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No hace falta salir con un doctorado en Columbia University u obtener el respaldo de Joseph Stiglitz y la bendición del Papa, para terminar, pidiendo el rescate del FMI. Anticipado hace tiempo, es lo que acaban de hacer Martín Guzmán y Alberto Fernández, adelantando un cronograma que preveían para más tarde. Pero necesitan al FMI para aprobar el presupuesto del año que viene.
En efecto, el Presupuesto 2021, que debería empezar a discutir el Congreso en un par de días, será el programa que avalará la solicitud de fondos al fondo de los fondos. Naturalmente, será un programa de poda de programas sociales, en un sentido amplio, en referencia a planes de vivienda y obras de infraestructura básica. Los voceros del Tesoro y del Banco Central ya han adelantado la intención de reducir el déficit fiscal, pero no por el lado de la recaudación impositiva, dada la acumulación de promesas a las patronales para bajar “la presión fiscal”. Es posible que recurra a algún truco devaluacionista, para aumentar los ingresos por impuestos a las exportaciones – que difícilmente suban, y que podría desatar una estampida de precios. La gran víctima, con seguridad, será el sistema previsional, que ha caído bajo la guillotina de los aumentos por decreto por abajo de la inflación. Por distintos medios se impondrá un menor ingreso de nuevos jubilados – desde las dilaciones administrativas hasta la imposibilidad del retiro para muchos que no han podido completar aportes. La poda, enorme, no alcanzará, sin embargo, para satisfacer las exigencias más elevadas del FMI.
Es claro que, encima de una reducción del déficit, la inquietud principal del gobierno nacional y popular es poder financiarlo. Como ha emitido muchísimo dinero en el curso de la cuarentena, confía poder absorberlo por medio de la emisión de deuda del Tesoro; por eso sus voceros repiten, más de una vez por día, que quieren ´recrear´ (¿lo hubo alguna vez?) un mercado de capitales. Al fin de cuentas, la emisión por la pandemia ha llenado de pesos a los capitalistas. El plan en ciernes no sería otra cosa que aumentar la deuda pública, que sobrepasa los u$s400 mil millones, a tasas de interés elevadas porque se suscribe en pesos. Estaríamos ante una versión ´mercadointernista´ del endeudamiento macrista, tan fraudulento como este porque contrae deuda para pagar los intereses de la deuda vencida. Para esta operación necesita la garantía de un giro de dinero del FMI. El gobierno del ´capital productivo´ se encuentra embarcado en una aventura financiera.
El otro ajuste decisivo es contra la fuerza de trabajo, en el ámbito público como del capital privado. Las patronales reconocen que la desvalorización del salario ha sido tan elevada, que les ha permitido financiar las suspensiones masivas. Es claro que el aparato peronista está trabajando para impedir las paritarias, o en todo caso neutralizarlas. Todos tienen claro, de todos modos, que el asunto será explosivo, como se lo acaban de advertir los maestros de CABA.
Las paritarias tienen otro aspecto cuando se trata del FMI, adecuarlas a una contrarreforma laboral sancionada por ley. Sin esto no hay acuerdo de parte del Fondo. Lo mismo la contrarreforma previsional, que apunta contra regímenes con peso fiscal, como el de docentes. El gobierno de los pobres ya intentó imponerlo antes de la irrupción del coronavirus, pero obligado a dar marcha atrás por la huelga que se hubiera venido.
El aumento de la deuda pública requiere, sin embargo, un régimen monetario que permita el canje de pesos por divisas; de lo contrario la tasa de interés de la deuda sería monstruosa, sin que ello implique que venga dinero del exterior. Argentina no tiene un régimen monetario propiamente dicho, porque el Banco Central está quebrado, el peso es una moneda transaccional y el Tesoro es insolvente. Es improbable que se pueda re-crear en forma gradual, ´pacífica´ y ´consensuada´. El oficialismo actual ha olvidado muy rápido que el FMI fracasó en ese intento con Macri – mal podría servir como ancla político-financiera ahora. Para asegurarse un dólar futuro, los inversores están tomando adelantos al 55% de interés anual – el piso de lo que esperan obtener. Aun así, la compra de futuros no cesa de crecer.
La clase obrera enfrenta una perspectiva más ruinosa que la catástrofe que está atravesando. Es necesario discutir todo esto y elaborar un programa a la altura del desafío, para desarrollar la movilización correspondiente.
Paritarias ya, con representantes elegidos en asambleas y responsables ante esas asambleas.
Aumento inmediato de salarios y jubilaciones del 50 por ciento, salario mínimo igual al costo de la canasta familiar.
Control y gestión obrera de Anses y de su Fondo de Garantía. Fuera los patrones, bancos, fondos y su gobierno del Fondo de los obreros y los jubilados.
Por un Congreso obrero y de los trabajadores.