Escribe Analía Reynoso (Campana)
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En el mes de septiembre, cuatro personas se quitaron la vida en la vecina ciudad de Zárate. Al 12 de octubre, otras cuatro personas más hicieron lo propio (3 de Campana y 1 de Zárate).
Ya se ha hablado lo suficiente sobre el hecho de que el suicidio tiene múltiples causas. Sin embargo, cabe preguntarnos, dado que nuestra ciudad -podríamos decir la zona-, ha sido récord en casos de suicidio adolescente durante varios años, qué la caracteriza o qué la distingue del resto de las ciudades de la provincia y del país.
Campana-Zárate constituyen un polo industrial. Es decir que aquí se conglomeran una serie de empresas de diversas ramas que constituyen grandes fuentes de empleo en la zona, aunque al mismo tiempo, cuando se producen despidos/cierres (como es la situación actual), también empujan (de golpe) a una cantidad numerosa de familias “a la calle" y todo lo que ello implica, porque los efectos no son tan lineales y ordenados (familias que alquilan, que pagan obras sociales, colegios -o no- ven deteriorado su nivel de vida). Pero ello impacta en el consumo también, es decir, en otras familias que se dedican al comercio en la zona y que también ven reducidos considerablemente sus ingresos.
En Campana durante los últimos meses se produjeron más de 150 despidos (encubiertos muchos de ellos bajo la modalidad de retiros "voluntarios") en la multinacional Tenaris Siderca y se esperan más. Otras tantas suspensiones con rebaja de salario. Setenta familias en la calle por el cierre de la empresa KTM. Y en Zárate, decenas de despidos en Celulosa (una papelera que aún se encuentra en conflicto).
Sumado a ello, la obra pública ha sufrido un desplome en su actividad con la pérdida de miles de empleos en los últimos dos años (65.000 puestos perdidos solo en 2024).
Y surge la pregunta: ¿influyen estos hechos en la salud mental de la población?
En la gran crisis del año 1929, la bolsa de valores en New York se desplomó y fue seguida por la quiebra de varios bancos provocando gran impacto en otras economías del mundo, con un incremento monstruoso del desempleo y de la pobreza. Posteriormente, se observó un incremento en las tasas de suicidio -en particular en EE. UU.- que alcanzó un pico en 1932 de 21,3 suicidios cada 100.000 habitantes, donde quedó expuesto que los factores económicos jugaron un papel crucial en el incremento de las tasas de suicidio.
En una entrevista al gran Enrique Pichon Rivière, a mediados de los años 70, Vicente Zito Lema le pregunta si cree factible precisar una causa principal a los casos de alienación mental. Pichon Rivière respondió: "Sí, ese factor morbígeno es la sociedad. Las enfermedades mentales son resultantes de conflictos de los individuos con la sociedad. Por supuesto que dentro de esos conflictos se encuadran los conflictos familiares (...) claro que ese impacto difiere según la ubicación de ese individuo en el mundo".
Hoy nuestra sociedad se encuentra atravesando una crisis ya no solo económica y financiera sino además política, de características explosivas. Argentina se encuentra al borde del default económico, con recesión de varios meses y una economía paralizada, a lo que debe sumarse los bochornos que envuelven al gobierno nacional entre la corruptela y el narcotráfico.
Por su parte las familias trabajadoras se encuentran haciendo “malabares” para cubrir, al menos, la mayor parte de la canasta familiar.
Nos encontramos frente a adultos que deben trabajar más cantidad de horas para mantener el nivel de vida o simplemente para cubrir la canasta básica alimentaria. Se suma a ello entonces el agotamiento, la desesperanza, la incertidumbre, la frustración casi constante, todo lo cual acarrea discusiones y crisis familiares. Y todo este combo en los hombros de los adultos responsables del cuidado y acompañamiento de jóvenes, que tienen a su alcance miles de distractores o encubridores mentirosos pudiendo caer en el consumo problemático por ejemplo (redes, aplicaciones, drogas, alcohol, alimento, etc.).
Hoy, psiquiatras infantojuveniles en CABA (Abadi) advierten sobre la ola de consultas por trastornos psíquicos en adolescentes.
Y es posible verlo en escuelas secundarias y, lamentablemente, cada vez más en escuelas primarias; situaciones de angustia, de ansiedad, desesperanza y, en situaciones más vulnerables, las ideaciones de muerte con el agravante de autolesiones e intentos de suicidio.
