“Mi experiencia como trabajador metalúrgico con coronavirus”

Escribe LT (Metalúrgico)

Patrones, ART y Obras Sociales.

Tiempo de lectura: 5 minutos

El día 21 de mayo, llegando la noche, me acuesto con síntomas febriles que no me dejaron dormir. Tenía unos 39° de temperatura. Como es moneda corriente en las barriadas, me encontraba sin luz ni agua para hidratarme o tomar algún medicamento.

Llegada la mañana, informé a la metalúrgica donde me desempeño sobre mis síntomas y, además, llamo al 148. Desde este número se lavaron totalmente las manos, pateando la pelota a la obra social, sin darme consejos y ni siquiera preguntarme mi estado.

Más tarde, luego de varias tratativas, pude comunicarme con el Policlínico de Avellaneda (UOM), donde me alertan que en las próximas 24 horas llegará una ambulancia para corroborar mi estado. En el amanecer del sábado, llega la ambulancia de emergencia a mi domicilio, donde me asiste personal médico sin los elementos de protección alguno (uno de los miles de casos donde se mandan a morir a los trabajadores, sin protección alguna). Me observaron y me diagnosticaron anginas (24 horas de reposo y a trabajar); no contento con lo diagnosticado exijo que me realicen un hisopado, pero me dicen que, por lo que observaron, descartaron que tenga el virus. Lo mismo dijeron los siguientes días, tanto desde el 148 como desde la obra social, cuando exigía por el hisopado.

El martes 26 de mayo despierto con fiebre pese a tomar los medicamentos recetados. Los síntomas generales fueron: dolor de garganta, fiebre, fatiga muscular, agitación y falta de apetito. Llamo una vez más a la urgencia del policlínico, y al llegar me diagnostican lo mismo... "ANGINAS".

Vale aclarar que durante esa semana no asistí a mi lugar de trabajo por decisión propia, ya que desde el ESTADO y la OBRA SOCIAL con sus diagnósticos me obligaban a asistir a mi trabajo. Esta decisión fue con el fin de preservar la salud de mis compañeros, sus familias y la mía. Por eso me autoaislé desde el primer día.

Con el transcurso de más de 10 días del primer síntoma, y decenas de llamadas al 148 y al Policlínico de Avellaneda en reclamo del hisopado, me entero de la triste noticia de que un compañero de trabajo, vecino de Villa Azul, dio positivo de covid19, tanto el cómo su compañera. Esta situación me lleva a comunicarme una vez más con los números del gobierno, donde me responden “que posiblemente no cuente con los requisitos para realizarme un hisopado, pero que iban a elevar mi denuncia para ver si es aceptada o no". Pasadas las 24 horas, se comunican conmigo desde el Ministerio de Trabajo diciéndome que mi obra social tiene que garantizarme el hisopado, ese que venía exigiendo hace varios días.

La obra social me hace el hisopado, pero tenía que moverme hasta el Policlínico de Avellaneda, poniendo en riesgo a cientos de personas, ya que me argumentaron que no tenían ambulancias, y que en el caso de que de positivo la UOM no tenía camas... ¡hace dos meses atrás!

Haciendo las cuentas, todo indica que me contagié en mi lugar de trabajo, donde la patronal comenzó a cumplir con la higiene producto de la insistencia de los compañeros del lugar.

ART

La aseguradora, desde el primer momento, esquivó mi caso. En primer lugar, diciendo que la denuncia debe ser realizada por la patronal (cosa que no es así, también puede ser realizada por los trabajadores); por otro lado, para que yo pueda hacer la denuncia, me pedían documentación interna de la empresa, cosa que un trabajador difícilmente pueda conseguir. Se supone que la aseguradora ya tiene en su base de datos toda la documentación tanto de la empresa como de sus trabajadores. Una clara estrategia para ganar tiempo y cansarme.

El accionar de estos capitalistas no quedó ahí, ya que en el transcurso de los días donde obtuve la cobertura, no me realizaron ningún hisopado, ni exámenes físicos para corroborar mi estado de salud. El único llamado que recibí, en 15 días, fue para darme el alta médica, sin importar mis fallas al respirar ni los tres hisopados positivos. Estas personas se escudan con el protocolo emitido por el Estado, donde llaman curada a toda aquella persona que superó los 15 días después del primer hisopado, donde supuestamente ya no contagia... pero, como en mi caso, puede seguir con el virus en su cuerpo, ¡algo que no es para nada normal! Ya que ese virus no estaba en mi cuerpo antes y no sé qué pueda ocasionar con el tiempo. Por ende, es una estrategia desde el gobierno para que volvamos al trabajo, sin chequeos alguno.

UOM

El rol del sindicato y su obra social en esta pandemia fueron fundamentales para que cientos de compañeros se contagien en su lugar de trabajo o en el trayecto al mismo. Ni bien se anunció la medida de la cuarentena por el gobierno, el sindicato se puso de cuarentena sin tomar alguna medida para cuidar la salud de los 150.000 metalúrgicos del país; también utilizó esta medida para hacer oídos sordos al reclamo de las bases, pero desde el gremio se rompió la cuarentena únicamente para firmar despidos y suspensiones con rebajas salariales, ante las presiones de las cámaras empresariales.

El día en que me realizaron el primer hisopado, ya me advirtieron que en el policlínico no había camas para que me atendieran y pase la cuarentena, me mandaron a realizarla en mi hogar, poniendo en riesgo a mi entorno ya que eran los que me proveían los alimentos. ¡En ningún momento recibí un llamado por si necesitaba algo! Esta pandemia no sólo me afectó a mí, sino que perjudico a 600 trabajadores del gremio, y terminó con la vida de al menos cinco. Estos datos fueron reflejados por el mismo Antonio Caló en un programa de TV, sonriente lo detallaba como si fueran solo “un puñado”.

Esta masividad de contagios que sale a la luz es responsabilidad tanto de las patronales como del sindicato y el estado. En estos dos meses de aislamiento social por covid19 no solo sigo padeciendo las consecuencias del virus, esas que se omiten con el fin de volver a producir cuanto antes, sino que además son incesantes las maniobras del Estado, la aseguradora (Experta), el sindicato y la patronal, con el fin de no parar la producción. Sin importar la salud del personal. Las maquinarias siguen funcionando al ritmo de la propagación de la pandemia. La misma tiene rienda libre dentro de las fábricas, ya que ni siquiera hay planes de testeos a los trabajadores. Convirtiendo a los establecimientos fabriles en una ruleta rusa, donde en la recámara ya hay más de un proyectil, debido a que las probabilidades de propagación cada día son más altas.

Estos acontecimientos que se están desarrollando, lleva a la deliberación entre los trabajadores, ya que la experiencia del COVID-19 conlleva a que los obreros estén luchando día a día en la primera línea del campo de batalla, no solo arriesgando su vida, sino también la de sus familias.

Este enemigo entró por una puerta que fue abierta por la unanimidad de decisiones de aquella famosa silla de tres patas (ESTADO, BUROCRACIA SINDICAL Y LA PATRONAL). La herramienta que nos queda como trabajadores, es romper con esa silla e impedir la propagación de esta pandemia con protocolos discutidos en asamblea.

Suscribite al canal de WhatsApp de Política Obrera