Dos años de gobierno contrarrevolucionario

Escribe Comité Editorial

Apoyado sin desfallecimientos por la partidocracia democrática y el peronismo.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Como las luminarias de Navidad, la victoria de LLA en las elecciones de medio término ocultan que su gobierno, dos años después de su llegada al poder, sigue caminando por la cornisa. Tampoco se trata de esto exactamente: el régimen económico en bancarrota no ofrece una perspectiva de salida al largo estancamiento de las fuerzas productivas, mientras el régimen político de gobierno por decreto se ha convertido en poder personal, aunque sin capacidad de movilización.

Sin base parlamentaria en el arranque, el gobierno liberticida nunca enfrentó una cuestión de gobernabilidad. Lo demostró de entrada con la devaluación del 67 % del peso sin enfrentar ningún obstáculo. Dos años finales de desgobierno ‘fernandecista’ prepararon el giro electoral a la derecha. El ala ‘lumpen’ (Milei) se impuso al ala ‘civilizada’ (Macri), que enseguida fue atraída hacia el lumpenismo. La motosierra unificó a la burguesía en una política de ajuste violento que fue respaldada por el Congreso mediante la cesión de poderes en la finalmente aprobada mega Ley 70. De ahí salió el tarifazo de la salud, de los alquileres, de los servicios públicos, de las privatizaciones y del congelamiento de salarios y jubilaciones. Hasta los remolones parlamentarios del año siguiente, Milei impuso decretos (por ejemplo, el nuevo acuerdo con el FMI) y vetos, y demolió hasta los proyectos de leyes más insignificantes.

El llamado ajuste fiscal fue una operación de envergadura, al mismo tiempo que una estafa, sin precedentes. No sólo podó gastos sociales y serruchó jubilaciones entre 20.000 y 25.000 millones de dólares, sino que transfirió la deuda del Banco Central con los bancos locales al Tesoro nacional por el doble de esas cifras. Esa deuda había sido generada por el financiamiento público al capital privado durante la pandemia, que se sumaba al dejado por la gestión de Macri, con Caputo y Sturzenegger. Todo sumado, los trabajadores pagaron la ‘limpieza’ del Central por entre 75.000 y 100.000 millones de dólares. Lo que para el Gobierno fue un asiento contable, constituyó una colosal transferencia de ingresos, que se disfrazó como una reducción de la emisión monetaria y de la inflación. La deuda pública interna, o sea, del Tesoro, ha trepado por encima de 200.000 millones de dólares. Las finanzas públicas no se encuentran ‘saneadas’, sino quebradas.

Nada de esto traduce, sin embargo, un régimen sustentable. Javier Milei se lanzó a los brazos del imperialismo chauvinista y fascistizante con un fanatismo de oscurantista. Ante la platea cómplice de los medios de comunicación, de los círculos capitalistas y de los partidos políticos -en especial el peronismo y el cristinismo- saluda el genocidio del pueblo palestino y se asocia a las guerras imperialistas internacionales. Esto le valió el apoyo incondicional del FMI y del Tesoro norteamericano. Aun con este respaldo no evitó cuatro o cinco corridas cambiarias, poniendo en tela de juicio la eficacia de los rescates extranjeros. En octubre pasado estuvo a punto de no pasar los dos años de edad, debido a un incidente menor: la derrota en una elección parlamentaria provincial. Existe unanimidad nacional en la opinión de que fue salvado por Donald Trump, el mismo que lo había salvado en los desplomes previos, sólo para recaer con mayor violencia.

El peronismo no ha sido fulminado por Milei, al que ayudó a llegar a la Rosada. El dúo Massa-Rubinstein esperaba ganar las elecciones para ejecutar un plan similar. Massa proveyó candidatos a Milei para dividir el voto antiperonista; como el brujo de la historia desató las fuerzas que pretendía controlar. Milei derrotó a un peronismo fulminado, que ahora está pidiendo a gritos desaparecer de la escena, después de una obscena construcción electoral -Fuerza Patria- reclutada entre tránsfugas crónicos con LLA. El endeudamiento de Kicillof en la Provincia, porque no puede pagar la deuda reestructurada por Martín Guzmán, es una expresión de bancarrota sin atenuantes.

Los campeones de la libertad económica se niegan a liberar el mercado de cambios por el temor de que la estampida de dólares se convierta en una hiperinflación. Pero sin esa ‘liberación’ no habrá ingresos de capitales y la tasa de financiación internacional será siempre alta. Las corridas cambiarias no cesarán y la posibilidad de que se conviertan en crisis bancarias es mayor, porque encajes o reservas de los bancos están compuestos por títulos públicos. La crisis desatada entre los Rocca y los Bulgheroni por la compra de caños chinos para Vaca Muerta muestra la insolvencia del proyecto maestro del mileísmo: el desarrollo mismo de ese yacimiento está en cuestión. Argentina carece simplemente de la capacidad de financiación de la infraestructura que requiere y no hay capitales extranjeros dispuestos a hacerse una competencia a ellos mismos en un mercado internacional muy disputado, incluso mediante guerras (Venezuela, Irán). Hoy mismo, miércoles 10, Caputo ha salido a ‘explorar’ un nuevo endeudamiento, a un cómodo 6,5 % anual en dólares locales, que si se suscriben bajo la par, dejará una nueva deuda a tasa usuraria.

La política de Milei y Caputo recuerda a la historia del lecho de Procusto, cuyo cuerpo fue mutilado para que encaje en el sarcófago. Quieren bajar “el costo argentino” bajando el “costo laboral”, inflado por la baja cotización del dólar, pero completamente destruido por los altos precios de la alimentación, el transporte y la vivienda. Con una deuda pública a intereses usurarios y con una deuda privada interna y externa impagables (sujeta, con suerte, a reiteradas refinanciaciones), las ganancias monetarias enormes del capital no son expresión sino del vaciamiento financiero de la industria. Un capitalismo en bancarrota quiere hacer pagar las cuentas a la clase obrera y, en cuanto al Gobierno, instalar un régimen laboral propio del fascismo. El gobierno de Milei ha batido un récord de gastos armamentistas en América Latina con relación a los países vecinos. Los chispazos de la guerra no han demorado en estallar: las fuerzas armadas respaldaron el retiro de una nave argentina del Caribe, que Karina Milei pretendía unir a la flota de Trump frente a Venezuela, y la vice, Victoria Villarruel, aprovechó para meter púa contra el clan familiar de Milei, reclamando no obedecer a exigencias extranjeras.

El balance de dos años del actual gobierno es nefasto, simplemente porque no ha abierto una salida a la bancarrota, a la que enfrenta metiéndose más en el fango. Un estallido extraconstitucional del gobierno siembra pánico, en especial en el peronismo, porque desataría un movimiento de masas “con la cabeza de los dirigentes”, no con los dirigentes a la cabeza. El inmovilismo político explosivo del peronismo alimenta su tendencia a la implosión. CFK no quiere siquiera que se vote cada dos años, prefiere cuatro y hasta seis. Es el tiempo de maduración de una inversión minera en los glaciares, su sueño de pingüina exiliada. El peronismo y la burocracia sindical forman parte integral del derrumbe del régimen político. Las vías para un recorrido revolucionario están abiertas: es necesario organizar la vanguardia dispuesta a recorrerla.

Revista EDM