En los cordones de la pobreza estructural el panorama es aún más desalentador. Allí las juventudes se encuentran a merced de los narcos, que se presentan como fuente fácil de acceso a dinero, además del incremento del consumo problemático que se observa en las barriadas.
Como vemos, el problema no es familiar, de hecho, los factores económicos no lo son en una sociedad. Allí también se padece la ausencia de políticas públicas que se enfoquen en la contención social (clubes de barrio, espacios culturales y artísticos, así como deportivos).
Hemos visto el recorte por parte del gobierno nacional en suministros de alimentos a comedores populares, la ausencia de políticas que mejoren las condiciones económicas en la sociedad para contrarrestar el desempleo creciente y la parálisis en la economía, como podrían ser las obras públicas capaces de generar gran cantidad de fuentes de trabajo (hoy paralizadas). Es decir, el Estado ha decidido no contener a la población frente a las consecuencias catastróficas que las políticas económicas y las decisiones políticas generan. Recordemos los recortes en salud y educación en el gobierno nacional.
En nuestra ciudad hemos denunciado ya la deficitaria atención en salud mental por parte del Estado Municipal, de modo que cuando alguien solicita dicha atención debe esperar cinco horas o más en la guardia hospitalaria, sumando a ello que no se cuenta con psiquiatría, efector clave para determinar la gravedad o riesgo inminente ante un padecimiento subjetivo.
De modo que vemos cómo la organización social en que vivimos influye en nuestra salud mental. Baste ponerse en lugar de esas familias que no saben qué van a comer al día siguiente, o los miles de niños/as y jóvenes que se van a la cama sin cenar, o los despedidos y sus familias, los que solo ven crecer las deudas, para comprender cómo el contexto social influye en nuestra salud mental. Y es que únicamente con las necesidades materiales de existencia garantizadas podremos hablar de salud mental.
Es necesario transformar esta sociedad de raíz.
Debemos luchar por una sociedad en la que nuestros empleos, nuestros ingresos, nuestras condiciones de vida (salud educación, trabajo y esparcimiento) no sean las variables de ajuste del gran capital para engrosar sus arcas.
El sistema capitalista ha llegado a un nivel de desarrollo en que ya no puede ofrecer más a la mejora de nuestras condiciones materiales de existencia. Todo lo contrario.
Si bien el avance de la técnica y de la ciencia pueden objetivamente librar al mundo del hambre, de la muerte y la barbarie que traen las guerras comerciales y lograr un mejoramiento en las condiciones de vida de toda la humanidad (la productividad alcanzada por el trabajo humano hace posible reducir las horas de trabajo, repartiendo las horas entre todos los brazos disponibles, por el mismo salario), el objetivo egoísta de incrementar la tasa de ganancia de un grupo selecto arroja a la clase obrera ocupada a extenuantes jornadas de superexplotación y a otro tanto al desempleo y la miseria.
Necesitamos un nuevo orden social, que coloque por encima de la ganancia de unos pocos las condiciones materiales de existencia de las mayorías trabajadoras.
Esto es:
Incremento de presupuesto para salud y educación (por un sistema único de salud para terminar con el negocio millonario de las obras sociales).
Incremento de presupuesto en Salud Mental. Creación de un verdadero equipo interdisciplinario conformado al menos por 4 psicólogos y un psiquiatra por guardia dentro del hospital en nuestras ciudades. Que dichos profesionales cuenten con ingresos mínimos equivalentes al costo de la canasta familiar, hoy valuada en 2 millones de pesos.
Creación de fuentes de empleo a través de obras públicas.
Impuesto a las grandes fortunas, principales responsables de esta descomposición social a la cual nos arrojan y que hoy empuja a los nuestros al suicidio como única salida.
Incremento de presupuesto para generación de espacios recreativos, deportivos y culturales.
Nuestras ciudades han sido testigo, en estos últimos años y meses, de varias movilizaciones exigiendo al poder político que diera prioridad al tema de la atención de la salud mental.
Solo la movilización y la organización política en forma independiente del Estado logrará arrancar a quienes gobiernan nuestros reclamos.
Porque son ellos o nosotros.
Es su interés de ajustar y reducir costos en salud, en espacios de contención y generación de empleo, o somos nosotros y nuestro interés de que todos/as tengamos la posibilidad de vivir una vida que valga la pena ser vivida.
“Quién se suicida no quiere morir. ¡Solo quiere dejar de vivir como lo está haciendo!”
Socialismo o Barbarie.
