Una visita a la Casa Blanca que detona una estampida financiera

Escribe Comité Editorial

Trump trompea al “Estado fallido”.

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Javier Milei tuvo una acogida indigesta al almuerzo que lo invitó Donald Trump en la Casa Blanca. Aunque el magnate llamó a votar por LLA en las elecciones del 26 de octubre, enseguida advirtió que un resultado contrario llevaría a Washington a retirar las ofertas que había hecho para sostener el peso argentino. La advertencia fue suficiente, escribió La Nación, “para que el rojo vuelva a las pantallas del mercado financiero”. Tanto en Buenos Aires como en el exterior, las cotizaciones de los bonos y las acciones argentinas cayeron como un plomo, mientras el dólar volvía al techo de la “banda”. Una derrota inevitable, un ‘default’ propiciado por el “mercado”.

Horas antes del evento, el Wall Street Journal volvió a la carga con el reclamo de que Argentina debería ser dolarizada, porque su régimen monetario, dice, no tenía remedio. De acuerdo a esta caracterización, Argentina no tendría un problema de “liquidez”, como había señalado el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, sino una crisis sistémica. La dolarización significaría poner a Argentina bajo la tutela del capital financiero internacional, el G7 y, en última instancia, la OTAN. Es la manifestación del “Estado fallido” al que ha hecho referencia Bessent en el curso de los acontecimientos. La omnipotencia que procura exhibir Trump tampoco da resultados en el Medio Oriente, donde Netanyahu ha retomado los asesinatos de los palestinos (e incumplido con la liberación de los rehenes palestinos que pueblan las cárceles del Estado sionista) pocos minutos después de que se firmara el “plan de paz”.

Para encarar los vencimientos de deuda a breve plazo, Milei y Caputo no tienen recursos disponibles. La “acumulación de reservas” que reclama el FMI, también atraviesa un impasse. Si los dólares los tiene que comprar el Tesoro nacional, el ajuste que implica es simplemente catastrófico porque implica reunir los pesos necesarios equivalentes para comprarlos en el mercado. Si la “acumulación” la hace el Banco Central, estaría obligado a emitir los pesos equivalentes y desatar una rueda inflacionaria o, de lo contrario, hacer la ‘gran Martín Guzmán’, como sería absorber los pesos y desatar una crisis ‘cuasi fiscal’ enorme.

Una deuda pública que Milei evaluó, en forma pública, en 600 mil millones de dólares, a tasas de interés prohibitivas como para refinanciarlas, nunca podía ser un problema fiscal. La crisis financiera se ha convertido en crisis industrial y, por lo tanto, social y política. El proceso electoral ha demostrado que los partidos supuestamente opositores a LLA carecen de un planteo alternativo a la perspectiva de una catástrofe monetaria. La dolarización, sin embargo, como cambio radical en el régimen monetario, debería arrancar con una megadevaluación –suficiente para crear situaciones de tipo revolucionarias.

La extorsión de Trump apunta a crear una polarización fuertemente política, en el terreno electoral, con la expectativa de que incline al electorado ausentista a votar a la derecha. Las elecciones del 26 tienen varios resultados posibles, inclusive el de que no prospere ninguna polarización. Estas elecciones tienen una característica singular, porque no sirven como instrumento para un cambio de rumbo político, pero su resultado es temido como una sacudida de todo el régimen vigente.

Lo que importa realmente, en esta crisis, es cómo la aborda o asimila la clase obrera, para, a partir de esto, convocar a una serie de acciones políticas que maduren una intervención histórica independiente. En última instancia, la perspectiva de un gobierno de trabajadores.

Revista EDM