provincia para mediados de julio. Investigadores del CONICET pronosticaron algo similar para CABA, incluso con anterioridad. Los funcionarios dicen que reemplazan a la “cuarentena general” por una focalización en las zonas más comprometidas por el virus. Pero cometen una impostura por partida doble: primero, porque en las zonas ´calientes´ los testeos continúan siendo insuficientes. Segundo, porque -como consecuencia de lo anterior- nadie conoce certeramente cuáles son esas ´zonas calientes´, e incluso si el virus respeta ya esos límites. Los testeos han llegado demasiado tarde para reemplazar al aislamiento. En estas condiciones, es muy claro que la “apertura” llega impuesta por la brutal presión del capital, y a contrapelo del progreso de la epidemia.

La “nueva normalidad”

La aceptación de una pretendida "normalidad" que enfila al abismo sanitario es una señal al capital que excede la cuestión de la pandemia. Tiene su correlato en la cuestión del arreglo de deuda, donde el gobierno ha contraofertado condiciones tales –adelantamiento de pagos, capitalización de intereses, cupones atados al PBI- que convertirían al presupuesto público en una agencia recaudadora de los bonistas y el FMI. Los economistas del “establishment”, mientras tanto, anticipan que ese arreglo de deuda podría poner fin al cepo cambiario, devaluación mediante, claro. Nada menos que el presidente del BCRA refrendó esa posición. Una parte de la clase capitalista -280 empresas de porte- han renunciado a los subsidios para pagar salarios, ello, ante la exigencia oficial de que, para seguir recibiéndolos, debían dejar de operar en el mercado paralelo de cambios o de recomprar acciones de sus empresas. Los pulpos reclaman ´libertad económica´, la misma que le han arrancado al “trío del AMBA” para empujar a la población trabajadora a las fábricas y comercios, en el momento más álgido de los contagios. Los capitalistas presentaban a las suspensiones, despidos y reducciones salariales como la consecuencia inevitable de la cuarentena. Pero ahora que arrancan la apertura, los aceleran: en la agenda de la “nueva normalidad”, está el fin de la doble indemnización, la suspensión de las paritarias y el pago del aguinaldo en cuotas. En medio del descalabro económico local e internacional, los capitalistas no tienen otro rumbo para ofrecer que el de una reestructuración social antiobrera.

El diseño de una crisis política

La forzada apertura de actividades -disimulada como “prolongación de la cuarentena”- anticipa mayores choques sociales y una crisis política. Los comentaristas caracterizan a esta nueva fase como la consecuencia inexorable del agotamiento de la cuarentena. Lo que ha entrado en crisis, sin embargo, es la gestión capitalista de la crisis del covid 19, que ha residido centralmente -aquí y en el mundo- en una operación de rescate al capital. Los recursos fiscales y la emisión monetaria han sido exprimidos en función de ese rescate. El régimen social y político ha sido incapaz de operar una reconversión industrial en función de las necesidades sanitarias, lo cual hubiera implicado, también, un formidable impulso a las fuerzas productivas -“la economía”- en condiciones, claro, de cuidado y seguridad de las condiciones sanitarias. Ello vale doblemente cuando se pretenden escalar suspensiones y despidos, ¡incluso cuando la falta de instalaciones hospitalarias, camas, respiradores y kits auguran un colapso sanitario y exigirían por lo tanto un enorme esfuerzo industrial y edilicio para proveer los elementos necesarios!

En momentos en que todas las clases sociales discuten una salida a la encerrona existente, la clase obrera debe plantear la propia. Sus planteos centrales pasan por la nacionalización de la gran industria, la banca, el comercio exterior y el control obrero general, junto al desconocimiento de la deuda; un plan enérgico de refuerzo de las necesidades sociales y sanitarias votado por un congreso de trabajadores; ningún despido ni suspensión; testeos masivos y asistencia alimentaria a los barrios, bajo control de comités barriales. Los que nos gobiernan marchan al abismo sanitario, económico y político. La salida depende de los trabajadores.

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