El default político de la coalición “de Todos”

Escribe Marcelo Ramal

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La fractura de las negociaciones entre el gobierno argentinos y los grupos de bonistas -y el fin de la llamada “confidencialidad”- ha puesto de manifiesto tres cuestiones. En primer lugar, lo lejos que llegó el tándem Fernández-Guzmán en materia de entreguismo, al reducir los plazos de gracia, aumentar el pago de intereses, anticipar el vencimiento de los bonos “largos” y, finalmente, ofrecer un pago especial ´atado´ a las exportaciones agropecuarias. Pero la segunda cuestión es que los bonistas han rechazado incluso estas inmensas concesiones. En lo sustancial, los bonistas que le prestaron a Macri -encabezados por BlackRock- reclaman un adelantamiento aún mayor del inicio de pagos, el reconocimiento de todos los intereses de este año y, principalmente, que se pavimente el camino para el inicio de los juicios en los tribunales neoyorquinos. El significado de esta última exigencia es claro: facilita la reventa de los títulos argentinos a los fondos de alto riesgo (buitre), los cuales podrán enjuiciar a la Argentina ante el previsible default de la deuda impagable. En cuanto al inicio de pagos en 2021, empuja al gobierno FF a diseñar desde ya un plan de ajuste, ello, en medio de una crisis sanitaria que se agrava día a día. Para asegurar que el ajuste tenga un garante, BlackRock exige que el FMI audite un posible “cupón atado al PBI”, lo que instalaría desde ahora al organismo en el ministerio de Economía de los Fernández.

En su rechazo a la propuesta de los bonistas, Guzmán-Fernández parecen apostar a que intervenga el FMI, al cual supone interesado en que Argentina deba lo menos posible a los bonistas y guarde las monedas necesarias para afrontar los 44.000 millones de dólares de deuda con el organismo. Pero el Fondo se ha declarado prescindente: conocida la fractura de las negociaciones, uno de sus principales directivos se apresuró a declarar que esa crisis “es una cuestión de Argentina y de sus acreedores”. El arreglo de deuda con los bonistas, en definitiva, diseñará los términos del futuro acuerdo con el FMI. Las expresiones de Kristalina sobre la “deuda insostenible” no pasan de exhortaciones.

Pero la tercera cuestión que ha puesto de manifiesto la fractura del acuerdo es la conexión entre la cuestión de la deuda y una crisis política de alcance general. La escalada de los acreedores tiene lugar cuando, en el plano interno, la cuestión Vicentín ha dado lugar a un frente “oficialista-opositor”, que integra a Lavagna, a Massa, al PJ de Santa Fe y de más allá de Santa Fe, en torno del rechazo a la tentativa expropiatoria del gobierno. La coalición “de Todos” ya no tiene los votos para aprobar su proyecto en el Congreso, y tiene una fractura expuesta. El escenario se completa con el agravamiento de la crisis del coronavirus, como resultado de las concesiones sucesivas al gran capital en la reapertura de las actividades económicas. El país asiste al escenario cierto de un colapso sanitario en tres o cuatro semanas, el cual pondrá al desnudo, no solamente el derrumbe económico y social de década, sino también la impotencia del trío Larreta-Kicillof-Fernández, que pretendió conciliar los reclamos capitalistas con el manejo de la pandemia.

En este cuadro, el retiro de Lan no es un episodio más, pues, en su contenido, resume a toda la extorsión de la clase capitalista, que exige una reestructuración antiobrera de gran alcance – lo que reclamó Lan en el curso de la pandemia. Es la misma orientación que se pone de manifiesto en la exigencia por el retiro compulsivo al trabajo y la política de suspensiones y reducciones salariales.

La conjunción de todos estos hechos, aparentemente aislados, reconocen un hilo conductor: la impotencia del gobierno FF para arbitrar entre las pretensiones del capital en quiebra, de un lado, y el agravamiento de las condiciones sociales y sanitarias de las masas, del otro.

El proceso político desnuda la precariedad del Frente de Todos, la coalición que se improvisó para dar cuenta de la desintegración del macrismo. A los que le auguraron larga vida a la “Argentina kirchnerista”, encontrando así un justificativo para su conservadurismo político, la crisis en curso les pasa también una sonora factura.

Como nunca, tenemos que exponer esta crisis ante toda la vanguardia obrera, que verá cómo se multiplican sus escenarios de lucha – amputación del aguinaldo, Vicentín, Latam, la lucha por los protocolos obreros. Pero más allá de estas luchas, el default político de la coalición oficial plantea una deliberación política en la clase obrera. Impulsemos coordinadoras y congresos obreros; luchemos por defender todas las conquistas amenazadas de trabajadores y jubilados; la nacionalización integral, de la banca, el comercio exterior; fuera Guzmán y el equipo económico de la entrega nacional; desconocimiento de la deuda, plan industrial votado en un congreso de trabajadores.

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