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Un día después que Trump bombardeara Nigeria -en el otro extremo de África-, Israel reconoció, de forma unilateral y solitaria, la independencia de Somalilandis - un estado separatista. Esto despertó el rechazo inmediato de Turquía, Somalia, China, buena parte del mundo árabe, la Unión Africana e, incluso, la Unión Europea y Estados Unidos. Netanyahu no hubiera actuado de otra manera, sin embargo, sin el acuerdo de Trump.
Somalia está ubicada en el Cuerno de África, con una posición estratégica sobre el océano Índico y el golfo de Adén, una de las rutas marítimas más transitadas del mundo. Obtuvo su independencia en 1960 tras la unificación de dos territorios coloniales: la Somalia italiana y la Somalia británica. Durante las primeras décadas funcionó como un Estado formal, pero en 1969 hubo un golpe de Estado que en 1991 se desplomó. Desde entonces, Somalia atravesó una guerra civil prolongada que desintegró el Estado central, dio lugar al control territorial de clanes y milicias, y quedó como campo fértil para la intervención de otras potencias.
En ese contexto de colapso estatal surgieron entidades regionales con distintos grados de autonomía. La más significativa es Somalilandia, ubicada en el noroeste del territorio somalí, que en 1991 declaró unilateralmente su independencia. Somalilandia coincide en gran parte con el antiguo protectorado británico y desde entonces construyó instituciones propias: tiene gobierno, parlamento, fuerzas de seguridad, moneda y realiza elecciones relativamente estables. A diferencia del resto de Somalia, no atravesó una guerra civil prolongada tras 1991 y logró mayor estabilidad política y económica.
Sin embargo, Somalilandia no es reconocida como Estado independiente. La Unión Africana y la ONU sostienen el principio de integridad territorial de Somalia (aunque lo ha violado en Sudan). Para el gobierno federal somalí, Somalilandia sigue siendo parte inseparable del país, y cualquier acuerdo internacional firmado por sus autoridades es considerado ilegal.
Somalia, por su parte, funciona hoy como un Estado federal frágil. El Gobierno Federal, con sede en Mogadiscio, depende en gran medida del apoyo militar y financiero externo, especialmente de la misión de la Unión Africana y de países como Turquía. Amplias zonas del país siguen bajo la influencia del grupo yihadista Al Shabaab, vinculado a Al Qaeda. Turquía mantiene relaciones de cooperación económica y militar muy estrechas con Somalia. Tiene la mayor base militar extranjera en Mogadiscio, entrena al ejército somalí y a fuerzas especiales y controla sectores clave del puerto y el aeropuerto de Mogadiscio. Además, firmó este año acuerdos leoninos de exploración petrolera offshore con el gobierno federal que le garantizan llevarse el 90% de lo extraído, en perjuicio de uno de los países más pobres del mundo.
Somalilandia controla el puerto de Berbera —muy cerca del estrecho que comunica el Mar Rojo con el océano Índico—, clave para el comercio regional y de interés para el imperialismo y otras potencias. En los últimos años, distintas potencias —incluidos Emiratos Árabes Unidos, Turquía, Taiwán e Israel— han mostrado interés en establecer acuerdos militares, comerciales o diplomáticos con Somalilandia, lo que genera fuertes tensiones con Mogadiscio.
En julio, Taiwán firmó un acuerdo de seguridad marítima con Somalilandia, que incluyó ejercicios conjuntos de entrenamiento, coordinación de búsqueda y rescate, y la transferencia de tecnología y el desarrollo de capacidades, como el suministro de sistemas de vigilancia, equipos para la guardia costera y apoyo técnico taiwanés.
La apertura diplomática de Taiwán a Somalilandia se remonta a 2020, cuando abrió una oficina de representación en la capital, Hargeisa, lo que desencadenó la ira de Pekín, que la condenó como una violación del principio de “una sola China”. Taiwán y Somalilandia se miran en el mismo espejo en lo referido a su soberanía y a su funcionalidad para con el imperialismo. Explícitamente, el acuerdo planteó por objeto construir una “costa no roja” destinada a contrarrestar la influencia de China a lo largo del mar Rojo y el golfo de Adén.
China mantiene su principal base militar fuera de su territorio en un país lindero, Yibuti, también con costa sobre el estrecho, donde tienen bases militares y puertos los imperialismos de todos los colores.
En un comunicado, la Unión Africana, que representa a 55 países de África, advirtió del “riesgo de crear un peligroso precedente con consecuencias considerables para la paz y la estabilidad en todo el continente”. La Unión Europea y hasta el mismo Donald Trump se pronunciaron en contra del reconocimiento internacional de Somalilandia. En el mundo árabe, solo Emiratos Árabes Unidos —que tiene inversiones en ambos territorios e injerencia en toda la región— secundó a Israel con un silencio cómplice.
El Consejo de Seguridad de la ONU celebrará el lunes una sesión urgente para abordar la decisión de Israel que desestabiliza a la región.
Hamas también sacó un comunicado rechazando el reconocimiento por parte de Israel y advirtiendo su oposición a cualquier intento de trasladar a la población gazatí allí o a algún país de África. Israel mantuvo reuniones este año con diferentes países africanos —Somalilandia incluida— donde se trató el tema, pero las declaraciones posteriores de los gobiernos africanos desestimaron la medida.
En una cumbre reciente en Jerusalén —que trató de seguridad, entre otros temas— junto a los mandatarios de Grecia y Chipre, Benjamín Netanyahu, además de apuntar contra Irán, lanzó un mensaje contra las aspiraciones regionales de Turquía, señalando que aquellos que buscan restablecer antiguos imperios y dominar nuevos territorios se encontrarán con resistencia. El primer ministro de Grecia fue el más alarmado por el expansionismo turco, ya que Turquía estuvo probando misiles de gran alcance sobre las aguas de Somalia paea luego jactarse de tener a Grecia a tiro.
Lo que a Israel le interesa —además de debilitar a Turquía— es reforzar su influencia en Somalilandia, ubicada en el Cuerno de África, con costa sobre el golfo de Adén, justo enfrente del Yemen de los hutíes, el único país que se ha levantado en armas contra el genocidio en Gaza. Los hutíes son una astilla clavada en el pie del genocida Netanyahu. Han violado el sistema defensivo de Israel con drones, han combatido contra la flota norteamericana, le han hecho la vida imposible a los barcos que comercian con Israel y transitan por el mar Rojo, y no pudieron ser derrotados por el ejército de mercenarios de Arabia Saudita. Este, ya derrotado por los hutíes, se diputa el territorio de Yemen que estos no controlan con Emiratos Árabes Unidos en otra guerra inminente.
El 17 de octubre, el sitio web de noticias pro-qatarí Middle East Monitor informó que Israel le propuso a Somalilandia, establecer una base militar que le permitirá atacar y disuadir a los objetivos hutíes, a cambio de un reconocimiento formal del país e inversiones financieras en él. Este acuerdo habría sido intermediado por Emiratos. Mientras el jefe de Estado iraní advierte que está en una guerra total contra Estados Unidos, Israel y Europa, Netanyahu busca la manera de expandir la guerra más allá del Mar Rojo, disolviendo todos los acuerdos previos.
De repente, África pasa a ser centro de la escena, para dar cuenta de que, si los trabajadores no enfrentamos a la guerra imperialista, esta no se va a detener hasta llegar al último rincón del planeta.
