Quema en el Delta: Rosario no puede respirar

Escribe Juan Ferro

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Más de 40 incendios reiterados en la zona de islas del Delta del Paraná repiten una situación que se agrava año a año y transforman a la ciudad de Rosario en un infierno. Los movimientos ambientalistas que vienen denunciando fuertemente estas quemas se han empeñado en dar una batalla para que las islas sean consideradas humedales. Pero detrás de las quemas hay un fabuloso negocio en juego que toca intereses comerciales poderosos de los grandes hacendados de grandes dueños de frigoríficos y matarifes de la ciudad de Rosario y de algunas ciudades de Entre Ríos.

La intensificación de las quemas tiene que ver con varios factores económicos. El primero de ellos, el más importante, es que la utilización de los campos para pastura del ganado ha sido totalmente desplazada por la plantación de soja, que exhibe un rendimiento superior a la cría del ganado.

Lentamente las islas se han transformado en un inmenso campo de pasturas a muy bajo costo para los que las utilizan, pues la gran mayoría de ellas son terrenos fiscales que se dan a concesión para el engorde del ganado.

Según las revistas especializadas, “en sólo seis meses una vaca engorda de los 400 a los 600 kilos y esto es producto del canutillo que come estando en la isla” (Rosario 3). Incluso a través de certificados del propio SENASA se sabe que el engorde de las islas es muy preciado en la exportación hacia la Unión Europea.

¿Cómo es el negocio de los verdaderos responsables de las quemas? Estos grandes capitalistas establecen contratos “de pastaje”, y pactan con los gobiernos provinciales un valor monetario por cabeza de ganado y por mes. El puestero -puede ser o no el dueño de la isla- se ocupa de que el animal se críe o engorde y de vacunarlo.

Estos puesteros en general son “hombres de paja”, personeros de los grandes matarifes y dueños de frigoríficos, incluso de grandes hacendados que derivaron sus propios ganados a las islas para utilizar sus propios terrenos para la soja o el maíz, haciendo un doble negocio.

Las islas se queman al finalizar el invierno para preparar el terreno a costo cero para que el ganado se alimente y ahuyentar a los roedores y a las víboras que puedan atacar a los animales. En un campo común, fuera de las islas, para favorecer el engorde del ganado se produce un labrado de la tierra que aviva el nuevo crecimiento del pasto, pero con un costo de maquinaria agrícola y mano de obra muy superior. La quema se transforma en un fabuloso ahorro para los capitalistas.

La proliferación infernal de las quemas tiene que ver además con la sequía del Paraná, que ha ampliado en miles de hectáreas el campo para el engorde del ganado. Hace unos años, por el contrario, producto de las grandes inundaciones se perdieron casi un millón de cabezas de ganado, pues a los matarifes les resultaba más costoso el traslado de los animales que salvarlos del agua.

Todos miran para otro lado sobre el problema de las quemas. Los gobiernos provinciales tienen una importante recaudación del pastoreo en las islas, que hoy alberga millones de cabezas de ganado. Mientras los grandes frigoríficos amenazan con que una baja en la producción de exportaciones provocará desempleos en la industria, los sojeros presionan para que sean usadas las islas para extender la agricultura que exportan: los rosarinos verdaderamente no pueden respirar.

Debe establecerse quiénes son los verdaderos responsables intelectuales de esas quemas, pues las mismas tiene el solo fin mejorar la renta de los capitalistas a costa de la salud de la población. La destrucción del medio ambiente que tiene lugar en el Delta del Paraná es puro lucro capitalista.

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