Escribe Comité Editorial
Presenta un compromiso precarizador con la contrarreforma fascista.
Tiempo de lectura: 4 minutos
El kirchnerismo anunció el ingreso de un proyecto propio de reforma laboral. No lo tenía en la agenda ni lo ha tenido en el pasado reciente, pero ha improvisado un engendro para encuadrar la oposición al proyecto oficialista de modo que la lucha contra la contrarreforma fascista no se convierta en una huelga general. La iniciativa, elaborada por los cuadros técnicos del Partido Justicialista, ha contado con el aval y la participación de Cristina Kirchner y también de la CGT.
El primer capítulo de la iniciativa se refiere al salario, cuyo bajo nivel actual, dice, “fomenta el pluriempleo” afectando “la salud física y mental” del trabajador. Los redactores confrontan al actual salario mínimo de 338.000 pesos con la canasta básica de 1.257.000, pero “el texto no fija un monto específico, reclama restituir el sentido “vital y móvil” del salario mínimo” (Infobae, 15.12), o sea, es humo. Los salarios de convenio no se rigen, sin embargo, por el salario mínimo, sino por acuerdos paritarios “libres”. Pero las paritarias “libres” son arbitradas por las autoridades de Trabajo, que puede dictar la ilegalidad de cualquier acción “libre” del sector sindical. Es así que el SUTNA y la UOM, por lo menos, no tienen convenio por las dilaciones de las patronales y la secretaría de Capital Humano o de los ministerios de Trabajo de las provincias – en especial las peronistas. La diferencia entre peronistas y liberticidas, en este aspecto, es que los primeros dilatan las paritarias mediante el arbitraje indefinido y los ‘fachos’ simplemente las liquidan.
El proyecto K aboga por el pago del “salario en dinero”, tal es el atropello del proyecto fascista que admite el pago en especies; el valor del salario en especies sufre un ‘descuento’ de mercado. Pero es lo que ocurre también con el salario en dinero, que se deprecia por la inflación. El salario es un crédito del obrero a la patronal, porque se cobra concluido el período de trabajo, pero no recibe interés. Pero el proyecto K no aclara si ese salario en dinero es por hora o jornada, o si está condicionado a cláusulas de ‘rendimiento’. Los K no tocan este punto crucial, que es el núcleo del proyecto fascista. Plantean una reducción de la semana laboral a 40 horas, lo cual incluye los sábados, sin hacer mención al banco de horas, a sabiendas de que lo que no está prohibido es perfectamente legal. No hace mención a la “ultraactividad”, lo cual deja sin vigencia al contrato laboral vencido.
El proyecto K, por lo tanto, es una variante de la precarización que ha regido en estas décadas y que los liberticidas pretenden consolidar ahora con un marco legal. En los años de Néstor Kirchner, la precarización trepó al 35-40% del empleo, bajo el lema de “crear trabajo o como dé lugar”. La base de la demolición del salario -y del “pluriempleo” denunciado por sus autores- es la demolición del salario por jornada, a cambio de los salarios (premios) por productividad. El proyecto K apunta a una “convergencia” con el de Milei, ofrecer una “alternativa” a algún mini-bloque intermedio. La ‘victoria’ que busca el kirchnerismo es que el proyecto fascista no se aprueba en diciembre sino enero, lo que demostraría que podría encabezar una “larga resistencia” – llegar entero a 2027.
El proyecto incluye algunas modificaciones del régimen laboral. Por caso, la ampliación de la licencia por paternidad, o la creación de “comités mixtos de seguridad higiene” con representantes de la patronal y de la burocracia sindical. Los K presentan a estos comités como un beneficio para la patronal, pues “al reducir la siniestralidad permitirá reducir la prima de la ART”. A la los “nac y pop” ni se les ocurre cuestionar el régimen privatista de riesgos del trabajo, creado cuando ellos militaban en el menemismo y refrendado con las dos manos cuando dejaron el andador. En cambio, no se han incluido artículos que confronten directamente con el proyecto libertario: por caso, no se señala la vigencia sin condiciones de las conquistas de los convenios existentes (ultraactividad) o de los convenios por rama industrial, y no por empresa, incluso en el mismo establecimiento. El proyecto K no tiene cláusulas “progresistas” sino entreguistas, o sea divisionistas de los trabajadores – de una empresa otra, de una línea de producción a otra; de una sección a otra. Al cabo del trámite parlamentario, los senadores y diputados de Cristina y la CGT dirán que, aunque impuso la contrarreforma fascista, gracias a ellos habrá licencia por paternidad.
En relación a los trabajadores de plataformas, el proyecto enumera una serie de paliativos para un trabajo sin horarios, ni salario ni derechos laborales. Plantea la creación de “estaciones sanitarias obligatorias con baños y zonas de descanso, atención física personalizada, transparencia algorítmica y portabilidad de los datos del trabajador” (Infobae, id). “Atiende” al joven de la aplicación como “emprendedor monotributista”, por caso, y su derecho de pactar sus servicios con varias aplicaciones diferentes. No establece un derecho laboral para el trabajador sino un reglamento de explotación de su fuerza de trabajo. Abole el derecho laboral – la esencia fascista de la contrarreforma, y lo convierte en su contrario. Las “nuevas tecnologías” son usadas para destruir el tiempo libre y alargar indefinidamente el tiempo de explotación de la fuerza de trabajo. Es altamente probable que las corrientes filoK, con presencia en el parlamento, ofrezcan alternativas ‘liberadoras’ similares.
El proyecto de marras considera que “la discusión laboral no puede darse de manera aislada ni “por imposición”, y que cualquier modificación debe contemplar el contexto productivo, el poder adquisitivo y las condiciones reales de trabajo”. (Perfil, 15.12). El pejotakirchnerismo abreva en la corriente de economistas que advierten del perjuicio que provocará la contrarreforma fascista en medio de una depresión industrial. ‘Vamos con la contrarreforma, sí, pero acompañada con “la flotación cambiaria”. Por eso mismo, según sus autores, este proyecto “busca convertirse en una base de negociación con otros bloques no libertarios, con la intención de sumar apoyos y firmas en comisión antes del debate en el recinto”.(Perfil, id.). El pejotakirchnerismo y la burocracia sindical juegan con un dictamen alternativo y una negociación imprecisa. Es el plan B de Milei, si fracasa el plan A de Patricia Bullrich.
Pero la reforma fascista de Milei-Sturzenegger es la punta de largada de una escalada previsional, de salud, e incluso de derechos y libertades (Código Penal ‘a la Kast y a la Trump’). Numerosas cláusulas de la contrarreforma laboral ya invaden esos segmentos; la contrarreforma viene con abultada propina para las patronales. Es un cambio de régimen político. Los libertarios y sus aliados lo tienen muy claro. El proyecto “alternativo” del peronismo es una excusa para embarrar el terreno contra la lucha y la huelga general.
