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Informando un nuevo récord de contagiados y fallecimientos por efectos del coronavirus (casi 7 mil nuevos casos reportados positivos y 220 decesos) asume el nuevo ministro de salud Enrique Paris, después de la salida de Jaime Mañalich. Piñera defendió y resistió todo lo que pudo a su ministro “mano derecha” en el cargo, pero su insistencia de informar solo casos de fallecimientos que tuvieran un examen PCR positivo, negándose a integrar a quienes el registro civil atribuyó su muerte al COVID-19, reabrió las críticas y agudizo la crisis política. El articulo lanzado por el medio CIPER el pasado fin de semana, donde revelaron que el MINSAL informo más de 5.000 decesos, que contrastan con los 3.000 que el gobierno reporto en su ultime informe diario, termino por empujar la salida de Mañalich.
Mañalich defendió hasta el último día la estrategia capitalista frente a la expansión del coronavirus. Estiró al máximo la aplicación de una cuarentena total en la región Metropolitana para defender la continuidad de la actividad económica planteando que habíamos llegado a una “meseta de contagios” donde nos teníamos que preparar para una apertura del comercio bajo una “nueva normalidad” y promovió la idea de generar un “inmunidad de rebaño”, declarando que “todos se deben contagiar, pero de forma lenta” para no colapsar al sistema de salud. Como el mismo reconoció, su estrategia se “derrumbo como un castillo de naipes” y hoy se vive en el país una pandemia descontrolada, donde solo un 2,9% de la población contagiada ha generado una inmunidad comprobable. Su salida es un golpe duro para el gobierno, dado que pierde a un aliado que recibía de frente los golpes de la crisis sanitaria y que ayudaba a sacar de la polémica a un Piñera que carga con profundo rechazo de masas desde la rebelión de octubre.
El nuevo ministro, quien hasta la semana pasada era director de la privada clínica Las Condes, tuvo pantalla en la televisión en varias ocasiones, donde defendió la receta de Mañalich, fue enemigo abierto de la cuarentena para Santiago cuando los casos iban en aumento, planteando que era una medida “populista” que traería consecuencias negativas para la economía del país. Hoy acorralado y la cabeza de una política sanitaria fracasada, se ha esforzado por mostrar un “mejor tono” que Mañalich, y se ha mostrado abierto a recibir las “criticas” de la comunidad científica y médica.
Las consecuencias más crudas del fracaso de la estrategia capitalista frente a la pandemia hoy se viven en las poblaciones más empobrecidas de la región Metropolitana. En comunas como El Bosque, La Pintana San Ramón, la movilidad solo se redujo en un 15%, siendo que los viajes al interior de esas comunas debían reducirse a un 20% o 30%, y lo mismo con la movilidad que proviene desde otras zonas de la ciudad. Pero aquello no ocurrió: “Nos enfrentamos a una situación completamente distinta: la movilidad al interior de esas comunas indica que el 70% de los viajes se mantuvo y, lo peor de todo, es que la movilidad desde las comunas que llamamos dormitorio, como La Granja, San Joaquín o La Pintana -que hoy son de las más afectadas-, se redujo solo entre un 30% y 40%” (CIPER, 03/06). La clase obrera al no tener recursos asegurados para poder realizar una cuarentena que les permita confinarse en sus casas, deben salir de ellas y se exponen al contagio.
Bajo este contexto, es prioridad que la clase obrera irrumpa en este escenario como una necesidad de primer orden. Ya quedó demostrado que el gobierno no protegerá a la clase obrera. Es por esto que los sindicatos deben abrir un debate de forma urgente, donde puedan denunciar a los sectores no esenciales que aún mantiene a las y los trabajadores expuestos al contagio en los lugares de trabajo y transporte público reclamando su cierre. Donde se acuerde desarrollar la lucha por un salario de emergencia de $500.000 para todas y todos los trabajadores de labores esenciales, para los suspendidos, informales y cesantes para que nadie pase la pandemia con recursos por debajo de la línea de la pobreza y donde esto sea financiado con un impuesto extraordinario al gran capital. Urge que los sindicatos saquen adelante protocolos sanitarios que se ajusten a sus necesidades, para evitar los contagios y promover las organizaciones de las asambleas en los lugres de trabajo.
Es por esto que las asambleas populares, junto con organizar los comités de cesantes y reclamar que las ollas comunes sean financiadas por los municipios y controladas por los vecinos, se hace urgente organizar un plan sanitario. Desde las asambleas se puede realizar un catastro de los vecinos contagiados, reclamar el testeo masivo de todas las poblaciones y en base a trazabilidad de casos contagiados, reclamar una residencia sanitaria para todos quienes no tengan un lugar adecuado para realizar una cuarentena.
Urge abrir el debate y empujar la acción por un programa de control obrero de la salud y el sistema sanitario, la producción, la banca y el comercio. Todo el sistema privado de salud debe quedar bajo gestión y control democrático de sus trabajadores; los grandes hoteles deben ser reconvertidos para el resguardo de contagiados; el control obrero de monopolios farmacéuticos; la contratación inmediata de personal de salud bajo turnos de 4 horas sin afectar el salario, el pase a planta, reducción de jornadas laborales, protocolos de higiene y testeos masivos a la población.
Más que nunca, Fuera Piñera, Asamblea constituyente libre y soberana.