Evo entre nosotros

Escribe Jorge Altamira

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Luego de someterse a una revisión médica en Cuba, Evo Morales se ha instalado en Buenos Aires, no en calidad de asilado sino de refugiado. De acuerdo a los que dicen que saben sobre el tema, este último status le da más margen de acción política.

Ya cuando se encontraba en México, Evo había señalado su intención de dirigir la campaña del MAS, su partido, en las elecciones que deberían tener lugar en Bolivia en un plazo aún no definido; lo acompaña su ex vice, García Linera, el intelectual que diseñó el programa del “socialismo andino”, que más tarde ajustó a “capitalismo andino”. Alberto Fernández acogió con simpatía al líder de los cocaleros indigenistas, de modo que la residencia de Evo en Argentina es una consecuencia del cambio de gobierno que tuvo lugar el pasado 10 de diciembre. La flamante coalición de pejotistas y kirchneristas no ha reconocido al gobierno impostor de Bolivia, como sí lo han hecho, sin embargo, el mismo Evo y el MAS. Con la presencia de Evo “entre nosotros”, la política boliviana se ha insertado en la de Argentina.

¿Qué cabe esperar de todo esto?

Los más entusiastas dirán que tenemos a la vista una alianza nacional y popular para acabar con el episodio golpista en el Altiplano y dar un paso al frente en la perspectiva de la patria grande. Desde este ángulo, las crisis políticas en el continente y la política internacional han sido asumidas por el nuevo gobierno como un aspecto relevante de su estrategia política. Como Trump y Bolsonaro no la ven de la misma manera, F y F parecen haber decidido una política de confrontación con el ‘imperio’, que iría de la mano con su discurso adverso al ‘endeudamiento’ y ‘al ajuste’ del FMI. Sin desconocer en absoluto este aspecto de la crisis de conjunto, tanto latinoamericana como mundial, podría ser todo lo contrario, a saber, ahogar un proceso revolucionario que se manifiesta por sobre todo en Chile, pero se extiende por supuesto a Ecuador y Colombia, y a Haití y Puerto Rico.

La expectativa de hacer un uso favorable de las elecciones que se prometen para Bolivia nos devuelve a una política conocida: “esperemos a 2019”, que el kirchnerismo esgrimió desde un comienzo y desde 2018 más decididamente, a la consigna que levanta Lula para 2023 en el caso de Brasil. La “campaña electoral” que desea dirigir Evo es la cobertura que pretende disfrazar la capitulación política de él y de su partido ante el golpe militar fascista en Bolivia, y una tentativa de salir del impasse creado por esta capitulación por medio de un acuerdo político nacional en el marco de esas elecciones truchas. En Bolivia aún no se ha podido nominar al nuevo Tribunal Electoral, lo que da largas a las elecciones que se habían previsto para marzo próximo, porque el gobierno golpista está empeñado en imponer sus candidatos, incluso cuando el MAS tiene la mayoría necesaria en la Asamblea Nacional para hacerlo por su cuenta. “Dirigir la campaña electoral” significa, en estas condiciones, el aval de Evo a un compromiso con los fascistas acerca de ese tribunal y el proceso electoral en general.

Evo y sus seguidores tienen una claridad meridiana de que ‘el modelo del capitalismo andino’ se ha agotado como consecuencia de la acentuación de la crisis mundial. La asociación con el capital extranjero, con una participación excepcional para el Estado en la renta minera, ha caducado. Esto que se ha puesto de manifiesto con relación a los proyectos de explotación del litio, vale para los contratos petroleros y gasíferos. Bolsonaro ya ha advertido que renegociará a la baja los contratos de provisión de gas a Brasil que vencen el año que viene. Las nuevas condiciones colocan al indigenismo como segundo violín en la política boliviana.

Lo más importante es, sin embargo, la posición de la camarilla militar, que advierte de las limitaciones políticas del MAS y Morales, para contener el estado insurreccional que la crisis de régimen político ha instalado en amplios sectores de las masas bolivianas. La “campaña electoral” del MAS que Evo quiere dirigir, debe ajustarse a las condiciones de la misma cúpula militar a la que atendió cuando le pidió su renuncia. El impasse político de Bolivia se ha trasladado desde el comienzo al mismo MAS, que hoy asiste a enfrentamientos internos acentuados acerca del rumbo a seguir. En resumen, la variante más probable es que el propósito de Morales sea cohesionar al MAS en un acuerdo con el régimen golpista -que más allá del facho Camacho aglutina a un arco de fuerzas políticas que incluye a la burocracia de la COB.

Asistimos, con relación a Bolivia, a una rosca internacional. Trump y Bolsonaro saben que es inviable la instalación de una dictadura militar, no digamos un régimen fascista. Necesitan la colaboración política de sus adversarios, claro que en sus propias condiciones. Es esto lo que se negocia con la participación activa de Alberto Fernández. Como ocurre con el castillo de naipes, cada uno sabe del cuidado que debe poner para que una carta no haga caer el edificio.

Mirado desde el conjunto, o sea, no en forma unilateral, asistimos a las crisis intermedias que han jalonado todos los procesos revolucionarios. Las rebeliones populares asumen un carácter no episódico sino revolucionario cuando se conjugan con crisis de régimen político y crisis revolucionarias. No hace falta tener un oráculo – el escenario habla por sí mismo.

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