En Defensa del Marxismo Nº 53: una revista a medida de un aparato

Escribe Camila P

Tiempo de lectura: 9 minutos

La fracción oficialista del Partido Obrero ha lanzado recientemente la edición 53 de la revista En Defensa del Marxismo, históricamente utilizada para la formulación de análisis, críticas y debates socialistas. En esta oportunidad, sus editores la han planteado como un reflejo del debate maniatado y cerrado en el Partido Obrero, a tono con cómo el aparato que dirige el PO viene haciendo desde hace un buen tiempo.

En lo que suponemos ha sido un intento de presentarse como democráticos, han publicado textos tanto de su autoría como de la Tendencia. La selección, sin embargo ha sido arbitraria. El debate debería haberse presentado como abierto, a lo largo de los números subsiguientes, pero esto no ha ocurrido porque es parte de la política de rechazar el reconocimiento de nuestra Tendencia, garantizada por los estatutos del PO, y continuar con las descalificaciones que a diario publica Prensa Obrera.

La forma en la que se presentan los artículos es ilustrativa: a cada documento crítico lo siga uno de algún militante a favor de la “dirección homogénea”, que se convierte en dueña de la última palabra. También es notable que la selección se frene a partir del decreto que nos expulsa del partido en forma sumaria. No repara en que expulsar con este método a mil cien militantes es auto-excluirse, ellos, del partido.

Abandono del catastrofismo

Uno de los debates que atravesó el período pre congresal fue acerca de la caracterización internacional y el significado de la llegada de Bolsonaro a la presidencia de Brasil (un artículo ´previsor´ de Pablo Heller había anunciado en Prensa Obrera que ganaría Haddad con el apoyo del imperialismo). La victoria del derechista, que Altamira advirtió enseguida del artículo anterior (también en Prensa Obrera), fue usada por el aparato para sustentar la tesis de una “iniciativa estratégica de la burguesía”, lo cual equivale a decir que el capitalismo aún se encuentra en su fase histórica de ascenso. La posición oficialista constituye una revisión del programa de la CRCI y de todo el movimiento precedente de la IV Internacional. El Programa de Transición arranca de “la crisis de la humanidad”, en tanto el Manifiesto Comunista arrancaba de la “historia de la lucha de clases” y la III° de un período histórico de “guerras y revoluciones”.

Una reciente nota de Juan García, en Prensa Obrera, acerca de que la caracterización de las tendencias a la bancarrota mundial estuvieron presentes plenamente en el XXVI Congreso, se da de patadas con la reivindicación de la “iniciativa estratégica” del capital, que fue la principal conclusión del oficialismo. Según se lee en uno de los escritos de Gabriel Solano, estaríamos en presencia de crisis orgánicas del capital, y no de una acentuación de la tendencia histórica del capital hacia su propia disolución, que es el subtítulo que Marx plasmó en El Capital.

Panorama mundial

Si se toma el debate sobre la iniciativa estratégica con relación a América Latina, un texto de Giachello sostenía que la victoria de Bolsonaro en las elecciones brasileñas era la mayor expresión de la validez de esa tesis. A casi un año de ese suceso, si hay algo que nos muestran los hechos es exactamente lo contrario, ni qué hablar de Trump y de la crisis política excepcional que atraviesa Estados Unidos. Desde las grandes movilizaciones educativas y la huelga del correo hasta la crisis por el incendio del Amazonas, el ex capitán no ha dejado de sufrir golpes, que se refleja en una economía en recesión y en una división cada vez mayor de la burguesía. La derrota de Macri, como consecuencia de “expresión deformada” del repudio de las masas que votaron a F-F, ha llevado a Bolsonaro literalmente a una campaña internacional contra el previsible gobierno próximo en Argentina. El ‘fascismo’ no se verificó, ni siquiera un gobierno bonapartista, pues según los analistas brasileños, Bolsonaro está cercado por el Congreso, de un lado, y por la camarilla militar, del otro. Como contrapartida de iniciativa estratégica de la burguesía, había para nuestros adversarios un reflujo o planchazo de la clase obrera y de las masas en general. A las movilizaciones de Brasil, se suman las ocupaciones, el armado de coordinadoras y todos los conflictos que se suceden en Argentina (¡Chubut!), las rebeliones populares en Haití y Puerto Rico, el fracaso del golpe en Venezuela, las enormes movilizaciones docentes en Chile y, hasta cierto punto, la huelga contra la degradación del ambiente. Es curioso, pero la demagogia feminista del oficialismo les ha hecho olvidar el gigantesco movimiento de la mujer en Argentina, por el derecho al aborto y contra la violencia laboral y doméstica. Incluso, si nos movemos a América del Norte, en el principal país imperialista del mundo, desde la "primavera docente" del año pasado - con paros de semanas en más de cinco Estados - hasta la reciente huelga en General Motors, se evidencia la predisposición a organizarse de los obreros estadounidenses, como no se veía desde hace décadas. En Medio Oriente, donde, según Giachello, el proceso de la primavera árabe estaba cerrado, Argelia tiró abajo a un gobierno (cuyo presidente iba por su quinto mandato); lo mismo en Sudán -¡ahora han resurgido las movilizaciones masivas en Egipto! En Europa, el parlamento de Inglaterra es incapaz de salir del impasse del Brexit. En síntesis, a donde quiera que nos situemos en el plano internacional, la burguesía y sus gobiernos se ven impedidos para desenvolver sus iniciativas, ya sea por sus propias contradicciones, ya sea por el cuadro de movilización creciente.

