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Juan Carlos Romero, el exgobernador peronista de Salta, dio un salto aparentemente sorpresivo. Espada del gobierno de Milei en el Senado, anunció que apoyaba la lista Primero los Salteños, que apadrina el gobernador, también peronista, Gustavo Sáenz. A Romero lo atrajeron “las virtudes de la señora Royón”, candidata de Sáenz, dice Ariesonline, “y no ahorró críticas hacia los libertarios”. La señora Royón se ha convertido en la reina nacional de la Minería, de cuya cartera ha sido ministra o secretaria bajo el mismo Sáenz, luego con su compadre Massa y más tarde de Javier Milei. En un debate de candidatos, hace una semana, señaló que incluso duerme en los campamentos mineros, donde nunca observó signos de superexplotación. La declaración de Romero, el peronista libertario, le quita un apoyo a la representante oficial de LLA en Salta, la diputada nacional Emilia Orozco.
El giro de Romero trasluce un giro del propio Milei, que probablemente abandonó a su suerte a su camarada salteña, incluso con la venia de ella misma, que ha raleado su presencia en la campaña electoral. La Nación publica, hoy viernes, un dato esclarecedor: “Caputo (Santiago) no sólo se mostró con el salteño Gustavo Sáenz…; hace algunos días que comenzó un trabajo de acercamiento que va más allá. Se le adjudica la negociación en el Congreso para que la ley que limitaba el uso de los DNU tenga que volver al Senado”. A cambio, el gobierno nacional se habría comprometido “con obras públicas... no cumplidas” para Salta. Las obras en cuestión no tienen que ver con ningún interés popular; es un reclamo de accesos y rutas para conectar la producción de los pulpos mineros con el exterior. Además del RIGI, que los exime de impuestos, el estado se hace cargo de la infraestructura de los emprendimientos.
El apoyo a Flavia Royón y el descarte de Emilia Orozco es parte de una maniobra, que la prensa ha difundido generosamente, para que un puñado suficiente de gobernadores sustente los dos años que le quedarían a Milei. Los operadores son Donald Trump y Scott Bessent, que condicionan los préstamos usureros a una coalición actuante en el mismo gabinete, pero como mínimo en el Parlamento. La prenda de unión es refrendar el pacto Milei-Caputo/ Trump Bessent, y subsidiar a la minería descapitalizadora. No es la primera vez que Salta, el nexo comercial entre el Virreinato del Río de la Plata y el Perú, es el eslabón de la política nacional. Ocurrió en 1930 cuando, en función de las petroleras norteamericanas, se asoció al golpe contra Yrigoyen, y en 1942 gestó la candidatura proyanqui de Robustiano Patrón Costa, frustrada por el golpe militar de Junio de 1943.
Política Obrera de Salta denuncia estos saltos de tranqueras políticas como maniobras desesperadas para sortear la crisis política terminal del gobierno liberticida y promover los intereses de la minería y el capital financiero internacional.
