Escribe Jorge Altamira
El silencio de los nacionales y populares de la Patria Grande es ensordecedor.
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El reciente documento de Seguridad Nacional firmado por Donald Trump, expone toda la ‘racionalidad’ de la guerra lanzada por Estados Unidos contra Venezuela. Se trata de expulsar de América Latina a los rivales económicos y políticos del imperialismo yanqui (por sobre todo a China); convertir al subcontinente en una plataforma excluyente de las cadenas de producción norteamericanas; y combatir la migración masiva y expulsar a la población migrante de EEUU, como punta de lanza para instaurar un régimen político de excepción (no solamente policial) en Estados Unidos. La guerra contra Venezuela, como ocurre con el conjunto de la guerra mundial en desarrollo, es una manifestación final de las contradicciones explosivas que atraviesan las metrópolis imperialistas y la economía y política mundiales en su totalidad. En este contexto se ha ampliado la confrontación de Trump contra México, así como la guerra arancelaria inacabada contra Brasil.
Trump ha declarado el bloqueo naval contra Venezuela. Ha ejecutado operaciones de piratería marítima contra navíos sancionados que transportan crudo venezolano. Aunque continúa la ejecución extrajudicial de pequeñas naves acusadas de cargar drogas, la cuestión del narcotráfico es sólo la envoltura para imponer un cambio de régimen en el país e instalar un gobierno de ultraderecha pseudo liberal, incluso cuando gran parte de las fuerzas de oposición al gobierno de Maduro rechazan el extremo de una ola de ataques militares o una invasión. Maduro “tiene las horas contadas”, le confió al cotidiano Político. La perspectiva de un derrocamiento violento del gobierno de Maduro ha provocado un alza de la cotización de la deuda pública de Venezuela.
El bloqueo militar, considerado una acción de guerra, es completo. En el Caribe, frente a las costas de Venezuela se encuentra el 11% de los buques de guerra que Estados Unidos tiene distribuidos en el planeta. “A largest Armada”, se congratuló Trump. Puerto Rico ha sido reactivada como base militar, con claras proyecciones futuras, en un acto claramente colonial, en especial porque los puertorriqueños habían logrado eliminar esas bases hace casi dos décadas. Una parte importante del petróleo confiscado tenía por destino a Cuba. Como la capacidad de acumulación de petróleo, por parte de Venezuela, alcanza a lo sumo a cinco días, el bloqueo podría llevar a la inutilización de gran parte de la producción. El perjuicio afecta a China, que importa el 80% de las exportaciones de Venezuela, en especial como pago de deudas contraídas. Quien no está bloqueada es Chevron, amparada por un acuerdo firmado con Biden; del orden del 25% de la producción total, abastece a sus refinerías de crudo pesado en el Golfo de México. Otra cosa ocurre con Exxon, que fue nacionalizada por Hugo Chávez porque rechazó operar con Pdvsa la cuenca del Orinoco. Trump la recalificó como una “confiscación”, y ha pasado a formar parte del botín de guerra del gobierno imperialista. Exxon tiene, asimismo, un interés especial en una guerra, porque se ha convertido en el inversor dominante de Guyana, convertida en una enorme plaza petrolera, que disputa con Venezuela la región de Esequibo. La recuperación del Esequibo es una reivindicación compartida por toda Venezuela, ultraderecha incluida.
Los daños ocasionados a la población venezolana son enormes, porque han acelerado de nuevo la desvalorización del bolívar y porque amenazan la circulación del dólar – bajo control financiero de Estados Unidos (Swift). Las transacciones han comenzado a realizarse en cripto, aunque sólo para una minoría.
Los dos aliados de Venezuela (China y Rusia) apenas han abierto la boca. Ponen la prioridad en la guerra arancelaria desatada por Trump y en “el cese del fuego” pactado entre Trump y Putin en Ucrania. Los gastos inmensos efectuados por Chávez para modernizar a las Fuerzas Armadas con material de Rusia, han sucumbido a la obsolescencia y a los cambios políticos internacionales. La velocidad con que la guerra mundial se ha infiltrado en América Latina es impresionante, volviendo a dejar en “orsai” a la izquierda que se protege a si misma con la afirmación que el capitalismo mundial apenas atraviesa “conflictos locales”.
Gustavo Petro, el presidente de Colombia, ha advertido que Trump se está metiendo en un nuevo “Vietnam”. Puede ser una caracterización temeraria, cuando Venezuela no cuenta con ningún apoyo en su retaguardia territorial, como lo tuvo Vietnam con China. Trump no ha logrado derrocar a Maduro por medio de años de sanciones y bloqueos, y nuevas sanciones y nuevos bloqueos. Trump repite que no necesita autorización del Congreso de Estado Unidos para poner los pies en Venezuela; de hecho, los republicanos rechazaron una moción en sentido contrario presentada por los demócratas. Trump está lanzado a imponer una solución militar quirúrgica; las invasiones del imperialismo yanqui han fracasado miserablemente en Irak y Afganistán, y no consigue reunir una fuerza internacional para convertir a Gaza en un Protectorado. Atraviesa una crisis en sus fuerzas armadas, con renuncias de alto nivel. La “Gran Armada” que ha reunido en el Caribe está diseñada para un ataque a activos seleccionados en Venezuela, pero los críticos piden que se le ofrezca “una rampa de salida” para evitar la caída en un pantano final. No ha amenazado explícitamente a Cuba, a la que también califica como narcoterrorista, pero la tiene claramente en la agenda de guerra.
Como ocurre con el genocidio en Gaza, la declaración de guerra contra Venezuela ha dejado paralizados a los nacionales y populares de la Patria Grande, y a los stalinistas que han perdido las coordenadas y la brújula. Parafraseándolos: ALBALCARAJO. Desarman a los trabajadores y sabotean su movilización ante la mayor amenaza de la historia contra la independencia de América Latina. No sorprende. Lo mismo hizo el gobierno peronista de Juan Perón cuando el imperialismo yanqui armó una expedición para invadir a Guatemala y derrocar al gobierno de Jacobo Árbenz en 1954; un año más tarde un golpe gorila derrocaba a Perón. Ninguna de las usinas ‘intelectuales’ del kirchnerismo ha salido a denunciar esta clamorosa traición a la famosa Patria Grande.
Fuera el imperialismo de Venezuela. Por la Unidad Socialista de América Latina.