Crisis de dirección

El escenario nacional e internacional exige una dirección política de los trabajadores que salga de su propia clase. Las burocracias sindicales hacen el máximo esfuerzo por garantizar la "tregua", pero no faltan los casos en que son desbordadas por las bases. La crisis de dirección que se desata a consecuencia, hace mella también en la izquierda mundial, que presa de su propio conservadurismo, no responde adecuadamente a la coyuntura. Es éste el proceso en que se inscribe la crisis del Partido Obrero y del Frente de Izquierda.

En todo el último período, las lecturas conservadoras de la izquierda respecto de las posibilidades de las masas tuvieron por efecto un alejamiento con la clase obrera y la ausencia de una orientación para la misma. Por ejemplo, el NPA francés, se ubicó a la derecha de los trabajadores durante todas las movilizaciones de los chalecos amarillos, que hicieron temblar al gobierno de Macron; el PSOL de Brasil, actúa como furgón de cola del PT, es decir, del nacionalismo burgués. En un caso como en el otro, ambos partidos han quedado reducidos a agrupamientos marginales, en los que la clase obrera no encuentra ningún tipo de representación. El desbarranque actual de aquellas organizaciones estuvo precedido por la desviación hacia políticas democratizantes, asentadas también en la supuesta falta de iniciativa de los trabajadores.

El conservadurismo, que alcanza niveles extremos en aquellos casos, está presente en la política que lleva adelante el Partido Obrero oficial y el FIT-U en su conjunto. El desplome electoral del FIT-U, al igual que derrotas como la de la FUBA, son las señales que muestran el distanciamiento político del Partido Obrero oficial de la situación política y las masas. El "pronóstico atinado" del XXVI Congreso cae sencillamente en el ridículo. Una organización política no puede hablar de aciertos cuando sufre uno de los retrocesos más grandes de su historia en reclutamiento, en los sindicatos, en los centros de estudiantes y en el terreno electoral.

El "oído pegado a las masas" – que reivindica el EDM N°53 – es una oda al movimentismo y al impresionismo. A saber, a la agitación sin orientación que se limita a decir lo que la clase obrera ya reclama, o que incluso se coloca por detrás de ella - sobre todo cuando se aboca a planteamientos parlamentaristas, como las propuestas de juicios políticos defendidas por Guillermo Kane frente a rebeliones populares. El empoderamiento al Estado en materia de género (Ley Micaela) y el pacto por una ‘transición ordenada’ (emergencia alimentaria). "El movimiento es todo", decía Bernstein para justificar el viraje hacia el reformismo, que proponía para el partido socialdemócrata alemán. Cuando todo se reduce al movimiento, el papel del partido se diluye y deja de cumplir el rol que le da sentido de existencia a un partido revolucionario: orientar a la clase obrera para que llegue al poder.

La falta de una intervención sistemática que proponga una salida de conjunto en medio de un cuestionamiento permanente de la clase obrera al gobierno, y de la consecuente proliferación de las luchas - la rebelión educativa, las tomas de fábricas, las multitudinarias movilizaciones contra el 2x1, los tres paros generales arrancados el año pasado a la burocracia sindical, las huelgas docentes, etc. -, coloca al Partido al margen de todo el proceso político. Fue lo que señalamos desde la actual tendencia en el período precongresal. No puede hacer una propuesta “estratégica” quien confiesa que carece de ella y que tampoco puede construirla o prepararla en un período político determinado

Más aún, es funcional a que cualquier variante política ajena a la clase obrera pueda rapiñar, demagógicamente, del rechazo al gobierno. Es el caso de Fernández-Fernández, que se verá envuelto en una crisis si llega al gobierno, porque no cumplirá con ninguna de las expectativas de las masas. Es por ello que cobra centralidad la agitación de consignas que apunten a la intervención directa - la huelga general y las coordinadoras - que vayan impulsando un método de organización propio y una salida de poder concreta - la asamblea constituyente, libre y soberana.

