La "transición" que se viene

Escribe Jorge Altamira

América Latina se sacude.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Las elecciones de mañana, domingo 27, están encuadradas en una feroz crisis política. ¿Cuál será el escenario de Argentina al día siguiente? ¿Cómo se alinearán las diferentes fuerzas en presencia? ¿Qué desafío presenta la situación pos electoral a la clase obrera y los trabajadores en general? Quienes vaticinaron que las elecciones encauzarían el proceso político y servirían para desarmar la crisis abierta a partir de la bancarrota de principios del año pasado, se han equivocada de medio a medio. Las ilusiones de arribismo electoral han nublado la percepción de la realidad objetiva.

Fuera Piñera

El electorado va a las urnas no solamente en un cuadro de acentuación del default, derrumbe industrial, empobrecimiento generalizado e incluso una tendencia a la hiperinflación. La rebelión popular en Chile, de un alcance muy superior a la de Ecuador, inicia un período de alcance revolucionario que pone límites insalvables a las políticas de rescate capitalista por parte del Estado y a la capacidad política para los acuerdos de pago de la deuda externa. Bolsonaro, que acaba de conseguir la aprobación parlamentaria de una reforma previsional que busca acercarse a la que impuso Pinochet en Chile, sufrirá a sus expensas este intento de marchar contra la corriente. Como quiera que la crisis capitalista mundial vuelve a ingresar en un período de bancarrotas, las rebeliones populares que se extienden por numerosos países alcanzarán nuevas dimensiones. Al final, el ‘mecanicismo’ que liga la rebelión de masas a la crisis del capital y a la decadencia del capitalismo, ha triunfado sobre la ‘dialéctica’ conformista que separa a una de otra y que sólo atina a pronosticar malestares prolongados u “orgánicos”. El mundo asiste a una lección suprema de dialéctica de sujeto-objeto, que postula a los levantamientos de masas como la expresión del agotamiento histórico del sistema capitalista de explotación.

Termina, no termina

El alcance del default, por un lado, y la hiperinflación potencial, por el otro, condiciona la posibilidad del tránsito entre las elecciones y la asunción del nuevo gobierno. Macri enfrenta un destino similar a los de Alfonsín, De la Rúa y Duhalde. La división acerca de los términos de una renegociación de la deuda alcanza a los ‘círculos rojos’ de adentro y de afuera, como lo muestra el choque notorio entre el FMI, de un lado, y los fondos internacionales, del otro. El intento de F-F de reconciliar estas contradicciones con una propuesta de ‘reperfilamiento’ de la deuda, en términos que se toman prestados de lo que ocurrió con Uruguay en 2002/3, es en primer lugar inviable, porque Argentina carece de capacidad de pago por un largo período. En segundo lugar, mandaría al basurero, en tiempo récord, el compromiso de AF de “poner plata en el bolsillo de la gente”, porque la contrapartida de esa propuesta sería la necesidad de contener los gastos fiscales y la emisión de moneda. Una renegociación de los contratos de deuda pública no es suficiente para atacar el punto neurálgico de la crisis – que es la necesidad de financiamiento para una reactivación de la industria. Lo que es más importante, si cabe, es que Argentina y los acreedores necesitan alcanzar un “acuerdo rápido”, para evitar, por un lado, que la crisis desemboque en una rebelión popular y, por el otro, que desate una cadena de quiebras a nivel internacional. El sobre-endeudamiento de las corporaciones capitalistas se está aproximando, a toda velocidad, a los u$s100 billones. La cadena de pagos ha estado a punto de quebrarse en el más sensible de los mercados capitalistas: el mercado interbancario de Nueva York, que supervisa la Reserva Federal. Hace más de una década fue el que anunció el estallido de la crisis financiera.

Entre los datos salientes de la semana que culmina se encuentra la cancelación de Leliq´s por casi $400 mil millones, un tercio del stock. Se trata de la contrapartida del retiro de depósitos en los bancos. El Banco Central macrista le ha hecho vista gorda a esta liquidación de títulos, cuando en el pasado respondía aumentando las tasas de interés sin límites de techo. Este ‘mercado’ interbancario está muerto – y listo para desatar una hiperinflación. La posibilidad de reemplazarlo por títulos con vencimiento relativamente lejano, añadiría u$s20 mil millones de dólares a la deuda externa, empeorando la intención de renegociar la deuda sin ninguna quita sobre el capital (aunque podría plantearse para los intereses). Algunos grupos de interés recomiendan dejar correr una hiperinflación que acabe de matar el ‘mercado’ de Leliq’s, mediante una desvalorización generalizada de títulos y depósitos. Este procedimiento violento serviría para ‘equilibrar’ el balance del Banco Central. Fue lo que hizo Cavallo en 1982, bajo la dictadura.

