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Este jueves por la noche, en plena Navidad, Donald Trump afirmó haber ordenado un “ataque poderoso y letal” contra integrantes del Estado Islámico en el noroeste de Nigeria, para proteger a comunidades cristianas. En octubre y noviembre pasados, el presidente había amenazado con bombardear a los yihadistas si no cesaban los asesinatos de cristianos e incluyó a Nigeria en su lista de países “de especial preocupación”.
El Comando África de Estados Unidos (AFRICOM) —creado para coordinar actividades militares de Estados Unidos en el continente— confirmó que los ataques se llevaron a cabo en el estado de Sokoto, una zona estratégica que limita con Níger, y que la operación se realizó en coordinación con las autoridades nigerianas. Según la evaluación inicial del propio AFRICOM, varios combatientes del ISIS murieron en campamentos del grupo, lo que fue presentado como un golpe significativo contra las capacidades operativas de esta organización yihadista. Desde Abuja, la capital de Nigeria, el ministro de Asuntos Exteriores, Yusuf Tuggar, confirmó que había conversado previamente con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y que el presidente nigeriano, Bola Tinubu, dio su aprobación a la operación (Diario UChile 26/12).
Tinubu se encuentra haciendo equilibrio entre la influencia de Estados Unidos y China. A principios de 2025, Nigeria fue declarado país socio de los BRICS, debido a su relevancia en el continente por ser uno de los países con el PBI más alto y la mayor población —de 200 millones de personas—. El gigante asiático es su principal socio comercial.
Que a Trump los cristianos le importan tan poco como los norteamericanos muertos por el consumo de fentanilo es algo tan evidente como que cualquier excusa le viene bien para tirar bombas a gusto y después llorar la carta del déficit fiscal. A pesar de que, según su “Estrategia de Seguridad Nacional”, el interés yanqui se iba a centrar en el continente americano, y en África la cosa iba a pasar por incentivar “acuerdos de cooperación”, Trump utiliza la misma retórica que contra Venezuela. Lo que en el país sudamericano son los “narcos”, en Nigeria son los yihadistas. Antes, en Irak, fueron las “armas de destrucción masiva”.
Sin embargo, es cierto que Nigeria enfrenta desde hace más de una década una insurgencia yihadista encabezada principalmente por Boko Haram y por la provincia del Estado Islámico en África Occidental, conocida como ISWAP. Estos grupos han extendido su violencia en zonas del norte y del centro del país y durante 2025 intensificaron los ataques de forma particularmente brutal. Comunidades cristianas han sido blanco de ejecuciones públicas, secuestros masivos en iglesias y escuelas y la destrucción completa de aldeas. Pero la violencia afecta también a comunidades musulmanas, en un país dividido por más de 300 etnias diferentes. Desde el mismo gobierno de Tinubu —tan obsecuente con Trump— reiteraron que la violencia de los yihadistas es indiscriminada y que no se centra exclusivamente en los cristianos. Cabe recordar que los grupos yihadistas, al igual que Al Qaeda, fueron financiados en su origen por Estados Unidos, y que el actual presidente de Siria —a quien se acusa de seguir persiguiendo a cristianos hoy en día— fue preso en Guantánamo por su vinculación con Al Qaeda y hoy es presentado por el imperialismo norteamericano y sus aliados como un presidente respetable.
La injerencia en Nigeria cobra importancia no solo por la relevancia del país en sí mismo, sino por su cercanía con el Sahel.
Níger, Burkina Faso y Malí —países que conforman el Sahel— iniciaron un proceso de reformas con nacionalizaciones y cierto grado de industrialización de la mano de las inversiones chinas, al mismo tiempo que expulsaron la injerencia francesa. Boko Haram opera en la frontera de Níger y otros grupos yihadistas hostigan particularmente a Burkina Faso, gobernada por Ibrahim Traoré, quien acusó a las fuerzas francesas de prestar armas y colaboración a los grupos terroristas.
El bombardeo de Trump sobre Nigeria se da en este marco de relevamiento de mando de los franceses, después de que también fueran expulsados de países como Costa de Marfil, Chad y Senegal durante este año.
Así, pese a su promesa de campaña de no meterse en más guerras, Trump empuja a Estados Unidos a erigirse como el nuevo gendarme de la región y, en particular, de la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental), el bloque económico y político de África Occidental liderado por Nigeria. En oposición a la influencia francesa de entonces, de la CEDEAO se retiraron los países del Sahel para fundar la AES (Alianza de Estados del Sahel).
Hace solo unos días, de manera providencial, en el marco de una cumbre de la Confederación, el presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, advirtió sobre la llegada de un “Invierno Negro”, una fase de inestabilidad extrema que, según él, ha sido planificada por potencias imperialistas.