La contraposición entre la intervención electoral y el desenvolvimiento de consignas de poder de la que habla Juan García en su nota, deja en evidencia la incomprensión de la crisis de régimen en curso. La inviabilidad objetiva del poder capitalista de gobernar, exige al partido poner ésta de manifiesto y una salida en los términos de la clase obrera. La excusa de que primero hay que combatir al nacionalismo burgués es espúrea; el FIT-U combate al nacionalismo en los términos en los que el nacionalismo se lo impone, es decir, en el encorcetamiento de una salida electoral.

Congreso de aparato

La defensa de una política ajena a la historia de nuestro partido, necesariamente tuvo que servirse de un método de camarilla que actúe a su favor. Aquel que algunos miembros del CC han catalogado como “el congreso más democrático en la historia del partido” fue completamente manipulado por lo que en ese momento era la mayoría de la dirección. Esto se explica no solo por la manipulación de plenarios y votaciones de delegados, sino también por el veto a oradores de posiciones políticas diferentes en dichas instancias y la censura en la prensa partidaria. Como ha desarrollado extensa y detalladamente Osvaldo Coggiola en un texto, nos encontrábamos ante el funcionamiento de una fracción oficialista no declarada, cuyo objetivo era el ataque directo a toda propuesta y caracterización política que viniera de la otra posición.

Durante todo el período pre congresal, se hicieron desde la actual Tendencia una enorme cantidad de concesiones a fin de llegar a posiciones políticas comunes. Por ejemplo, la incorporación de “que la crisis la paguen los capitalistas” en la consigna propuesta por Altamira en su documento político presentado al congreso, junto con el Fuera Macri y la Asamblea Constituyente. O la propuesta de llevar adelante la campaña por la consulta popular vinculante por el aborto legal dando un carácter extra parlamentario a la misma, que sirviera para desarrollar asambleas e instancias de organización independiente para organizar la continuidad de la lucha por el aborto legal y la separación de la iglesia y el Estado. Hablar de oposicionismo permanente o sectarismo, como se leerá en algunos documentos de la revista, es una falacia y no se corresponde con la realidad.

Asimismo, el supuesto eclecticismo del que también se nos acusa es la delación ya no solo de la falta de reconocimiento consciente del intento de arribar a posiciones consensuadas sino también de una gran incomprensión del avance de la situación política nacional e internacional. Los "volantazos de la minoría" son la reactualización de una orientación a la luz de una situación política dinámica, aunque siempre con un mismo eje: desarrollar una salida de poder concreta de los trabajadores.

Lo que se oculta detrás de las acusaciones de rupturismo, sectarismo, etc. frente a cualquier cosa que se dijera es la inhabilitación de una opinión no por lo que la opinión dice, sino por quién la dice y por lo que representa. El aparato rompe el partido, la Tendencia reclama su reconocimiento estatutario y sigue hablando en nombre del partido. Ya sea Jorge Altamira, o cualquier militante que representase lo que hoy es la tendencia del PO, la censura directa o el ataque se relacionan con la necesidad del aparato de enterrar a todo lo que represente las posiciones políticas históricas del partido, es decir, todo lo que represente posiciones políticas contrarias a las suyas. No puede explicarse de otro modo la difamación, el veto o el espionaje, que son la máxima expresión de la corrupción de los principios revolucionarios. No es casual que entre todos los textos seleccionados para el EDM N° 53, no se encuentre ni uno solo de los escritos que defienden el derecho instaurado de facto por y del Comité central para espiar a la militancia.

El método y la caracterización política son dos elementos inseparables, es decir, se afectan mutuamente. El viraje en el método de la dirección partidaria se explica por la idea general de sustitución de la clase obrera por un aparato. Como las masas no dan o no entienden hay que fortalecer al aparato, que es el que sí entiende y sabe lo que hay que hacer; como hay que fortalecer al aparato, todo lo que se contraponga a éste es un daño para el partido, que debe ser censurado o expulsado.

En este cuadro, rescatar al Partido obrero de los métodos y políticas en los que lo ha subsumido la dirección es una tarea de primer orden. Se trata de la recuperación de una herramienta fundamental de orientación de la clase obrera; de mantener una tradición histórica de clasismo y política revolucionaria. Lejos de cualquier interés faccional, es esto lo que la tendencia del Partido Obrero se propone.

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