‘Contrato social’

Cualquiera de estos desenlaces, incluida la propuesta de ‘desdoblar’ el mercado cambiario en uno comercial y otro financiero, supone imponer una fuerte regimentación de las operaciones económicas por parte del Estado. Los ‘agujeros’ que deja o habilita la intervención del Estado son harto conocidos. De aquí al 10 de diciembre debería ser gerenciada por Macri – casi una invitación al sabotaje. F-F, sin embargo, ya han dicho hace mucho que les interesa por sobre todo atenerse a la “legalidad constitucional”, o sea mirar desde la banquina hasta esa fecha, como lo han venido haciendo hasta ahora, incluso si llegaron a algunos acuerdos por debajo de la mesa, lo que no sorprende dada la ‘afinidad’ entre la mayor parte de los economistas de ambos lados. La crisis plantea, a pesar de todo, que el traspaso del mando podría plantearse en la próxima semana, dada la severidad de la fuga de divisas y de depósitos. Un ‘gobierno dual’ para los próximos 45 días, luce improbable.

La cuestión del “contrato” o “pacto social”, que ha sido convertido en pieza estratégica por la coalición peronista, no tiene todavía un terreno en el que apoyarse. La liquidación de las Leliq, el control de cambios y la reglamentación económica, y la renegociación de la deuda, son decisiones políticas intransferibles, que no podrían ser condicionadas a contratos o pactos previos – menos en estos 45 días. La ‘coalición peronista’ (kirchneristas aliados a gobernadores pejota-macristas) enfrentará su primera prueba. F-F y Macri, sin embargo siguen atados al compromiso de una “transición ordenada”, para la cual no tienen un programa y menos un comando común. La campaña del “sí, se puede” apuntó a disciplinar al Pro y, si fuera posible, a Cambiemos, a la dirección de la camarilla de Macri. En esta línea, esta camarilla busca la delimitación más completa con el kirchnerismo y sus aliados. Hay indicaciones de que podría prevalecer una línea contraria: pactar con el peronismo como éste lo hizo con Macri a partir de diciembre de 2015. La crisis política alcanzaría un nivel más alto en las próximas seis semanas si esta división del oficialismo se tornara pública.

Clase obrera

En este escenario terminal y con las posiciones sobre la mesa de las fuerzas políticas principales, el movimiento obrero podría quedar preso de las incertidumbres de la ‘transición’. Ni qué decir que la burocracia y el aparato pejotista trabajará a muerte para que esto ocurra. Por otro lado, sin embargo, los golpes de la crisis serán más duros que nunca, en especial la inflación y las suspensiones de personal o los cierres de empresas. Esta transición está precedida por ocupaciones y luchas (Kimberly, Amsabo) y la rebelión de Chubut, que sigue vigente. A la luz de esto, la consigna que se impone es la deliberación política de la clase obrera. Reuniones, asambleas, plenarios, coordinadoras, para discutir la caracterización de la situación y determinar una línea de agitación de las reivindicaciones fundamentales, como el salario mínimo igual al costo de la canasta familiar (que no es de $35 mil pesos sino de arriba de 70 mil), reapertura de empresas y reincorporación de despedidos, 82% para jubilados, aumentos del 50% en asignaciones sociales. El desarrollo de la crisis, en la transición, determinará la oportunidad para poner al tope la ruptura con el FMI, el no pago de la deuda, por una Constituyente Soberana. El gobierno electo debuta con expectativas políticas en el pueblo, que serán superadas por la experiencia concreta y la labor de las fuerzas revolucionarias.

Izquierda

La izquierda ingresa a esta etapa desprovista de perspectivas políticas. En el final de la campaña repitió que Macri debía concluir su mandato y revisar sus posiciones anti-populares, lo cual más allá de la grosería política muestra su completo desamparo ante la transición que se abre. Ha retrocedido a lo que fue el Frente del Pueblo e Izquierda Unida. Del mismo modo, ha salido a buscar votos en el kirchnerismo, en la Capital, luego de haber batido el parche de que era ‘el enemigo principal’ de la izquierda – en partitura electoral. La crisis de esta izquierda se ha manifestado en un derrumbe de votos en numerosos casos o estancamiento en otros, y caída de reclutamiento. La acentuada crisis del capital y de sus regímenes políticos será el marco de una reestructuración revolucionaria de la militancia socialista e internacionalista.

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